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Inicio Y vías De Salvación Y Purificación Del Alma En La Religión Cristiana: Las Primeras Cruzadas; Los Concilios De Letrán Y El II Concilio De Lyon.


Enviado por   •  21 de Abril de 2015  •  2.445 Palabras (10 Páginas)  •  189 Visitas

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A lo largo de la historia se ha planteado dentro de la religión, en diferentes formas, el espíritu o alma del ser humano. El alma, la parte inmaterial del humano, que según la filosofía, es tu ser, tu “yo”, una parte de ti unida al cuerpo en vida, que se desenlaza en la muerte, es la parte de ti que vive y te hace tú. Es una concepción que da la opción de “vida después de la muerte”. Esta misma concepción hace pensar al ser humano en cómo ganarse una buena existencia después de morir (el Paraíso para los cristianos y, en el caso de la religión cristiana, esta buena existencia sólo es posible para aquellos que han seguido al pie de la letra las enseñanzas de su iglesia. Sin embargo los que no han mantenido estas reglas en su vida, los que han pecado, siempre tienen la posibilidad de salvar y purificar su alma para merecerse una entrada al cielo.

Los sistemas ideológicos del medievo partían desde la base de que todos tenían posibilidades, dentro de su condición social, de ascender a la salvación. En los siguientes párrafos se hablará de cómo se dieron los perdones por los pecados a finales del siglo XI.

Durante el medievo el cristianismo y, por lo tanto, la Iglesia. Esto llevó a su iglesia a una etapa de transición, de cambios y de conformación, fue marcando reglas, prohibiciones.

El Primer Concilio Lateranense (I Concilio de Letrán) se celebró en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma, y desarrolló sus pláticas en un lapso de tiempo entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril de ese mismo año. En este cónclave se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les prohíbe las concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las aceptadas por los antiguos cánones. Se declaran nulas todas las ordenaciones efectuadas por el nombrado antipapa Gregorio VIII desde el momento de su excomunión. Se condena a los laicos con la excomunión Se establece igualmente la excomunión para los que agrediesen a los peregrinos en su camino a Roma. Se prohíbe a los abades y religiosos alojar a pecadores penitentes, visitar los enfermos, administrar la extremaunción y cantar misas solemnes y públicas; sin haber obtenido antes santo crisma y el santo aceite de sus respectivos Obispos Se concede el perdón de sus pecados y toma bajo su protección a las familias y posesiones de los cruzados.

Este último punto, fue uno de los primeros ofrecimientos que daba la iglesia para purificar el alma y tener una entrada al paraíso.

<<La idea de usar el poder de la Iglesia se inició con el papa Gregorio VII (1073-1085) había urdido serios planes para lanzar un ejército contra los turcos ya en 1074. (…) Los caballeros armados y los ejércitos entrenados se multiplicaban por todas partes. Los reyes prácticamente no tenían control sobre sus vasallos, y por lo tanto, sólo podían reclamar soberanía sobre una pequeña porción de sus reinos. Sin una autoridad central y con semejante proliferación de guerreros, no es sorprendente que el nivel de violencia se elevara considerablemente. Las batallas campales y los sitios a castillos ya eran suficientemente malos, pero los combatientes no se detenían a la hora de destruir aldeas y matar a mujeres y niños. La Iglesia había tratado de reducir la violencia con varias iniciativas, pero ninguna de ellas había tenido gran éxito. El movimiento de la “Paz de Dios” amenazaba con sanciones divinas a aquellos que atacaran a civiles, la “Tregua de Dios” intentaba ponerle fin a las batallas de los domingos y días santos. Gregorio VII vio en el pedido de Bizantino una perfecta oportunidad para emplear guerreros al servicio de Dios (…). El Papa tenía la autoridad moral y política para hacer realidad el sueño de Gregorio VII. (…) Convocó a los caballeros de Cristo a tomar parte en una guerra de liberación. Lo cristianos de Oriente debían de ser liberados de las condiciones humillantes y brutales a las que los musulmanes los tenían sometidos. Con la ayuda de Occidente Constantinopla, la ciudad cristiana más grande del mundo, podría ser liberada del peligro que la amenazaba diariamente. Por más convincente que fuera este mensaje, Urbino sabía que era insuficiente para conmover los corazones e impulsarlos a la acción. (…)Los obispos y predicadores fueron enviados para difundir el mensaje. Ellos repetían a quienes los escuchaban las palabras de Cristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". (Mateo 16, 24). “Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna” (Matero 19, 29)"1.

Fue hasta la primer Cruzada, iniciada formalmente el jueves 27 de noviembre de 1095 (…) con la gran convocatoria efectuada por el Papa Urbano II (…)2 que se ofreció la absolución de los participantes de sus pecados, pero fue hasta el I Primer concilio de Letrán –mencionado anteriormente– donde realmente se dio a concesión para otorgar el perdón de los pecados a los cruzados.

El Segundo Concilio Lateranense (II Concilio de Letrán) celebrado también en Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollando sus sesiones en 1139. Este llamado por el papa Inocencio II, con el objetivo principal de ratificar la condena del antipapa Anacleto II, y promulgaron treinta cánones, en los que se trató sobre la simonía, la usura, falsas penitencias y sacramentos, decretándose: La prohibición de que los monjes se dedicaran al estudio de materias profanas como el Derecho o la Medicina. La prohibición, bajo pena de privación de un entierro cristiano, de justas y torneos que pusiesen en peligro la vida. La prohibición de aceptar beneficios de las manos de un laico; del uso contra cristianos del honda, arco y la ballesta. La obligación de reyes y príncipes de dispensar justicia de acuerdo con los obispos. Y fue a mediados del siglo XII, después de este concilio, que el papa decretó un impuesto de 2.5% sobre ingresos eclesiásticos para financiar las cruzadas, que exaltaba la virtud purificadora de la misma.

Otra forma de purificación aunque es meramente institucional.

El Tercer Concilio Lateranense se celebró igualmente en Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollándose en tres sesiones durante el 1179. Se legisló sobre las siguientes cuestiones: En la elección papal sólo participarán cardenales, siendo necesarios para una elección válida el voto de al menos dos tercios de los electores. Un candidato sin dicha mayoría, serían condenados a la excomunión, al igual que sus partidarios. La prohibición de ordenar clérigos sin los correspondientes medios. La prohibición de exigir pago por dar la bendición, administrar

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