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LA REVOLUCION FRANCESA


Enviado por   •  21 de Noviembre de 2012  •  3.787 Palabras (16 Páginas)  •  380 Visitas

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Cuando en el país, a unos años del fin del milenio e inicio del siglo XXI, volvemos a preocuparnos (como Mora, Barreda, Justo Sierra o Torres Bodet) por la modernización, y por la modernización de la educación, bien pudiera ayudarnos volver los ojos al significado que para ello tienen la enciclopedia, la declaración de los derechos del hombre, la ideología rousseauniana, el sistema métrico decimal o la universidad napoleónica; por referirnos sólo a unos cuantos de los influjos de la Revolución Francesa en lo que hoy es la educación en general y la educación superior en particular.

Como excusa, quizá, la efeméride del 14 de julio del 89 resulta propicia para ensayar algunas ideas acerca de la educación superior, dentro del contexto que el discurso verbalizado y el actuado van dando acerca del intento de modernización del país, de los diversos ámbitos y estructuras de su trama social y de lo que afecta al nivel superior de la educación.

Efectivamente, la efeméride concentra en un día el simbolismo o el contenido semiótico de todo un proceso histórico al que hoy nos referimos como 'revolución francesa' y del que el asalto y toma de la fortaleza de la Bastilla por el populacho y los obreros de París, por los de más abajo entre los sans culottes, no es sino uno de los muchos sucesos.

La Revolución Francesa -es lugar común decirlo- es uno de aquellosacontecimientosquevan conformando significativamente a la historia, y que han modificado su curso por cuanto han modificado la visión del hombre y la naturaleza y la de las relaciones entre los hombres y entre ellos y su entorno (otros 'momentos' semejantes son, por ejemplo, la asunción del cristianismo como religión de estado con Teodosio, los descubrimientos científicos y geográficos del XIV al XVI o el desarrollo hoy de la informática y de las comunicaciones que han hecho del mundo una 'aldea electrónica').

Caracterizada por la excesiva concentración de poder social, político y económico, que incidió en la excesiva desigualdad social, y por el avance del control sobre la naturaleza, la sociedad que dio marco al proceso revolucionario francés del siglo XVIII, no podía quedarse estancada en la vieja estructura señorial, que sólo le reportaba esclavitud, ignorancia y opresión. Se hizo necesaria la concepción de una convivencia social diferente que ampliara los ámbitos de relación interhumana, de intercambio económico, de explicación ante los fenómenos naturales y sociales y, obviamente, surgió una nueva concepción del mundo en que se vivía.

Surgen entonces conceptos como igualdad, derechos humanos, derecho a la educación, intercambio económico, relaciones de poder, derecho a la información, democratización y justicia en las relaciones, libre asociación, contrato, etc., que son un franco signo de la evolución dentro de la modernidad.

De esta forma, condensada para efectos didácticos en la ruptura del absolutismo regio, la Revolución Francesa es mucho más que eso y abre la etapa de la modernidad (como lo consignó desde el siglo pasado Leopoldo Van Ranke, quien se sentía contemporáneo de ella) por cuanto significa la ruptura de todo absolutismo, y consagra la importancia de lo relativo y de las relaciones no sólo en la práctica humana sino en la manera de concebir esta práctica.

Con frecuencia olvidamos que es producto de la Revolución Francesa, por ejemplo, el sistema métrico decimal, condición y fuente de mucho del desarrollo moderno y resultado de una serie de actos audaces de la inteligencia inventiva, analítica a un tiempo que sintética.

En busca de unidades de medición estables que permitieran el intercambio igualitario no sólo de información sino de bienes y servicios, el sistema de la Revolución Francesa tuvo la claridad de aceptar la calidad de arbitraria o ficticia que tendría cualquier convención sobre medidas; aceptando a su vez la necesidad de convenir en ciertas reglas de juego (que en el caso no hacen al juego de pelota en que se hicieron pactos y juramentos) para la adecuada comunicación e intercambio entre los hombres; no en balde las largas y desgastantes experiencias de convenciones y asambleas.

El sistema de medidas se concibe, de entrada, como dicción humana que nada tiene que ver con absolutos, sino que va a explorar formas autónomas de relacionar los fenómenos y de poner la relación de todos ellos al alcance incluso de quienes no tenían sino los dedos de las manos para hacer cálculos.

Es un acuerdo o un conjunto de acuerdos para la convivencia e intercambio universal por encima de diferencias de estado, clase o posición. Es base de relación entre los hombres y está a su vez concebido genialmente a partir de relacionar entre sí las medidas básicas: un decímetro cúbico del elemento más accesible, el agua, pesará un kilogramo, y a la capacidad contenida en ese mismo decímetro cúbico la llamaremos litro.

De esto surgen cuestionamientos acerca de ¿qué tanto en nuestras casas de estudio exploramos y compartimos con los alumnos la importancia de dicho sistema no sólo en sus efectos sino en lo que significa como ficción humana y en lo que significa como asunción de la relatividad?, ¿qué tanto nos ayudaría el que con ejemplos sencillos del sistema métrico o con sus aplicaciones más complejas insistiéramos en que los alumnos entendieran el papel de la medición, del conteo, de la capacidad de relacionar, o -en general- el papel de las matemáticas y del rigor en ellas como ciencia de las relaciones?, ¿qué tanto será causa de nuestro infradesarrollo científico el que se haya insistido más en la repetición del dato aislado que en la necesidad de entender y descubrir la importancia real de las relaciones, las proporciones, los paralelismos y las rupturas, las repeticiones y los saltos, la precisión de las ubicaciones topográficas o históricas? y ¿hasta qué punto es más cierto el hecho de que algo sea mayor o menor que otro algo, de que algo sea antes o después o de que algo sea causa y lo otro sea efecto, ante el hecho del dato pretendidamente preciso de cuándo, cómo o cuánto fue algo?

El aceptar esto, sin duda, exigirá modificar nuestra actual concepción del entorno en que nos desarrollamos, y es aquí en donde nuevamente la connotación semiótica de la Revolución Francesa, lo que ella puede significar cuando la vemos desde nuestro contexto, ofrece algunos elementos de entendimiento.

Como sucede en todo proceso revolucionario, en la etapa de la Revolución Francesa, en donde las crisis se agudizan y se patentizan las coyunturas, surgen las figuras de hombres que expresan su manera de ver y entender este proceso histórico y tratan de hacerlo llegar a sus contemporáneos, plasmando su nueva filosofía y dándole matices que se van moldeando a lo largo de la misma

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