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La Educacion Con Simon Rodrguez


Enviado por   •  25 de Noviembre de 2012  •  938 Palabras (4 Páginas)  •  391 Visitas

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Estatuye Simón Rodríguez, como principio y fundamento de acción educadora, este principio absolutamente desconocido en su tiempo: “Instruir no es educar; ni la instrucción puede ser equivalente de la educación, aunque instruyendo se eduque”. Y comenta midiendo, tras visión orbital, la consecuencia: “Enseñen y tendrán quien sepa; eduquen y tendrán quien haga”. El doble rumbo: ¡la teoría y la práctica! Esta distinción enjuicia directamente el problema de la niñez y la juventud: instruir es dación de conocimientos, de saberes; mediante información grábase aquello que se ha ignorado; en contraste, educar implica ir de lleno al hombre integral, y no sólo al hombre pensante. El individuo poseído de grandes apetencias germinativas, será ciudadano útil. Instrucción significa dación de conocimientos; en cambio educación es formación de criterio, enrumbamiento, conciencia. Al instruir se educa, pero sólo en pequeña parte: la relativa estrictamente a conocimientos intelectuales.

Hay que partir del razonamiento. “El siguiente principio –dice- es importantísimo en la educación mental: léalo cada uno con toda la atención que pueda darle: No se mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no lleve su “porque” al pie: “Haz esto, porque” y si hay tiempo, empiécese por el “porque”. Acostumbrado el niño a ver siempre la razón, respaldando las ordenes que recibe, la echa de menos cuando no la ve, y pregunta por ella diciendo: ¿Por qué? Con hombres que hacen esta pregunta se puede emprender lo que se quiera, con tal que el porque sea bueno”.

Y hay que ir del razonamiento a la estructuración del carácter “Sólo la educación impone obligaciones a la voluntad”, expresa el Maestro. ¡Una voluntad recia, orientada por certero burilar educativo, da por consecuencia un Simón Bolívar!

Hecha esta distinción sustantiva, valida especialmente en los tiempos actuales en que, por el desarrollo gigantesco de las ciencias y la técnica, se supone que los saberes bastan, con olvido o subestimación del hombre completo, fija esta deducción: “Antes de abrir escuelas, piénsese en formar maestros”. La docencia no ha de proporcionar ocupación; ha de constituir ejercicio de vocación. Y hasta debe poseer el docente estas condiciones: “ser sabio, ilustrado, filósofo y comunicativo, porque su oficio es formar hombres para la sociedad”. Los maestros asumen especial dignidad social. “El titulo de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender”, aunque ese noble oficio no alcance gratitud: “No hay muchacho que busque al maestro, como no hay oveja que busque al pastor”.

Observa Augusto Mijares –en el prólogo a “Doctrina del Libertador” de la Biblioteca Ayacucho– que en aquellos tiempos de Rodríguez “era muy difícil formar maestros, tanto por aquella incultura casi general de la población, como por los pocos incentivos que la profesión presentaba; además, no había dinero para pagar los maestros”. El educador caraqueño lo sabia; pero, adoctrinaba, enrumbaba, agujereaba

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