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La Revolucion Cientifica De Los Siglo XVI Y XVII


Enviado por   •  1 de Junio de 2014  •  5.365 Palabras (22 Páginas)  •  515 Visitas

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República Bolivariana de Venezuela.

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria.

Universidad de Carabobo.

Facultad de Ingeniería.

Naguanagua - Edo Carabobo.

INDICE

Portada……………………………………………………………………………………………………………. 1

Índice……………………………………………………………………………………………….......... 2

Introducción…………………………………………………………………………………………... 3

La Revolución Científica de los Siglos XVI y XVII…………………………………….... 5

 La Circulación de la Sangre………………………………………………………….... 6

 De la Alquimia a la Química Moderna………………………………………….....10

 Algunas Aplicaciones Modernas de la Ciencia………………………………...15

 Sociedades Científicas del Siglo XVI y XVII……………………………………..17

Conclusión……………………………………………………………………………………………....21

INTRODUCCIÓN.

La esencia real de la Revolución Científica comprende un amplio espacio, en el cual fueron desarrollándose los hechos que dieron origen a dicho hecho. Esta revolución como su nombre la indica, representa el cambio paradigmático de la era en cual reinaban formas de proceder como la especulación y la deducción. Pasando a tiempos en el cual se procede mediante una forma más sustentada, es decir con soportes firmes basados en la ciencia pura, es decir de cierta forma se dejo de lado la visión aérea de los hechos.

Esta revolución, presenta las razones por las cuales la asimilación de un nuevo tipo de fenómeno o de una nueva teoría científica debe exigir el rechazo de un paradigma más antiguo, no se derivan de la estructura lógica del conocimiento científico; pues podría surgir un nuevo fenómeno sin reflejarse sobre la práctica científica pasada.

Se construyeron nuevas ideas y conocimientos en física, astronomía, biología, medicina y química, que transformaron las visiones antiguas y medievales sobre la naturaleza y sentaron las bases de la ciencia moderna. De acuerdo a la mayoría de versiones, este nuevo conocimiento se inició en Europa hacia el final de la época del Renacimiento y continuó a través del siglo XVIII (la Ilustración). El filósofo e historiador Alexandre Koyré acuñó el término revolución científica en 1939 para describir esta época. La introducción del método galileano en las diferentes ramas de la investigación no se detiene en las fronteras de la ciencia de lo inanimado; sus repercusiones fueron profundas en la Biología, donde la aplicación de los principios mecánicos a los fenómenos de la vida condujo a poner las bases de la Fisiología moderna. El más brillante de los progresos realizados en este sentido es el descubrimiento de la circulación de la sangre.

A través de esta investigación, se examinara los cambios que nos lleva por un recorrido en el cual conoceremos a detalle el surgimiento de una ciencia como tal, un paso por el que decisivamente la alquimia pasara de ser un practica profana a una ciencia como tal. La narración inicia dentro del marco del siglo XVI en una botica de convento, donde un aprendiz se cuestiona lo que hasta ese momento es una verdad incontrovertible.

LA REVOLUCION CIENTIFICA DE LOS SIGLOS XVI Y XVII.

Por revolución científica se denomina habitualmente el periodo comprendido entre 1500 y 1700 durante el cual se establecen los fundamentos conceptuales e institucionales de la ciencia moderna.

Se considera revolución científica a todos aquellos episodios de desarrollo no acumulativo, en que un paradigma antiguo es reemplazado completamente o en parte, por otro nuevo, incompatible.

En lo que a conceptos, el elemento central de la Revolución Científica es el abandono de la visión cosmogónica en la que la Tierra ocupaba el centro del Universo (sistema geocéntrico de Ptolomeo) y de la física aristotélica, por una en la que los planetas se mueven en torno al Sol (sistema heliocéntrico), una idea que, aunque también habían considerado algunos antiguos (Astiarco), fue introducida con detalle por Nicolás Copérnico.

LA CIRCULACIÓN DE LA SANGRE.

Durante los siglos XVII y XVIII, el conocimiento médico y científico avanzó a un ritmo vertiginoso. Finalmente se invalidaron muchos de los conceptos erróneos de Galeno. El inglés William Harvey (1578-1657) describió con precisión la circulación de la sangre por el cuerpo, con lo que confirmó los hallazgos de eruditos anteriores (como Ibn Nafis y otros europeos más recientes). Añadió el hallazgo experimental fundamental de que el corazón "bombea" la sangre por todo el cuerpo.

La explicación de Galeno a uno de los misterios más antiguos de la medicina, la función de la sangre, sugería que el cuerpo producía y consumía constantemente grandes cantidades de dicho humor. Galeno pensaba que la sangre de las arterias servía para completar el caudal transportado por las venas, pasando de unas a otras a través de unos diminutos agujeros que había en el corazón, desde el ventrículo derecho hasta el izquierdo. Harvey oyó cuestionar por primera vez esta teoría hacia 1600, cuando todavía era un estudiante de medicina, que es cuando obtiene el título de doctor y tiene como profesor a Fabrizio, quien le enseña unos hallazgos anatómicos y embriológicos que van a ser decisivos en su orientación y desarrollo dentro de la embriología y fisiología. Tras obtener el título de médico en 1602, regresó a Inglaterra y abrió una consulta en Londres; posteriormente fue nombrado médico especialista en el hospital de San Bartolomé. Su escepticismo respeto a la hipótesis de Galeno dio lugar a 14 años de investigaciones que desembocaron en una teoría plausible sobre la circulación de la sangre.

(Folkstone, 1 de abril de 1578 - Londres, 3 de junio de 1657). Médico, fisiólogo y embriólogo inglés. Ingresa en el Grammar School de Canterbury a los 10 años. Posteriormente, en el Caius College, donde empezó a orientar su vida hacia la ciencia. La introducción del método galileano en las diferentes ramas de la investigación no se detiene en las fronteras de la ciencia de lo inanimado; sus repercusiones fueron profundas en la biología, donde la aplicación de los principios mecánicos a los fenómenos de la vida condujo a inventar las bases de la fisiología moderna. El más brillante de los progresos realizados en este sentido es el descubrimiento de la circulación de la sangre.

Como todas las grandes innovaciones que chocan en el mundo de las ideas con hábitos mentales inveterados, también este descubrimiento tuvo que ser preparado por largo tiempo. A mediados del siglo XVI el italiano Realdo Colombo y el catalán Miguel Servet —quemado por herético en la hoguera que encendieron fanáticos calvinistas— negaron la existencia de invisibles pasajes de la sangre a través del tabique interventricular y reconocieron que la sangre iba del lado izquierdo al derecho por intermedio de los pulmones. Al hallazgo de esta “pequeña circulación” un eminente discípulo de Colombo, el botánico Andrea Cisalpino, agregó algunas indicaciones sobre una posible gran circulación. Estas investigaciones e hipótesis fueron reunidas en una magnífica síntesis hecha por el médico inglés William Harvey (1578-1657), que había estudiado en Padua el arte de Galeno.

Harvey observó que las válvulas de la vena impiden que la sangre avance en otro sentido que no sea hacia el corazón, y procuró demostrar matemáticamente —a la manera de Galileo— la realidad de la circulación cerrada. Midió la capacidad del corazón y encontró que la cantidad de sangre empujada en el cuerpo por cada sístole es de dos onzas. El corazón palpita setenta y dos veces por minuto, de modo que por hora arroja dentro del sistema 2 x 60 x 72, es decir, 8.640 onzas, que es el triple del peso del cuerpo humano. ¿De dónde viene y a dónde va toda esa sangre? Evidentemente el alimento es incapaz de suministrar tal cantidad de líquido sanguíneo. Se impone así la conclusión de que la sangre recorre siempre la misma ruta para volver a su punto de partida y que continúa su interminable circulación hasta la muerte.

El pequeño tratado de Harvey Sobre el Movimiento del Corazón y la Sangre publicado en 1628 señala el fin de concepto estático del organismo y el nacimiento de una nueva ciencia: la fisiología. Se inicia entonces una larga y tenaz lucha contra la audaz teoría, a la cual faltaba, en verdad, una última y decisiva prueba, que dio en 1661 el italiano Marcelo Malpighi. Este demostró que la sangre es impulsada de las arterias a la venas a través de un sistema microscópico de vasos capilares y así preparo con su descubrimiento el reconocimiento general de la teoría de Harvey.

Cuando William Harvey publicó su revolucionario libro sobre la circulación de la sangre en 1628, su única recompensa fue una lluvia de críticas e insultos por parte de sus colegas médicos, todos los médicos pensaban que Harvey estaba chiflado, y todos estaban en su contra. La explicación es sencilla. En su Exercitatio Anatomía de Motu Cordis et Sanguinis in Animalibus (Práctica anatómica relativa al movimiento del corazón y la sangre en los animales), Harvey puso en duda nociones que habían sido aceptadas por la profesión médica desde que fueran formuladas por el griego Galeno 1.400 años antes, pese a que cada vez había más indicios de su falsedad.

En 1616 Harvey hizo públicos los resultados de sus estudios. La sangre, afirmó, pasa del ventrículo izquierdo a los tejidos a través de las arterias, regresa a través de las venas y entra en el ventrículo derecho, continúa desplazándose hasta los pulmones y finalmente llega de nuevo al ventrículo izquierdo del corazón. La circulación pulmonar de la sangre ya había sido observada a mediados del siglo XVI por el español Miguel Servet.

Harvey siguió realizando experimentos con serpientes y ovejas vivas, así como con cadáveres humanos, para intentar demostrar su hipótesis. Al diseccionar algunos animales observó que su corazón seguía latiendo después de haber sido extirpado. Este hecho lo convenció de que el corazón era un músculo que se contraía para bombear sangre a través de las venas. La sangre se mueve constantemente en sentido circular, como consecuencia de los latidos del corazón.

Harvey llegó también a la conclusión de que el ventrículo izquierdo del corazón contiene 60 g de sangre y que late a un ritmo de entre 60 y 200 veces por minuto, bombeando 1,8 kg de sangre. Esto suponía el procesamiento de una cantidad inmensa de sangre, muy superior a la que el cuerpo podía producir a partir de los alimentos y los líquidos ingeridos. De ello dedujo que el flujo de sangre estaba contenido en un sistema cerrado y se renovaba constantemente, en vez de ser reemplazado. En un experimento con una serpiente viva, Harvey demostró que la sangre fluye en una dirección; sale del corazón por las arterias y regresa a él a través de las venas. Ya no cabía duda de que no pasaba directamente de un ventrículo al otro.

Hacia 1628 Harvey había establecido con seguridad cómo funcionaba el corazón y cómo circulaba la sangre. El único misterio que quedaba por resolver era la aparente falta de conexión entre las arterias y las venas. Los capilares, unos finísimos vasos que proporcionan esa conexión, fueron descubiertos por Marcello Malpighi cuatro años después de la muerte de Harvey.

Otros continuaron con el trabajo de Harvey, entre ellos, el médico inglés Richard Lower (1631-91). Él y el filósofo británico Robert Hooke (1635-1703) llevaron a cabo experimentos que demostraban que la sangre recibe algo mientras pasa por los pulmones, lo que cambia su color a un rojo intenso. (En el siglo XVIII, el químico francés Antoine Lavoisier, 1743-1794, descubrió el oxígeno. Fue entonces cuando se pudo comprender por completo la fisiología de la respiración). Lower también realizó las primeras transfusiones de sangre, desde un animal a otro y desde un ser humano a otro. Hooke y, especialmente, el biólogo holandés Antón van Leeuwenhoek (1632-1723) usaron un nuevo instrumento, denominado microscopio, para descubrir formas de vida minúscula ("microscópica"): eritrocitos, bacterias y protozoos. En Italia, el fisiólogo Marcello Malpighi (1628-1694) usó el microscopio para estudiar la estructura del hígado, la piel, los pulmones, el bazo, las glándulas y el cerebro. Muchas partes microscópicas del cuerpo, entre ellas una capa de la piel y partes del bazo y los riñones, recibieron el nombre del fisiólogo. Malpighi también impulsó la ciencia de la embriología con sus estudios de huevos de gallina. Como siempre, había equivocaciones y conceptos erróneos. Otro holandés, el físico Nicolaas Hartsoeker (1656-1725), pensó que su microscopio le permitía ver hombres pequeños ("homúnculos") en los espermatozoides del semen, con lo que explicaba la concepción.

DE LA ALQUIMIA A LA QUÍMICA MÉDICA.

Los antiguos biólogos y autores médicos nunca habían considerado la fisiología del cuerpo humano desde el punto de vista de la alquimia. No admitían que las enfermedades fueran causadas por agentes externos que invadían al cuerpo humano. En cambio se consideraba que las criaturas vivas estaban formadas por los cuatro elementos o humores constitucionales (el sanguíneo, el melancólico, el colérico y el flemático), tres fluidos funcionales (la sangre arterial, la venosa y el fluido nervioso) y sus espíritus rectores (vital, natural y animal). Se pensaba que las enfermedades no eran más que desarreglos internos de los cuatro humores y que el cuerpo humano estaba en capacidad de restaurar por sí mismo el balance entre los cuatro humores y por lo tanto en los tiempos de Hipócrates los pacientes enfermos no eran molestados con medicamentos.

Más adelante un médico llamado Galeno si advirtió la necesidad de aplicar medicina a los pacientes y como los humores constitucionales se consideraban de origen natural, estas medicinas debían ser de origen orgánico. Los musulmanes ampliaron y comercializaron el conocimiento de Galeno, para ello fabricaron medicinas llamadas curalotodo los cuales contenían hasta setenta diferentes componentes y muchas veces resultaban nocivos. No obstante muchos alquimistas de la antigüedad quienes habían estudiado y resuelto problemas químicos se sintieron atraídos por la posibilidad de aplicar sus descubrimientos a la medicina; el más importante de ellos fue Paracelso un médico de origen suizo que dio origen a una nueva ciencia denominada la Iatroquímica que combinaba la alquimia con la medicina.

Paracelso se interesaba particularmente en crear medicamentos tanto de origen orgánico como mineral; a diferencia de Galeno no consideraba cuatro humores constitucionales, en cambio, propuso la teoría de que el cuerpo humano era esencialmente un sistema químico compuesto por dos elementos fundamentales de la alquimia; mercurio y azufre, más un tercer elemento, la sal, que añadió el mismo debido a que esta no se consideraba un principio químico fundamental antes de la época de Paracelso. La opinión general de que el cuerpo humano es un sistema químico resulto ser más útil que la antigua teoría humoral. Los iatroquímicos como se denominaban los seguidores de Paracelso consideraban que las enfermedades debía ser tratadas mediante la aplicación de medicamentos hechos de una sola sustancia aislada debido a que apoyaban la doctrina de su líder de que las enfermedades eran muy especificas en su acción y que para cada enfermedad había una cura química especifica. Esta reorientación genero el impulso al estudio de enfermedades particulares y a la clasificación de los medicamentos útiles y los medicamentos nocivos. Esta doctrina profesada por Paracelso parece tener su origen en la idea de que todas las cosas de la naturaleza son seres vivos y que en el principio Dios había creado una materia primordial, y después, numerosas semillas habían de crecer en ella. Estas semillas al completar su desarrollo se convertían en una entidad específica por un periodo de tiempo prefijado, después del cual se corrompía para iniciar el ciclo nuevamente. Por lo tanto el origen las enfermedades entendido también como semillas particulares de las cuales surgían enfermedades especificas, solo podían tener una semilla en particular que las contrarrestara. La teoría de Paracelso fue muy popular durante los siglos XVI y XVII, llegando a rivalizar con la de Galeno, esta fue aceptada mayormente por los boticarios ya que les abría oportunidades para ejercer la medicina por su propia cuenta.

La propia Iatroquímica fue posteriormente utilizada por Johannes Baptista Van Helmont (1580-1644) un noble de Bruselas; Helmont era seguidor de Paracelso en el rechazo de la teoría Aristotélica y del razonamiento deductivo de las escuelas. Por lo tanto aplicaba la analogía para llegar a sus conclusiones, era más experimentalista que Paracelso y proseguía sus ideas de manera práctica. Helmont pensaba que se debía introducir la enseñanza de la química en las universidades, pero enseñándola mediante demostración manual del fuego.

Helmont no aceptó la doctrina paracelsiana de que la materia prima constaba de tres principios, la sal, el mercurio y el azufre, sino que por argumentos teológicos sostenía que la materia prima era el agua basándose en la Biblia, en la cual se menciona a el agua como el caos primordial anterior al resto de la creación. Además en el terreno de la química Helmont fue el primero en distinguir entre los gases y el elemento aire, ya que antes de Élasi como un tiempo después se consideraba que los gases eran diversas formas del elemento aire, o más bien aire mezclado con impurezas, no obstante Helmont sostuvo que los gases eran sustancias que fundamentalmente diferían unas de otras, así como del aire y de los vapores condensables

Un químico más famoso que se consideraba a sí mismo como un filosofo mecánico fue Robert Boyle (1627-1691); Boyle estaba interesado en la obra de los iatroquimicos, pero consideraba que las observaciones deberían realizarse desde el punto de vista de la filosofía mecánica; teoría según la cual la materia consta de partículas o corpúsculos en movimiento, que resultaba fácilmente aplicable a su trabajo en física. Descubrió que la presión de un gas varía inversamente con el volumen, dicha ley de los gases de Boyle fue demostrada más adelante por Newton; en la cual se explicaba que las partículas de gas eran diminutos resortes estacionarios o pequeñas esferas en movimiento aleatorio. Sin embargo, cuando Boyle se enfrento a problemas químicos descubrió que la filosofía química no resultaba tan fácil de aplicar, debido a la gran variedad de cualidades de las sustancias químicas y sus reacciones. Señalaba que la sal se disolvía en agua pero no en aceite o mercurio, mientras que el oro se disolvía en mercurio ero no en agua o aceite, y por su parte el azufre se disolvía en aceite, pero no en agua o mercurio. Pensaba que tales cualidades debían explicarse según términos de ciertos “principios de variación”. Estos principios según Boyle se podían unir de diversas maneras para producir numerosas combinaciones; como las letras de un alfabeto y así poder conocer las propiedades poseídas por una sustancia química, sin embargo, fracasó pues su teoría no logro sistematizar los hechos de la química muy dispersos para ese entonces.

Boyle contribuyó de forma muy importante en la química moderna ya que advirtió la necesidad de trabajar con sustancias puras y homogéneas para el estudio cuantitativo de los cambios químicos y como consecuencia de ello formulo la definición sin embargo no la concepción de elemento químico: “entiendo por elemento, ciertos cuerpos primitivos y simples o perfectamente sin mezcla que, al no estar hechos de cualesquiera otros cuerpos, son los ingredientes a partir de los cuales están inmediatamente compuestos todos aquellos denominados mixtos”.

En fisiología y más concretamente sus seguidores: Robert Hooke (1635-1703), Richard Lower (1631-1691) y John Mayow (1645-1679), llegaron a demostrar que el cambio de la sangre venosa de color rojo oscura a la sangre arterial de un rojo brillante se debía a que esta absorbía parte del aire durante el proceso, de esta forma relacionaron esta función del cuerpo con la combustión respecto al papel que desempeñaba el aire. Paracelso sugería que el aire era una especie de alimento absorbido por los pulmones así como lo era la comida para el estómago. Boyle estaba de acuerdo con esta teoría, pues había descubierto que los animales sin suministro de aire fresco morían de inmediato, de la misma forma como una vela precisa de aire para arder, asimismo Lower halló que la sangra de un animal ahogado era roja oscura y se tornaba brillante cuando se le suministraba aire en los pulmones con unos fuelles. También Hooke halló que la pólvora ardía en el vacío o bajo el agua por lo que presumía que nitro de la mezcla de la pólvora contenía un “espíritu nitroso” de carácter esencial y vital.

La obra de Boyle, Hooke y Lower fue resumida y ampliada por John Mayow en sus “cinco tratados médico-físicos” los cuales fueron publicados en el año 1674. Mayow presumía que la parte vital del aire indispensable para la respiración y la combustión se componía de ciertas partículas nitroaéreas, las cuales se encontraban en el nitro debido al descubrimiento de Hooke de que la pólvora arde sin presencia de aire, también se encontraban contenidas en el antimonio. Estas partículas también eran absorbidas por la sangre durante la respiración. Como los iatroquimicos Mayow pensaba que había tres principios fundamentales en la naturaleza: el azufre, la sal y el espíritu nitroaéreo pasó a tomar el lugar del mercurio de los alquimistas.

La escuela inglesa de químicos médicos del siglo XVII llego prácticamente a su fin con el periodo de Mayow, aunque la tradición de la escuela fue proseguida posteriormente hasta cierto punto por Stephen Hales (1671-1761) pero no sobrevivió. De esta manera la química moderna fue fundada más adelante en otra locación; Francia a finales del siglo XVIII. Boyle había llegado a una aceptable definición de elemento químico bien fundamentada y propuso una concepción del método en la química. Además él y su escuela construyeron la teoría de que el aire desempeñaba una función vital en la respiración y la combustión siendo absorbida una parte de este en dichos procesos. La iatroquimica surgió en un periodo subsiguiente con una nueva oleada que se expandió desde Alemania hasta toda Europa con la teoría del flogisto.

ALGUNAS APLICACIONES MODERNAS DE LA CIENCIA.

Las primeras aplicaciones notables de la ciencia habían sido la utilización de la astronomía y las matemáticas para mantener registros, realizar tareas de agrimensura, de alzados de mapas y de confección de calendarios durante la Edad de Bronce. La ciencia no se aplico a campos nuevos hasta el comienzo de los tiempos modernos, cuando los grandes descubrimientos geográficos plantearon nuevos problemas prácticos en la navegación. Desde el final del imperio mongol, el comercio directo por tierra con el Oriente se había tornado dificultoso y el potencial comercial de Europa había aumentado, por lo que los europeos buscaron rutas alternativas al este, dado que ahora disponían de un velero capaz de hacer viajes oceánicos. Los primeros exploradores fueron los genoveses los cuales gozaron de una considerable reputación por sus fabricantes de instrumentos y sus pilotos entre los que se encontraban Colon y los Cabot, estos fueron desalojados del comercio por los venecianos y estos fueron sustituidos por los portugueses.

Desde el principio del siglo XV los portugueses avanzaron por la costa de África Occidental, siguiendo la navegación costera de la Edad Media. El infante de Portugal Enrique el Navegante, 1.394-1.460, instalo un instituto de investigación náutica y un observatorio astronómico de Sangres, en el cabo de San Vicente. Las obras de Ptolomio y otros autores antiguos de astronomía y geografías fueron incorporadas al instituto y se utilizaron en las exploraciones. El observatorio y el instituto contrataron matemáticos alemanes y cartógrafos italianos que preparaban cartas de las tierras y mares explorados desde los años de la década 1.450. Los matemáticos volvieron a calcular la circunferencia de la tierra y utilizando el cálculo pequeño de Posidomio y Ptolio, para la longitud del grado, obtuvieron una estimación corta con la que en 1.474 se cartografió una ruta para la navegación hacia occidente.

Los portugueses exploraron el este llegando al cabo de Buena Esperanza en 1.492. Tanto Colon como Vasco da Gama cruzaron amplias extensiones de océano y para poder repetir sus viajes, de cartas oceánicas y métodos para determinar la posición del barco en el mar, así como las posiciones de las tierras recién descubiertas, para esto se requería de procedimientos de medición de las latitudes y longitudes de los lugares. La latitud de una posición al norte o al sur del ecuador se averiguaba midiendo la altitud del Sol durante el día o la altitud de la estrella polar durante la noche en el hemisferio norte. Sin embargo, la distancia longitudinal entre dos puntos se podría estimar midiendo la diferencia entre las horas locales, de ambos lugares. El tiempo local en una posición dada se puede medir por el Sol o por la rotación de las estrellas circumpolares de noche.

Tales problemas se estudiaron durante los siglos XV y XVI, especialmente por personas de Alemania meridional, Holanda y al norte de Italia.

En Holanda, los flamencos se destacaron en la construcción de brújulas, y corregían sus brújulas teniendo en cuenta la desviación de la aguja magnética del norte verdadero. Mercator represento los meridianos y los paralelos simplificando así la cartografía de una ruta y resolvió el problema de representar la tierra esférica sobre un mapa plano para los fines de navegación. Galileo observo con su telescopio las cuatro lunas de Júpiter y noto sus frecuentes eclipses los cuales suministraban un buen método para determinar el tiempo estándar en diversos lugares.

Mediante los viajes con fines comerciales, los grandes descubrimientos geográficos, los problemas de la navegación y de la agrimensura, la aplicación de las matemáticas y la astronomía contribuyeron al desarrollo de las ciencias puras y aplicadas.

LAS SOCIEDADES CIENTIFICAS DEL SIGLO XVII.

Durante los siglos XVI y XVII se establecieron en el continente, al igual que en Inglaterra, sociedades científicas. Las fundadas en las viejas regiones de actividad científica durante el XVI, Alemania e Italia, fueron efímeras y no duraron, mientras que las establecidas en los centros científicos del XVII fueron más estables y duraderas, como la Sociedad Real de Londres y la Academia de Ciencias de Paris.

Las primeras sociedades científicas fueron las italianas. La primera sociedad notable fue la Academia Secretorum Naturae, que se reunía en Nápoles en casa de su presidente, Baptista della la Porta, en los años sesenta del siglo XVI, pero enseguida se cerró bajo la acusación de haberse mezclado con la brujería. La siguiente fue la Academia dei Lincei en Roma, mantuvo actividades entre 1601 y 1630, bajo el patrocinio del duque Federigo Cesi, la misma acogía a treinta y dos miembros, entre los más notables se encontraban Galileo y della Porta, pero se dividió con la condena de la teoría copernicana en 1615 y termino con la muerte de su patrón en 1630. La última de las sociedades científicas italianas de importancia de esta época fue la Academia del Cimento, que se reunía en Florencia entre 1657 y 1667 bajo el patrocinio de los hermanos Medeci, Leopoldo y el Gran Duque Fernando II. La Academia tenía una decena de miembros entre los más notables se encontraban Vivianni, Borelli y Redí. Viviani había trabajado con el discípulo de Galileo, Torreceli, con quien había construido el primer barómetro. Redí era biólogo y mostraba que realmente los insectos no venían espontáneamente de la materia en descomposición. Debido a la condena de la teoría copernicana, la academia trabajaba sobre todo en temas experimentales. Borelli se aventuró hacia la mecánica teórica. Otros miembros determinaron la velocidad del volumen e inventaron instrumentos científicos, como el termómetro para la medición de la temperatura y el barómetro para la estimación de la presión atmosférica.. En 1667, Leopoldo Medeci fue nombrado cardenal trayendo como consecuencia la disolución de la Academia.

Las sociedades científicas alemanas de la época fueron aun menos importantes que las italianas. La Societas Ereunetica se estableció en Rostock en 1622 por obra del botánico Joachim Jung, fundándose también el Collegium Curiosum sive Experiméntale en 1672, por obra de Christopher Sturm, un profesor de matemáticas en Altdorf. Sin embargo ninguna de estas sociedades sobrevivió a su fundador, habiendo que esperar hasta el siglo XVIII para ver establecida en Alemania una academia científica estable.

En 1700 Federico I de Prusia estableció la Academia de Berlín. Pedro el Grande fundo también en 1724 la Academia de San Petersburgo para cubrir las plazas de las Academias. El francés se convirtió en el idioma oficial de la Academia de Berlín en 1745.

En Francia, durante el siglo XVIII, la ciencia era mucho más dependiente del patrocinio de la inglesa, hallándose menos concentrada geográficamente en la metrópoli. En Paris había una institución un tanto similar al Gresham College de London, el College de France, fundado en 1518 por Francisco I para establecer un hogar para el humanismo, entonces muy atacado por la Universidad de Paris.

Algunos Profesores posteriores de College de France ocuparon un lugar prominente en el movimiento científico, como es el caso de Gassendi y Roberval. El primer grupo científico notable de Francia se reunía en Aix sobre 1620 en la casa de Claude de Peiresc, un rico eclesiástico y miembro de Parlenment de Provenza.

En Paris, la celda de Marín Mersenne, un fraile mínimo como Gassendi, ofrecía un lugar de reunión a los científicos, siendo este un centro de intercambio de correspondencia científica.

La Academia de Montmor se hundió gradualmente en dificultades financieras, y en 1663 Colbert, ministro de Luis XIV, recibió una solicitud de ayuda basada en que el progreso científico beneficiaria económicamente a Francia.

En 1666 se fundó la Academia de Ciencias de Paris, contando con una veintena de miembros que recibían un salario del Rey. Los académicos eran científicos profesionales que trabajan como un cuerpo en problemas que les planteaban los ministros del Rey. Por el contrario, la Sociedad Real era una asociación autónoma de científicos aficionados que trabajan en sus propios problemas de investigación.

En las provincias francesas se establecieron diversas sociedades literarias y científicas a lo largo del siglo XVII y comienzos del XVIII habiéndose fundado para 1760 unas treinta y siete academias provinciales importantes.

Las sociedades que se ocupaban principalmente de ciencia eran las del sur de Francia, como la sociedad de Montpellier, fundada en 1760, la de Burleos, establecida en 1716, y la de Toulouse, abierta en 1746, todas las cuales estaban afiliadas a la Academia de Ciencias de Paris.

CONCLUSION.

Una revolución implica de manera inmediata, un cambio es por esto, lo representativo de la revolución científica. La misma represento la sustitución del paradigma existente de la ciencia antigua, la cual se vio fuertemente cuestionada por los nuevos lineamientos estipulados por los "teóricos de la ciencia" encaminados primordialmente por Nicolás Copérnico. Tanto así que esto dio lugar a fuertes aplicaciones de la ciencia como tal, en la Creación de asociaciones científicas en el orden de laboratorios, academias, y hasta comunicaciones científicas.

Durante el proceso conocido como Revolución Científica que llevó a la instauración de la ciencia moderna, hemos visto como la filosofía aristotélica propia del Medioevo y que representaba la autoridad de la Iglesia, fue reemplazada por el neoplatonismo; cómo el principio de autoridad que ejercía la Iglesia a través de las Escrituras y los textos, tanto religiosas como filosóficas y científicas, fue reemplazado por otro nuevo criterios de verdad, con la teoría –hipótesis-, y la observación de la realidad; cómo la filosofía y las ciencias se van paulatinamente diferenciando y distanciando hasta convertirse en disciplinas diferentes; en el campo del lenguaje fueron mutando conceptos que facilitaron la comprensión de la realidad, como por ejemplo el concepto de ímpetus en el de inercia, para dar finalmente con la Ley de Gravitación Universal; pero fundamentalmente, la revolución científica representa y contribuyo significativamente a la visión del universo que aun hoy en la actualidad tenemos, y que es uno de los pilares de la modernidad.

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