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Pedro Francisco Bonó (1824-1906)


Enviado por   •  4 de Marzo de 2015  •  1.819 Palabras (8 Páginas)  •  301 Visitas

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Pedro Francisco Bonó (1824-1906)

Desde fines de los años 50, este solitario pensador fue un político liberal orientado por la constitución de un estado federativo, como base de un ordenamiento democrático. Se preocupó por conjugar liberalismo y democracia social, posición que lo condujo a la ruptura con el liberalismo cuando, en los años 80, percibió que socialmente nada lo separaba del conservadurismo y que el desarrollo capitalista iba en perjuicio de las masas trabajadoras y colidía con la realización nacional.

Frente al capitalismo, propuso un sistema basado en la piedad cristiana y en la pequeña propiedad rústica. Con el ánimo de fundamentar su propuesta utópica, incursionó en los estudios históricos. Pero, al abordar los problemas centrales por medio de razonamientos sociológicos. Además de estudios histórico-sociológicos, redactó ensayos destinados a discutir problemas de actualidad. En sus preocupaciones temáticas se puede percibir el matiz diferenciador respecto a los liberales. En primer término, le preocupaba el pueblo, visto desde las raíces, motivo por el cual no redactó textos articulados a la centralidad del poder estatal, sino a la vida de la masa humilde. Concibió la intelección del colectivo como pueblo a partir de sus raíces productivas.

Bonó estudió la sociedad dominicana intentando comprender con simpatía su verdadera composición social y los impedimentos que debía padecer por las élites políticas embebidas de la ideóloga del progreso. Bonó no idealizó las características del pueblo dominicano. Entre ellas se encontraba una propensión a la violencia y al uso de las armas como modo inadecuado de resolver los conflictos. Propuso reformas sociales que pusieran fin a los más diversos males de su época, por ejemplo, planteando el licenciamiento del ejército y creando una Guardia Cívica. En educación, propuso el establecimiento de un sistema educativo nacional que acercara la escuela al ciudadano, no que des territorial izará a los pobres de su poder cotidiano. Como planificador de infraestructuras, percibió la importancia de la apertura de caminos que permitiera a los campesinos transportar sus productos. También se esforzó por comprender los aspectos culturales: quería un ethos dominicano bañado de misericordia y justicia, inspirado en los valores evangélicos y en el pensamiento masónico, tan en boga en los publicistas de entonces.

Puede decirse que Bonó desarrolló su pensamiento como una especie de observador participante. Renunciando a categorías eruditas prefabricadas, su pensamiento y su escritura quieren servir como canales de la voz de los que no eran escuchados por la clase política dirigente y que para él constituían la verdadera base de una nación justa y solidaria. Seguramente haciéndose eco de los ideales socialistas, llamó a estas bases “las clases trabajadoras”. Se trataba de un conglomerado social poli-clasista que se oponía al despilfarro de las finanzas públicas por parte de la clase política dirigente y a la ideología del progreso que introdujo el latifundio cañero en nuestro país, concediendo amplios privilegios y exenciones fiscales al capital transnacional. Fue este proyecto de nación ensoñado por el progreso que convirtió “al ciudadano en peón”, según una acertada frase del mismo Bonó.

Eugenio María de Hostos

Con mayor agudeza que Hostos procedió a revalorizar aspectos del proceso nacional que no podían ser advertidos por el sentido común o la práctica historiográfica narrativa. Se valió de una suerte de síntesis de historia económica, consustanciada con aspectos sociales y jurídicos. No elaboró una síntesis de historia social, sino que se circunscribió a conceptualizaciones.

Partiendo de una condena de las instituciones coloniales ubicó en algunas de sus manifestaciones los orígenes de la estructuración original del colectivo nacional. Por ello, vio en la variante de propiedad colectiva de “terrenos comuneros” el germen del campesinado libre. En la misma tónica, encontró en la mediocridad del hato ganadero un resultado paradójico, en tanto que germen de integraciones culturales, mezclas y nivelaciones sociales. Para sustentar su propuesta democrática rastreó los orígenes de la agricultura de tabaco, puesto que veía en ella un componente de democracia social y recurso alternativo al capitalismo, concluyendo con que mientras el tabaco era “demócrata”, el cacao era “oligarca”. Lo que para los liberales constituía una rémora de atraso, en Bonó adquiría dimensión de originalidad bienhechora, que le permitía esbozar medios para evitar la extensión del proceso de proletarización

La incidencia de Eugenio María de Hostos (1839-1903)

Este sabio puertorriqueño se instaló en República Dominicana en 1879, aprovechando el ascenso al poder de sus amigos liberales comandados por Gregorio Luperón, e inmediatamente se le confió la dirección de la Escuela Normal. Desde el magisterio y la prensa, pasaría a gravitar sobre la intelectualidad, tornándose por antonomasia en “el Maestro”. Con la introducción del positivismo en los medios cultos confirió base teórica al liberalismo. La reforma educativa que promovió desterró la escolástica católica y tuvo efectos creativos en la vida cultural haciendo del espíritu científico la guía filosófica de la intelectualidad. Sus lecciones, recopiladas por sus alumnos dominicanos, renovaron procedimientos y temáticas del quehacer historiográfico.

A pesar de inspirarse en el organicismo de Spencer, lo superó al indicar que la historia ha tenido como sujeto al ser humano, implicando un sentido de historicidad. Además, si bien reconocía una coacción universal, vinculada a la naturaleza humana, la dotada de trascendencia con la idea del bien. Advertía una relación entre sociedad e individuo, aspecto de una teleología que debía conferir sentido a la intervención subjetiva y moralizante. Para él el ser humano tiene capacidad de incidencia en la marcha de los procesos, no obstante la coacción universal, estableciendo conexiones entre política y conocimiento de la historia.

En relación a esas ideas, sometió a cuestionamiento a la modalidad común de conocimiento histórico. La consideró restringida a la legalización de poderes perniciosos por medio de la exaltación de los déspotas, en nombre del progreso. Contrariamente, predicó que el estudio de la historia debe perseguir el conocimiento de los gérmenes en que se sustenta la moral, siendo su basamento la colectividad del pueblo, identificada como sujeto de la historia y del proceso de humanización. Así, cuestionaba el procedimiento narrativo, a fin de postular la intelección de leyes: la realidad social constituye un complejo orgánico que responde a leyes generales, que pueden ser racionalmente objeto de conocimiento.

Enunció, a ese respecto, un sistema de componentes sistemáticos atemporales, como sociabilidad, progreso y civilización, para subrayar la lucha del hombre; en consecuencia, caracterizó el proceso histórico como un escenario espantoso, plagado de confusiones, en pos del afianzamiento del bien. Esto último se acompaña por lo que califica de racionalización, categoría que utilizaba para definir su compleja posición respecto al capitalismo: lo aceptaba como necesidad, al tiempo que condenaba sus manifestaciones por no haberse acompañado de una contrapartida de moralización consciente.

Eugenio María de Hostos (1839) fue, en el ambiente educativo dominicano de finales del siglo XIX y hasta su fallecimiento en 1903, incomprendido, perseguido, criticado y hasta rechazado por sectores y personalidades que intentaban, muchas veces motivados por celos irracionales, impedir la germinación de sus aportes a la educación y al bien social del país.

Innumerables documentos y escritos, muchos de ellos aparecidos en la prensa nacional así lo demuestran. Basta con leer las cartas pastorales de Monseñor Meriño, y los escritos del sacerdote Alejandro Adolfo Noel rechazando las ideas educativas de Hostos y los artículos aparecidos en la prensa firmados por Pelegrín Castillos y Rafael Justino Castillo, en 1901, defendiendo los aportes de quien se consideraban discípulos, para entender lo desgarganté que fueron aquellos años para aquel que justicieramente los dominicanos consideramos como apóstol de la educación.

Vinculado a los propósitos independentistas de Puerto Rico y Cuba, visitó Santo Domingo en 1875 y desde entonces reclamó su condición de dominicano, como lo explicó en carta enviada al periódico La Paz, diciendo que él era dominicano de sentimiento, cubano por obligación, puertorriqueño de nacimiento y latinoamericano de origen, evolución y aspiración[1]. Y aún así, ya en aquellos días hubo quienes lo señalaron como enemigo del país. A las calumnias, casi siempre motivadas por asuntos políticos, contestaba : “Si dicen que intenté crear animosidades internacionales, dígase que intenté defender la nacionalidad contra atentados de la nación que ha emponzoñado la vida de nuestras sociedades latino-americanas”

Se marchó en 1876 y regresó en 1879 cuando el general Gregorio Luperón y su Partido Nacional ascendieron a la dirección del Estado dominicano, tocándole como responsable de la Instrucción Pública, diseñar y organizar el sistema educativo, promover la apertura del Instituto Profesional (hoy Universidad Autónoma de Santo Domingo), y fundar la Escuela Normal (1880), al mismo tiempo que ejercía el magisterio. Sus ideas a favor de la República estaban centrada en su convicción de era “absolutamente indispensable establecer un orden racional en los estudios, un método razonado en la enseñanza, la influencia de un principio armonizador en el profesorado, y el ideal de un sistema superior a todo otro, en el propósito mismo de la educación común”.

Sus planes y conceptos normados por ideas positivistas, encontraron opositores de mucho poder social, religioso y político. Se la acusó de promover una “educación sin Dios”, cuando en verdad perseguía establecer una metodología que desechara el aprendizaje memorístico y privilegiara el uso de la razón y aunque su proyecto educativo pronto comenzó a dar sus frutos, impulsado por las presiones políticas abandonó el país en 1888. En su ausencia sus opositores protegidos en el interés de la dictadura iniciaron la eliminación de los logros alcanzados en años de luchas: cambiaron la Escuela Normal por Colegio Central, introdujeron asignaturas para promover los dogmas de la religión católica y eliminaron “La moral social” “Elementos de sociología” y “Economía política”.

Con el magnicidio del 26 de julio de 1899 terminó la dictadura y un gobierno más tolerable de las ideas, reclamó la presencia de Hostos, quien llegó al país en 1900 y para 1901 era Inspector General de Instrucción Pública. Rodeado de antiguos discípulos trató de rescatar los valores educativos perdidos y a la vez que preparaba a los jóvenes para su futuro profesional y como sujetos sociales y la escuela como instrumento de bien político-administrativo. El 10 de julio de 1901 escribió a la Sociedad Amigos del Estudio: “Tengo la necesidad de recordarles los principios fundamentales en que se basa nuestra doctrina y el deber de preservarlos contra asechanzas que pueden malograr la noble confianza han tenido ustedes” recordándoles los principios del formalismo: el desarrollo graduado de la población por medio de las colonias agrícolas y febriles, aumento y mejoramiento de la producción agrícola para el mercado, establecimiento de ferias urbanas, mercados fronterizos, certámenes regionales y exposición agrícolas.

Entre los principios políticos Hostos destacaba la libertad individual, libertad y autonomía municipal, libertad y descentralización departamental, provincial y regional, libertad nacional asegurada en el régimen civil, simplificación de la administración pública y establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales que consolidaran la independencia.

En cuanto a los pedagógicos, insistía en la enseñanza organizada lejos de la influencia del Estado, escuelas laicas, aprendizaje compulsivo, y la obligatoriedad del Estado y los Ayuntamientos con la enseñanza pública, destacando que en los religiosos y morales se tenía que ser tolerante.

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