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Pensamiento Politico


Enviado por   •  25 de Julio de 2011  •  4.258 Palabras (18 Páginas)  •  1.036 Visitas

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EL SUEÑO DE LA CONFEDERACIÓN DE LOS ESTADOS LATINOAMERICANOS

Solo en esta época de reenquiciamiento y remolde, lograron las hermanas latinoamericanas y caribeñas concretar la vieja aspiración de crear un espacio donde intercambiar opiniones sobre sus problemas comunes y trazar estratégicas para solucionarlos, sin injerencias foráneas.

La conformación de la Comunidad de Estados latinoamericanos y caribeños constituye el paso más sólido dado hacia la integración de los 33 países situados “del Bravo a la fangosa Patagonia”, al decir de nuestro José Martí, y es deudora de un legado incalculable.

Una de las propuestas primarias destinadas a concretar la unidad de las nacientes repúblicas latinoamericanas partió de los próceres venezolanos Francisco de Miranda y Simón Bolívar y centró la atención en la integración por regiones.

Este proyecto implicaba la subdivisión de los territorios situados al sur del río Bravo en cinco confederaciones y fue expuesto de forma más acabada por José María Samper, a mediados del siglo XIX.

El autor del Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición de las Repúblicas Colombianas (1861) defendió el término América Latina, estimuló la superación de la decrepitud heredada del dominio colonial español y la refundación de las otrora colonias en "grupos respetables y homogéneos".

La creación de una Confederación Iberoamericana Internacional, propugnada por Samper, debía aunar a estas naciones "según la demarcación indicada, en lo relativo a la diplomacia, política comercial y consular y manifestaciones en el exterior que las relacionasen con la prensa”.

El contexto que rodeó a este adalid de la unidad latinoamericana lo motivó a sugerir la creación de una confederación de estados mexicanos, otra de las Repúblicas centroamericanas, del Pacífico (Perú, Bolivia, y Chile), del Plata (Argentina, Uruguay y Paraguay) y la Colombiana (Venezuela, Ecuador y Colombia).

Según el filósofo colombiano Miguel Rojas, los presupuestos integracionistas comunes a estas uniones eran el respeto a la situación geográfica natural e histórica cultural compartida y el proyecto de defensa común ante los enemigos externos.

También estos partían del Derecho Público Colombiano y la prohibición de la guerra interna de los Estados miembros, de la alianza perpetua contra las invasiones de filibusteros y naciones extranjeras y de la fraternidad comercial y de navegación.

La iniciativa contemplaba la estructuración de una comunidad oficial completa en el sistema de monedas, pesos y medidas; de un banco similar al sistema monetario refrendado, y el reconocimiento a la ciudadanía común hispano-colombiana, sin pérdida de la originaria.

El mantenimiento del status colonial en Cuba y Puerto Rico incidió en que este omitiera la posibilidad de una sexta confederación, lo que fue defendido años más tarde por los puertorriqueños Eugenio María de Hostos y Ramón Emeterio Betances.

Ambos, junto al haitiano Antenor Fermín, fundamentaron la necesidad e importancia de la integración caribeña, y sus ideas estuvieron en correspondencia con lo que defendía el cubano José Martí. Estos proyectos calaron en el panameño Justo Arosemena, quien abordó la identidad desde el concepto bolivariano de "mancomunidad".

Para el defensor de la creación de la Liga Americana, nada era más "natural que una idea de unión por pactos entre Estados débiles independientes, de común origen, idioma, religión y costumbres, situados conjuntamente en una cierta disposición territorial".

Consciente de la imposibilidad de un solo gobierno continental desde México hasta el Cono Sur, dadas las especificidades de cada área y las circunstancias históricas, Arosemena alimentó la organización de una Confederación de Naciones de Sudamérica.

La alianza proyectada por el panameño presuponía una Asamblea de Plenipotenciarios de las naciones confederadas, derecho internacional de los pueblos del área, derecho internacional privado y el deslinde y fijación de los límites territoriales de los Estados para evitar conflictos fronterizos.

El programa abogaba por una defensa común, arbitraje económico entre los países implicados y reconocimiento de la ciudadanía de sus naturales sin importar lugar de residencia.

En sintonía, Francisco Bilbao alentó a fomentar la unidad de ideas por principio y la asociación como medio entre los latinoamericanos, en tanto el chileno José María Torres Caicedo intentó denotar la identidad cultural y el principio de integración, evidentes antes de la centuria decimonónica.

Durante la Conferencia de 1856 en París, donde se identificó a esta región como América Latina, Bilbao delineó un proyecto integrador en correspondencia con ese concepto y definió que su máxima era la unidad.

"Tenemos que perpetuar nuestra raza americana y latina; que desarrollar la república, desvanecer las pequeñeces nacionales para elevar la gran nación americana, la Confederación del Sur…y nada de esto se puede conseguir sin la unión, sin la unidad, sin la asociación", declaró.

Este pensador concebía como Sur la extensión lógica y cultural del concepto América Latina, similar a lo reflejado por otros hombres de ideas en esta parte del mundo.

La Confederación Latinoamericana o de Repúblicas del Sur, según Bilbao, partía de los "intereses geográficos, territoriales, la propiedad de nuestras razas, el teatro de nuestro genio, (porque) todo eso nos impulsa a la unión, porque todo está amenazado en su porvenir". A tono con su tiempo, este chileno temía a los ánimos de reconquista europeos y al expansionismo continental impulsado desde Washington.

La Gran Nación de Naciones, refiere el filósofo mexicano Leopoldo Zea en su obra Fuentes de la cultura latinoamericana, debía fundarse sobre la base de un congreso general de representantes y legisladores y de un código de derecho internacional. Además, debía partir de un pacto de alianza federal y fuerza militar conjunta, una economía basada en un pacto comercial, eliminación de aduanas nacionales internas, un sistema de pesos y medidas comunes y un sistema de presupuestos.

Esta propuesta implicaba también la delimitación de territorios y fronteras, el reconocimiento de la soberanía popular, la elección democrática para los representantes del Congreso General por la suma de los votos individuales y no por la suma de votos por cada nación. A su vez, sugería separar la Iglesia y el Estado, la ciudadanía universal latinoamericana, un sistema de educación universal para las repúblicas participantes y la fundación de una universidad que enseñase la historia continental, sus

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