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Enviado por   •  9 de Junio de 2014  •  2.193 Palabras (9 Páginas)  •  193 Visitas

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ANTECEDENTES HISTORICOS DEL FASCISMO

El Fascismo

El fascismo histórico nace de en un clima agitado en el que un sector de la sociedad italiana exige que el país intervenga en la Primera Guerra Mundial. Esa actitud crea especialmente tensiones dentro del Partido Socialista en el que ha emergido la figura de Benito Mussolini que, finalmente termina fundando un periódico belicista que constituirá la médula originaria del fascismo.

El papel de Italia en la I Guerra Mundial fue bastante deslucido desde el principio. Inicialmente, el país estaba ligado al Reich Alemán y al Imperio Austro-Húngaro, constituyendo la “tercera pata” de la llamada Triple Alianza. Este pacto fue un producto del diseño internacional plasmado por el canciller Otto von Bismarck que unió inicialmente a los dos países germánicos a los que más tarde se uniría Italia. El ingreso de Italia se produjo tras la negativa del Imperio Ruso a integrarse en una alianza defensiva a causa de sus desavenencias con Viena. Esto ocurría en 1887.

Un vistazo al mapa de Europa de la época indica que los firmantes de este pacto ocupaban un lugar axial en Europa y por eso fueron conocidos como “imperios centrales”. La alianza era, a fin de cuentas, un mero pacto defensivo destinado a aislar a Francia y contener su espíritu de revancha después de la derrota de Sedán y de la guerra franco-prusiana. Italia siempre ocupó un papel secundario sino marginal en la Alianza. De hecho, si Italia terminó integrándose fue a causa de la oposición francesa al establecimiento del poder italiano en Somalia y en Túnez (1).

Sin embargo, el pacto, desde el principio tenía puntos de fricción, especialmente por la tensión entre Italia y Viena a causa de la disputa por el Trentino. De esta disputa surgió el término “irredentismo” que indica la aspiración del pueblo italiano a completar su propia unidad nacional ante la permanencia de territorios más o menos grandes en manos de potencias extranjeras (2). Desde el principio, el “irredentismo” adquirió un carácter anti-austríaco que reivindicaba la italianidad del Trentino y de la Venezia Giulia que los azares de la historia habían dejado en manos vienesas (3).

Los “irredentistas” no dejaron de poner palos en las ruedas y torpedear a la Triple Alianza. Si Italia se mantuvo dentro de este pacto fue porque estimaba que sus otros dos socios podían contribuir y apoyar la creación de un imperio italiano. A pesar de que el pacto fue ratificado en varias ocasiones, la última vez en 1913, en el atrio de la I Guerra Mundial, lo cierto es que, el aumento de la presión irredentista, hacía cada vez más incómoda la posición italiana y en ese contexto de oposición irredentista a Austria-Hungría nació el movimiento intervencionista italiano (4).

La Triple Alianza fue solamente una alianza defensiva antifrancesa que no implica necesariamente que al iniciarse las hostilidades entre Alemania y Austria-Hungría con Francia, Italia debiera comprometerse en el conflicto. Cuando finalmente lo hizo en 1916, se alineó precisamente con la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) y fue, precisamente, en los dos años que median entre el inicio del conflicto (1914) y la entrada de Italia en guerra cuando emerge la figura de Mussolini.

Francia, percibiendo que Italia era el eslabón más débil de la Triple Alianza, en los veinte años que precedieron al estallido de la I Guerra Mundial se dedicó a hacer bascular a Italia hacia el neutralismo. Tal fue el objetivo del viaje del presidente francés Émile Loubet a Roma el 26 de marzo de 1904 que siguió a la visita que el Kaiser alemán Guillermo II había realizado a Italia apenas un mes antes. El Kaiser se encontró con Víctor Manuel III en el golfo de Nápoles, justo cuando en Innsbruck se producían incidentes antiitalianos protagonizados por estudiantes austríacos, en el marco de un clima de tensión creciente (5). Antes se habían producido conversaciones entre Italia y Francia que garantizaron la neutralidad italiana en el conflicto (6). Iniciado éste, Italia tardó poco en proclamar su neutralidad (3 de agosto de 1914) cuando gobernaban los conservadores; uno de ellos, Giolitti, en un alarde de eclecticismo, opinaba que lo importante no era con quien se entraba en guerra o a favor de quien se favorecía con la neutralidad: todo consistía en las ventajas que ofreciera cada parte (7).

Italia se dividió en una gran mayoría indiferente y apática mientras que surgían grupos intervencionistas muy ruidosos, ubicados especialmente entre las fuerzas democráticas que optaron por promover la participación en el conflicto del lado de los alados, proclamando la necesidad de un cambio de alianzas. Finamente, en la primavera de 1915, el gobierno italiano realizó una nueva ronda de conversaciones con la Entente (Francia, Gran Bretaña y Rusia) que concluyeron en la firma del Pacto de Londres (26 de abril) que, con la habitual alusión a las “justas compensaciones”, Italia se comprometía a declarar la guerra al Imperio Austro-Húngaro antes de la llegada del verano. El mes previo a la declaración de guerra, las manifestaciones intervencionistas se sucedieron de manera vertiginosa sin que lograran generar excesivo entusiasmo entre la población. El belicismo fue cosa de minorías… pero esas minorías son las que encontramos precisamente en las distintas componentes que dieron lugar al fascismo:

- De un lado los miembros de la Associazione Nazionaliste Italiana (Asociación Nacionalista Italiana) (8).

- De otro los socialistas, Nenni, Anselmini y, por supuesto, Mussolini.

- También antiguos anarquistas y sindicalistas revolucionarios (9).

- Y, finalmente, núcleos de intelectuales y artistas entre los que se encontraban los futuristas de Marinetti y los irredentistas de D’Annunzio

Las motivaciones de cada uno de estos grupos eran distintas. Los procedentes de la izquierda justificaban la entrada en guerra por la defensa de la democracia y, por tanto, contra Alemania y Austria-Hungría a los que consideraban como dictaduras feudales. En cuanto a los núcleos intelectuales y nacionalistas eran más proclives a enarbolar argumentos irredentistas y patrióticos.

Las primeras manifestaciones intervencionistas se habían iniciado dos años antes de la entrada de Italia en el conflicto (el 16 de septiembre de 1914) organizadas en Milán por los futuristas.

Sin embargo, a partir del desencadenamiento de las hostilidades se demostró ampliamente que Italia no estaba preparada para un conflicto de esa envergadura. La primera ofensiva

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