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Tarquinio El Soberbio


Enviado por   •  9 de Febrero de 2012  •  2.784 Palabras (12 Páginas)  •  1.083 Visitas

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Tarquinio

El Soberbio

Comenzó inmediatamente a reinar Lucio Tarquinio, a quien dieron el sobrenombre de Soberbio, porque, yerno del asesinado, prohibió que se diese sepultura al cuerpo de su suegro, diciendo una y otra vez que Rómulo también había quedado insepulto. Hizo asesinar a los principales senadores que habían favorecido el partido de Servio y rodeó su persona de gente armada; y es que para asegurarse el derecho a reinar, no contaba más que con la fuerza, ya que ni el mandato del pueblo ni la voluntad de los senadores habían intervenido en su exaltación al poder. Él solo decretó penas de muerte, condenas de destierro y confiscación de bienes, no sólo de los sospechosos o de los que odiaba, sino de aquellos que únicamente podían proporcionarle una rica presa. Procuraba principalmente conciliarse la amistad de los latinos y, entre otros hechos, dio en matrimonio su hija a Octavio Mamilio, natural de Túsculo, personaje principal entre este pueblo.

Ya era grande la autoridad de Tarquinio entre los próceres latinos, cuando les ordenó congregarse en un día determinado a fin de tratar de sus comunes intereses. Acudieron en gran número al amanecer; el propio Tarquinio se mantuvo ausente durante el día. Turno Herdiondo, oriundo de Aricia, había lanzado feroces ataques contra el monarca ausente. Mientras aquel hombre turbulento hablaba poseído de ardor, se presentó Tarquinio. Se volvieron todos hacia el recién llegado que, habiéndole aconsejado los que se hallaban próximos que justificase su retraso, dijo que había pasado todo el día resolviendo una querella entre un padre y su hijo. Turno no quedó contento con esta explicación, infirió graves palabras al monarca y se retiró de la asamblea. Tarquinio lo tomó a mal y decidió acabar con el sedicioso. Mediante falsas pruebas e injurias acusó al pobre inocente de tramar la muerte de los principales de la reunión, para lo cual hizo revisar el lugar donde moraba y se encontraron gran cantidad de armas, discretamente colocadas el día anterior por el mismo Tarquinio. Tan terrible indignación estalló ante el espectáculo de las espadas expuestas a los ojos de todos, que sin formación de causa dieron muerte a Turno sumergiéndolo en unas aguas, con un zarzo lleno de piedras al cuello.

Llamados los latinos a nueva asamblea, Tarquinio felicitó a los participantes por haber inflingido la pena merecida al traidor y renovó el tratado con los pueblos representados. Más tarde inició contra los volscos una guerra que debía prolongarse mas de doscientos años después de su muerte, y les arrebató por la fuerza la ciudad de Suesa Pomecia. Fue tan grande el botín, que decidió entonces edificar en honor de Júpiter un vasto templo, en el lugar que su padre Tarquinio Prisco había delimitado para tal propósito.

Lo tuvo, luego, ocupado la guerra contra Gabios, ciudad cercana. Habiéndola atacado por la fuerza y viéndose rechazado de sus murallas, sin posibilidad de sitiarla, se valió del engaño y la traición, artes indignas del carácter romano. Mientras simulaba abandonar la guerra, su hijo Sexto, el menor de los tres que tenía, se pasó de acuerdo con él a Gabios, quejándose de la intolerable crueldad de Tarquinio. Fue recibido por la ciudad y comenzó a tomar posiciones cada vez más importantes, hasta que terminaron por elegirlo jefe del ejército que sería conducido contra la propia Roma. En ese momento, Sexto envió a su padre unos mensajeros para preguntarle que debía

hacer entonces. No dio el rey ninguna respuesta de palabra al mensajero, porque no lo consideró suficientemente seguro; sino que trasladándose a los jardines del palacio, seguido del emisario, comenzó a pasear en silencio, mientras cortaba con una varilla las amapolas quesobresalían. Cansado de preguntar y de esperar una respuesta, volvió el mensajero a Gabios, donde se encontró con Sexto y le refirió todo cuanto había visto. El joven inmediatamente entendió la voluntad del padre e hizo perecer a los principales de la ciudad, mediante acusaciones públicas y asesinatos secretos. Entonces vino la ciudad, ayuna de dirección y auxilio, a caer en poder, sin resistencia alguna, del monarca romano.

Conquistada Gabios, Tarquinio hizo la paz con el pueblo ecuo y renovó el pacto con los tuscos. Consagró luego su atención a los trabajos interiores de la ciudad, el primero de los cuales fue la construcción en el monte Capitolino de un templo consagrado a Júpiter. Es fama que al iniciarse los trabajos se manifestó la voluntad de los dioses para indicar la grandeza del poderío romano, porque al abrir los cimientos del templo, se descubrió una cabeza humana con su rostro completo, aparición que señalaba aquel lugar como imperio y cabeza del mundo.

Consagrado por entero a la terminación del templo, recurrió a los caudales públicos así como a los brazos de la plebe, la cual, aunque este trabajo venía añadírsele al de la milicia, no juzgó pesada carga construir tempos para los dioses. La empleó más tarde en la realización de otras obras menores como la construcción de mercados en el Circo y la de la Cloaca Máxima, receptáculo subterráneo de todas las inmundicias de la ciudad, obra de gran magnificencia. Adiestrada la plebe en estos trabajos y pensando Tarquinio que una población numerosa constituye, cuando no se la utiliza en algo, una carga para la ciudad, envió como colonos a varios de los habitantes a las ciudades de Signia y Circeya.

En medio de estos trabajos hizo su aparición terrible prodigio: una serpiente, reptando desde una columna de madera, sembró el espanto y la fuga en el palacio, y llenó de angustiosas preocupaciones el espíritu del monarca. Era costumbre consultar con ocasión de los prodigios públicos a los adivinos etruscos, pero como aquel parecía tener un carácter privado, decidió Tarquinio acudir al famoso oráculo de Delfos. Envió a Grecia a sus dos hijos, Tito y Arrunte, a los cuales se unió, como compañero Lucio Junio Bruto, hijo de Tarquinia, hermana del rey, y joven de carácter muy distinto del que por disimulación ostentaba. Sabedor de que los principales de la ciudad habían sido asesinados por orden de Tarquinio, decidió no dar motivo con su conducta a los recelos del monarca ni despertar con sus bienes la codicia del mismo, sino buscar en la insignificancia y el desprecio una seguridad que el derecho sólo podía ofrecerle en muy escasa medida. Así pues, fingió ser necio de propósito, y habiendo entregado su propia persona y sus bienes en manos del rey, admitió que se le diese el sobrenombre de Bruto, ocultando su valor bajo el manto de esta denominación.

Conducido entonces a Delfos, más como objeto

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