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Teorias Del Estado Benefactor


Enviado por   •  19 de Octubre de 2013  •  1.333 Palabras (6 Páginas)  •  671 Visitas

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La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, sirvió de sustento desde lo económico de lo que se llamó el Modelo del Estado Benefactor, que trataba de disminuir las diferencias sociales. Es decir, el Estado Benefactor Keynesiano tiene su origen en la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, la cual se considera el trabajo magistral del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946). El libro es visto como la fundación de la Macroeconomía Moderna. Es decir, en gran medida, creó la terminología de la moderna Macroeconomía. Se publicó en febrero de 1936, en una época marcada por la Gran Depresión estadounidense. Su teoría general, desencadenó una revolución en el pensamiento económico, llamada la “Revolución Keynesiana”, en la forma en que los economistas (Clásicos), pensaban en el fenómeno económico y especialmente en cómo pensaban acerca de la viabilidad y conveniencia de la gestión del sector público, y del nivel agregado de la demanda en la economía. Sus ideas tuvieron un fuerte impacto en las teorías económicas y políticas modernas y también en las políticas fiscales de muchos gobiernos. Estaba a favor de una política de intervencionismo estatal, a través del cual el Estado utilizaría medidas fiscales y monetarias con el objetivo de mitigar los efectos adversos de las recesiones, depresiones y períodos de auge económico. Se considera como uno de los principales fundadores de la Macroeconomía Moderna. De igual manera, las teorías de Keynes fueron tan influyentes, que actualmente existe todo un subcampo de la Macroeconomía llamado Economía Keynesiana, donde se discuten sus teorías y las aplicaciones de éstas.

El pensamiento keynesiano estuvo en contraposición en algunos puntos con el pensamiento clásico, ello implicó una ruptura entre Keynes y los Clásicos, es decir, un cambio de paradigma, entre ellos se tienen:

La Teoría Económica Clásica está basada en el supuesto del empleo total del trabajo y de los factores de producción. Puede haber períodos que se aparten del empleo total, pero éstos se consideran como anormales. Si bien en alguna época no hay realmente empleo total, la Teoría Clásica afirma que siempre hay una tendencia hacia el empleo total. La situación normal es un equilibrio estable de empleo total. Si la perturbación persiste, la escuela clásica le atribuye a la interferencia de los gobiernos o los monopolios privados en el libre juego de las fuerzas del mercado. (Dillard: 1980:18).

El mismo autor señala, que en contraste con este planteamiento, Keynes considera que la situación normal del capitalismo del laissez faire es un nivel de empleo fluctuante. La finalidad primordial de la Teoría de Keynes consiste en explicar lo que determina el volumen de empleo en cualquier momento. La Teoría Clásica presupone el empleo total y prosigue explicando cómo se adscribe a la producción un volumen total dado de elementos y cómo se distribuye la renta derivada de la producción entre los diferentes tipos de elementos que participan en la producción. Las fuerzas del mercado que adscriben los elementos a la producción y determinan las recompensas en la distribución son la oferta y la demanda. Las relaciones generales de la oferta y la demanda determinan los valores relativos de los elementos de producción y de las mercancías singulares. Expresados en términos de dinero, estos valores son los precios, y el sistema que fija los precios es el mecanismo planificador inconsciente que guía a los particulares, al perseguir los rendimientos individuales máximos, a poner en juego y sin reserva la totalidad de los medios del sistema económico. Esta es brevemente esbozada, la célebre Teoría del Valor, de la Distribución y la Producción, que constituye el núcleo de la Teoría Económica Clásica.

Asimismo, Keynes estaba en contraposición con la Teoría Clásica sobre el Empleo, donde ellos asocian el equilibrio con el pleno empleo. Señalaban que las altas tasas de desempleo representaban un problema pasajero, originado por las fluctuaciones económicas y el desequilibrio a corto plazo, es decir, según los Clásicos, la economía de mercado tiene una tendencia natural a desplazarse hacia el pleno empleo y habrá pleno empleo, siempre que la economía esté en equilibrio.

En cambio, la Teoría Keynesiana plantea, que la economía puede caer en un equilibrio con desempleo masivo, que implicaría un período prolongado de demanda agregada inadecuada y altas tasas de desempleo. Igualmente, Keynes señalaba que la causa real del desempleo era el insuficiente gasto en inversión.

En otras palabras, la Teoría General del Empleo de Keynes, se ocupa de las variaciones del volumen de producción y del empleo en el sistema económico en su conjunto como resultado de las fluctuaciones en la cantidad de los medios de producción empleados. La aceptación del empleo total como una situación normal de una economía de cambio, se justifica en la teoría económica clásica, mediante el supuesto de que la oferta crea su propia demanda. Este supuesto está basado en la Ley del Mercado de Say. Es decir, todo lo que se produce, se consume o se demanda, esta ley constituye una negación de la posibilidad de una superproducción general, esto es, una negación de la posibilidad de una deficiencia de demanda adicional. En una economía de cambio, la Ley de Say significa que el gasto siempre será suficiente para mantener el empleo total. La justificación clásica del empleo total como normal se basa en el supuesto de que la renta se gasta automáticamente a un ritmo que mantendrá empleados todos los medios de producción.

En ese mismo orden de ideas, Wonnacott (1993), señala, “que los autores clásicos siempre han tendido a considerar como voluntario el desempleo, aún el cíclico y el estructural” (p. 149). En efecto, pensaban que esas formas de desempleo se deben a que los trabajadores que han perdido sus antiguos puestos se niegan a ir a trabajar en otra parte, con un nivel más bajo de salarios. Es por ello, que Pigou (economista clásico), en su Teoría del Desempleo (1933), había sostenido que el volumen de empleo dependía de una tasa de salarios reales y de la curva de la demanda de mano de obra, para él, la baja de los salarios reales debía ser uno de los correctivos utilizables contra el desempleo. Ellos consideraban el desempleo como una manifestación de desequilibrio momentáneo, excepcional (p.261).

Para Keynes, por el contrario, los desempleos cíclicos (períodos de depresión cíclica) y estructural (cuando ciertas ramas de la producción son abandonadas y el trabajador está largos periodos de tiempo sin empleo), son “involuntarios”, es decir, no se deben a la negativa obrera de trabajar en ciertas condiciones, sino al mecanismo mismo de la economía de nuestro tiempo, no podría remediarse con una baja de salarios, ya que también los salarios son rígidos hacia la baja, el desempleo se debe a una insuficiencia crónica de la demanda efectiva, esta insuficiencia es la que limita las inversiones, y por lo tanto, el nivel de la ocupación.

Según Dillard (ob. cit.), el punto de partida lógico de la Teoría de la Ocupación de Keynes, es el Principio de la Demanda Efectiva. El empleo total depende de la demanda efectiva total (y ésta se compone de dos partes: el gasto para el consumo y el gasto para la inversión), donde el paro es el resultado de una falta de demanda total. La demanda efectiva se manifiesta en el gasto de la renta. Cuando el empleo aumenta, aumenta la renta. Es decir, para que haya una demanda suficiente para mantener un aumento en el empleo, tiene que haber un aumento en la inversión real igual a la diferencia entre la renta y la demanda de consumo procedente de esa renta. En otras palabras, el empleo no puede aumentar, si no aumenta la inversión. Esta es la médula del principio de la demanda efectiva.

Keynes pensaba que la economía estaba caracterizada por una insuficiencia de demanda efectiva. Por ello, según Wonnacott (ob. cit.), las causas de esta insuficiencia le parecían múltiples, pero tres de ellas le fueron de mayor importancia: la disminución progresiva de la propensión marginal a consumir, el decrecimiento de la eficacia marginal del capital y el exceso de la preferencia por la liquidez.

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