Una Historia Para Reflexionar Sobre La Violencia De género

n el sector donde residí por muchos años era común escuchar los gritos de mujeres algunas noches por estar sometidas al maltrato físico por parte de sus maridos. Allá donde nadie escuchaba y las autoridades nunca llegaron, recuerdo esa señora, de unos 30 años, clamando por auxilio al recibir los golpes que le propinaba su esposo. Yo inmóvil en mi cama no podía hacer nada.

Aunque sentía la impotencia de querer defenderla, no podía, solo tenía nueve años. Aún tan “pequeña” pensaba en lo cruel de aquel señor, dos años menor que ella que llegaba borracho, luego de una noche “loca” en alguna discoteca de mala muerte de la ciudad capital.

Sin embargo, eso no era lo más lacerante, sino los gritos de sus tres hijas, con edades entre cinco y nueve años, quienes llorando despavoridas tenían que salir de la casa de madrugada, al ver como su padre entre galletas y trompadas derribaba en el suelo a su madre, adornándola con una lista de insultos que más que ofenderla la convertían en una víctima más de la violencia que viven gran parte de los hogares dominicanos.

Esto sucedió para 1995, pero esa fecha se repite en mi memoria cada vez que sé de alguna mujer que muere víctima de la violencia de género que se ha convertido en una de las principales causas de muertes violentas en la República Dominicana.

Y es que terapias psicológicas, separarse por un tiempo de la pareja, dejar sus niñas abandonadas sin saber que comerían al día siguiente es solo algunas de las acciones que tuvo que ejecutar “Paty” para poder salir de este círculo de violencia que vivió por 17 años de su vida, sin derecho a sentirse amada, respetada, valorada, pero sobretodo, defendida. No solo por los vecinos que no se meten en “pleito de marido y mujer”, sino por las autoridades, quienes a pesar de que nunca puso la denuncia, en ese momento no tenían ninguna campaña de educación para hombres que, como “Rodrigo”, vulneraban el derecho de sus compañeras a la integridad física y emocional, ni tampoco lugares donde orientar a las mujeres que vivían esta situación.

Así, con este panorama, transcurría la vida de estas tres niñas, “Digna”, “Dania” y “Cristina”, quienes nunca entendieron por qué tuvieron que presenciar cada escena de dolor de esa película de horror que protagonizaron sus padres cada fin de semana, luego de la salida a alcoholizarse de su padre.

Esta es la situación de todos los hijos de las parejas que viven bajo la violencia de género, pues en la mayoría de las publicaciones se habla de las víctimas, quienes son las mujeres, pero rara vez se mencionan los hijos que, en muchos casos, replican este tipo de conducta: los varones como agresores y las mujeres como víctimas, lo que lleva a pensar en actuar rápido para combatir este flagelo social que en la actualidad es grave, pero que de no detenerse podría ser una sentencia de

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