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ANALISIS CONTRA LA PARED


Enviado por   •  18 de Agosto de 2013  •  6.168 Palabras (25 Páginas)  •  1.234 Visitas

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CONTRA LA PARED

Estado de la Educación en México 2009.

Es común afirmar que la educación es la clave del desarrollo. En nuestro país hay un déficit de claridad y de honestidad al respecto. La escuela no está condenada a repetir las limitaciones de la comunidad que la circunda; está llamada a ser el proyecto de la comunidad, no su reflejo. Como dice nuestro lema: Sólo la educación de calidad cambia a México. Existe tolerancia con procesos y resultados mediocres, que raya en la irresponsabilidad; si no nos involucramos decididamente en la trasformación educativa, estamos todos poniendo a los niños y adolescentes de México contra la pared.

La educación es importante, tanto para los individuos como para los gobiernos. El alcance del grado de bachillerato esta predicho por los niveles de logro académico en primaria y secundaria. La inversión gubernamental en la mejora de los resultados educativos genera retornos económicos reales. Se sabe que es la educación pública el espacio privilegiado para que tal proyecto se haga explícito y concreto. Poner a los alumnos contra la pared es una práctica común en muchos sistemas educativos donde la pared es el cierre de las oportunidades vitales. La educación es el derecho a alcanzar la plenitud de capacidades para la vida por obra del aprendizaje significativo y continuado.

Cada año, la Presidencia de la República incluye un apartado con el reporte de avance en el cumplimiento del Plan Sectorial de Educación, que subraya multitud de cifras que refieren el crecimiento en volumen: más estudiantes, más planteles, más becas.

En el sistema educativo mexicano se nota una preocupante disminución del número de estudiantes por cada generación de la misma edad cronológica, a medida que se progresa en los ciclos escolares. Ya hacia el último día de la escolaridad obligatoria, en tercero de secundaria, están fuera de la escuela o en rezago 38 adolescentes de esa misma generación. Con los últimos datos disponibles consolidados, más de la mitad de los jóvenes mexicanos de 15 a 18 años están por completo fuera de la escuela. La “cobertura casi universal de educación básica” es un constructo que se aviene poco a la transparencia precisa. En el Programa Sectorial de Educación (SEP, 2007) se afirma que para el final del sexenio, las cifras de 99%, 68% y 30% respectivamente como metas de cobertura para primaria, secundaria y bachillerato. Cada generación llega herida a los espacios en los que la escolarización comienza a rendir sus mejores frutos para ampliar las oportunidades personales y colectivas, que son las etapas del bachillerato, el profesional técnico y la licenciatura.

Es grave que encontremos a niños que interrumpen su asistencia a la escuela, pero es más grave descubrir que hay hogares en los que se agolpa esta situación para varios hijos, mientras que los mismos padres son analfabetas o personas que no concluyeron la educación básica. Más que una mayor “inclusión educativa” que avanza con pequeños pasos tímidos, se necesita que todo el sistema responda a una visión de “educación incluyente”: de fondo, toda ella, por principio ha de ser incluyente. La atención a alumnos en riesgo es imprescindible para cualquier sistema educativo público y en México se vuelve una clave para calificar el trabajo de la autoridad educativa. El sistema tiene que incluir en el conocimiento, la escuela ha sido una de las instituciones más eficaces, porque la verdadera inclusión es da en el conocimiento. Es necesario superar la idea de inclusión como incorporación al sistema educativo y reemplazarla por inclusión al conocimiento. Hoy educación de calidad quiere decir educación que permita a todos la inclusión en el conocimiento válido. Los sistemas escolares se organizaron para diseminar en la sociedad el modelo de conocimiento racional del Iluminismo, y tuvieron éxito en ello. En la actualidad, es comparable a lanzar una moneda al aire: hoy en México para cada alumno las posibilidades de alcanzar un trayecto escolar completo son de 50/50, cuando en el texto explícito del Artículo 3º Constitucional, se hace el compromiso de asegurar el derecho a la educación básica para toda la población. La educación incluyente o es de calidad, o sencillamente no es.

Las pruebas EXCALE (diseñadas por el INEE) y ENLACE (diseñadas por la DGEP) trazan un panorama muy preocupante. Según los estándares mexicanos se puede calcular que entre un cuarto y la mitad de los estudiantes mexicanos de cada grado no alcanzan el nivel elemental. Si revisamos el tercero de secundaria, la proporción de alumnos situados en nivel insuficiente alcanza el 55.1%; para el último año de bachillerato, la proporción es de 46.5%. Como país miembro de la OCDE, México participa en el Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes, (PISA). En donde se establece que lo más relevante de los resultados de México no está en el ranking, sino en la distribución de los niveles de logro.

En la discusión internacional, las afirmaciones son severas: cantidad sin calidad puede significar simulación (PREAL, 2006). Tener una generación herida tanto en cantidad como en calidad educativas hace que incluso las estrategias de transferencia económica se queden sin efecto notable si no se avizora un umbral de calidad elemental.

No basta cursar individualmente muchos años de escolaridad, pues no va a ser significativa para el nivel de ingreso posterior. En el extremo superior, aquellos estudiantes mexicanos que alcanzan el parámetro internacional de lo que se considera excelente, también tenemos motivos para la consternación. Expandir los años de escolaridad promedio de los mexicanos, sin que simultáneamente vaya aumentando la proporción de alumnos de alto desempeño, no nos va a alcanzar para activar el desarrollo.

Sólo cuando el paso por el sistema educativo permite desarrollar altas capacidades cognitivas y dichas capacidades se aplican a trabajos sustantivos de innovación y redistribución, entonces el crecimiento económico y la ampliación de nuevas posibilidades de un país como el nuestro pueden ir al paso de la dinámica mundial. La calidad, así, no es simplemente un atributo deseable de la educación, sino un rasgo imprescindible, indivisible, consustancial a la consideración de la educación como un derecho. El derecho a la educación no se reduce al derecho al acceso, sino que incluye el derecho a la permanencia, al tránsito regular y a los resultados equivalentes. Es decir, es el derecho a aprender a lo largo de la vida. Estar contra la pared, por los déficits de cantidad y calidad, es una violación sistemática del derecho a la educación. En México: “hay una cobertura casi total de la demanda de educación básica” vs. “el derecho

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