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Diferentes Aspectos Y Formas Del Amor


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  3.827 Palabras (16 Páginas)  •  733 Visitas

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A lo largo de la historia de la humanidad amantes, filósofos y poetas se han preguntado y han intentado explicar qué es el amor, cuál es su origen, cuál es la razón de sentirlo, y recurrieron a muchas diferentes hipótesis para responderlo.

Al amor es una pasión que puede generar tanto plenitud y felicidad en la persona que lo padece, como también profundas tristezas.

Sin embargo, este sentimiento tan característico de la naturaleza humana, no solo se trata del tradicional amor de un hombre hacia una mujer que desea pasar el resto de la vida con su pareja (o de una mujer a un hombre), también se ha recurrido, en este caso en la literatura, al amor por un amigo, por objetos materiales y sin vida, por lugares, por creencias, por Dios, por la patria, por el arte, entre muchos otros. Además existen amores efímeros y amores duraderos, amores prohibidos y amores permitidos, amores correspondidos y no correspondidos, amores sinceros y amores engañosos e interesados.

En este trabajo nos centraremos en sólo algunos de ellos, que han sido representados en las obras literarias de Francisco de Quevedo, Roberto Fontanarrosa, Garcilaso de la Vega, Felisberto Hernández, Miguel Hernández y Federico García Lorca, analizándolos y determinando de qué tipo de amor son ejemplo en cada uno de los casos, lo que dependerá del estilo del autor, así también como de sus experiencias, del tiempo, del espacio y del contexto social.

Comenzaremos con las obras de Garcilaso de la Vega: el Soneto XIII, el Soneto XXIII, y la Égloga I.

En general, en los textos de este autor, quien desarrolló su obra en la primera mitad del siglo XVI, el yo poético aparece profundamente adolorido a causa del amor que siente, ya sea porque no le es correspondido, o por la ausencia o la muerte de su amada.

Así, por ejemplo, en el “Soneto XIII” retoma el final del mito griego de “Apolo y Dafne”. En este relato Apolo, tras haberse burlado del dios Eros recibe como castigo una de sus flechas de oro, las cuáles incitaban un profundo amor, por lo que no tardó en sentirse perdidamente enamorado de la ninfa Dafne. Ella, a su vez, había sido herida por una flecha de hierro de Eros, que le produjo sólo odio hacia Apolo, del que huía desesperadamente. Entonces la ninfa le pidió ayuda a su padre, que solo encontró una solución para ella: la convirtió en un laurel. Este árbol crecería regado por las lágrimas de Apolo, que le juró amarla eternamente y utilizó sus poderes de eterna juventud e inmortalidad para que esté siempre verde. Y es por esto que en el soneto de Garcilaso encontramos a Apolo llorando su amor imposible, e incluso, irónicamente, con su llanto hace crecer la causa de su dolor. “¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, / que con llorarla crezca cada día / la causa y la razón por que lloraba!”

En el “Soneto XXIII” también se describe el amor como sufrimiento. En este caso, Garcilaso ha expresado su propio pesar por el amor imposible que sentía hacia Isabel Freyre, a quien le dedicó gran parte de su poesía. En esta obra también se hace alusión al prototipo de belleza femenina que existía en el Renacimiento: “En tanto que de rosa y azucena / se muestra el color en vuestro gesto (...) y en tanto que el cabello, que en la vena / del oro se escogió...” . En estos versos describe a una mujer rubia, de piel blanca y mejillas rosadas, como inalcanzable por estas mismas características. En el soneto se trata al amor como algo tan efímero como la belleza física; el poeta invita a la dama a disfrutar de sus atributos y a corresponderle el amor que él le ofrece antes de que su belleza se pierda con el paso del tiempo. Con la primavera hace referencia a la juventud, que inevitablemente dará paso luego al invierno, del que ni siquiera la belleza perfecta de la mujer amada podrá escapar. “Coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre.”

Nuevamente encontramos los sentimientos de De la Vega reflejados en la obra “Égloga I” en la que representa su sufrimiento por el casamiento de Isabel con otro hombre y luego el dolor que le causa su muerte, a través de las confesiones de Salicio y Nemoroso. Este es un verdadero amor duradero ya que fue más allá de las circunstancias y de los límites de la vida sin importarle no ser correspondido. Con esto se diferencia del “Soneto XXIII” en el que el amor es en gran parte superficial, ya que solo valora la belleza física de la mujer, propia de la juventud, convirtiendo a esta pasión en algo tan efímero como la primavera.

Así podemos ver en las tres obras de Garcilaso de la Vega una tendencia muy marcada a expresar el lado doloroso del amor, donde la persona que lo padece llega al límite da la locura al ver que no encontrará una respuesta a su entrega de parte de su amada. Hasta llega a acusarla de insensible y dura, de haberse vuelto fría con su amante, por no corresponderle el amor que por ella siente y en cambio dedicárselo a otra persona: “¡Oh más dura que mármol a mis quejas, / y al encendido fuego en que me quemo / más helada que nieve, Galatea!” . Al final de su relato Salicio concluye diciendo que luego de haberla perdido a ella, nada más tiene importancia, prefiere perder esos terrenos que tanto amaba por haber sido escenario de alegres momentos, porque sin el amor de su amada nada tiene valor; por esto decimos que estamos hablando de un amor no correspondido, y duradero, ya que la pasión del pastor no disminuye con el paso del tiempo. “yo dejaré el lugar do me dejaste / ven, si por sólo esto te detienes / (...)/ Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo) / al que todo mi bien quitarme puede / que pues el bien le dejo, / no es mucho que el lugar también le quede.”

En el relato de Nemoroso, éste se lamenta y llora la muerte de su mujer, a quien extraña con mucho dolor por haberla perdido antes de tiempo, deseando haber sido él el que cayera en las garras de la muerte. Seguimos viendo así el lado más sombrío del amor, y lo que es capaz de hacer con una persona cuando sus sentimientos le juegan en contra al sentir tan lejana la posibilidad de volver a abrazar a la que fue su compañera de por vida, de volver a sentirla, sometiéndolo a la más profunda depresión y angustia, cuando en realidad debería ser un sentimiento inmensa felicidad. “El cielo en mis dolores / cargó la mano tanto, / que a sempiterno llanto / y a triste soledad me ha condenado / y lo que siento más es verme atado / a la pesada vida y enojosa...” .

Por otro lado, las obras de Quevedo, que se desarrollan décadas después, critican de alguna forma a los esteriotipos de la mujer, los modelos de vinculación entre amante y amada, y las idealizaciones del amor, característicos del Renacimiento. Por ejemplo, en “Diálogo de galán y dama desdeñosa” se rompe con la tradición de la mujer enamoradiza y tierna, idealizada por el hombre, y la reemplaza por alguien totalmente odiosa con interés sólo material. Esta dama no encaja con el esteriotipo renacentista de la mujer, e intenta “desengañar” a la sociedad de esta tradición de una forma burlesca. “Galán: ¿Por qué conmigo siempre fuiste cruda? / Dama: Porque no me está bien ser cocida. / Galan: Muérome, pues. / Dama: Pues mándame tu hacienda.” .

En la obra “Amor constante más allá de la muerte”, Quevedo se aleja de la noción de amor fugaz, para proponer la idea de un amor eterno, inmortal, que no encontrará una barrera en la muerte, sino solo continuidad, ya que cuando el cuerpo material se encuentre ya deteriorado por el tiempo, el amor seguirá existiendo intacto, a diferencia del amor expresado en las obras que trabajamos de Garcilaso de la Vega. “Su cuerpo dejará, no su cuidado; / serán ceniza, mas tendrá sentido; / Polvo serán, mas polvo enamorado.”

La última obra de Francisco de Quevedo que trabajaremos será la de “En estos versos de mi amor dictados” en la que se presenta un tierno amante perdido en su enamoramiento, que aún sabiendo que quizás el suyo es un amor no correspondido, se dedica a cantarle con toda su sinceridad, con el único fin de dar a conocer su sentimiento. Es por esto que se trata de un amor totalmente desinteresado y sincero, que no busca nada más que piedad. Además, más allá de que el yo poético se “queje” de no haber sido correspondido como hubiera deseado, lo que se expresa es el lado positivo del amor, en el que la persona se siente afortunada de sentirlo y de vivirlo, y de haber conocido a su amada aunque esta no lo corresponda, porque es algo mágico que saca lo mejor de la personalidad del amante. “Fue gran ventura veros / después de vista, amaros / y es ya tan imposible el olvidaros, / como poder llegar a mereceros...”

Otro tipo de amor es el amor por un amigo, que puede ser casi tan intenso como el que se adjudica a una pareja. La amistad adquirió un valor especial en las épocas de enfrentamientos políticos, ideológicos y estéticos, ya que en esos conflictos se ponen en juego lealtades y posiciones en pugna. Por esto, en Europa, durante el siglo XX, con los fuertes enfrentamientos ideológicos y políticos y las guerras, se desarrollaron distintas formas de sociabilidad. Federico García Lorca (1898-1936) y Miguel Hernández (1910-1942) fueron representantes de estos movimientos.

La amistad fue descrita por algunos escritores como un vínculo muy particular, debido a que une pero sin generar dependencia. Este vínculo se puede observar también en el rechazo o el enfrentamiento. Entonces la amistad es una forma de amor, o de desamor, que se ha manifestado en repetidas ocasiones, en la lírica, al sentir la muerte del amigo y el dolor por su ausencia.

Dos elegías famosas que hacen alusión a la pérdida de un amigo son “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías” de García Lorca, publicada en 1935, y por otra parte la Elegía de Miguel Hernández, publicada en 1936. En la primera se relata la pérdida del conocido torero español y escritor de la Generación del 27(a la que pertenecía Lorca y a la que Hernández intento ingresar), uno de los personajes más populares de la España anterior a la Guerra Civil. Murió en 1934 a por una gangrena que le produjo la cornada de un toro en la plaza de Manzanares. Este poema está dividido en cuatro elegías, en las que expresa de distintas formas su dolor por haber perdido a su buen amigo. En la primera da la sensación de encontrarse estupefacto ante la circunstancia, y todo lo que pasa a su alrededor, todos los preparativos para el velorio, pasa como ajeno a él, que no deja de pensar en esa hora desdichada que parece nunca acabar: “¡Ay qué terribles cinco de la tarde! / ¡Eran las cinco en todos los relojes! / ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!” En la segunda, quiere que el tiempo pase, que anochezca para no tener que ver la sangre de Ignacio. Y lo repite una y otra vez. Es como si quisiera cerrar los ojos y no ver la realidad, no quiere aceptar que su amigo ha muerto, no quiere ver la sangre derramada. “Dile a la luna que venga, / que no quiero ver la sangre / de Ignacio sobre la arena.” También describe a Ignacio como un hombre sin comparación, que nunca nadie podrá igualar, comprendiendo que es una pérdida irreparable. En ese momento se puede comparar con el amor expresado en las anteriores obras, en las que el amante dice que no podrá olvidar a su amada, no la podrá reemplazar, y la describe como inigualable y perfecta, porque son amores eternos que no encuentran límites en el tiempo. En la tercer elegía describe los cambios que experimentará el cuerpo físico de su amigo, y las malas impresiones que tiene al verlo muerto. Él desea que todos vallan a llorarlo, porque era muy importante, un hombre de respetar, y quiere ver a todo el mundo dolido por su muerte, al igual que lo está él. Aquí se muestra “enamorado” de su amigo, al que piensa que todos deberían amar, porque para él es tan virtuoso, perfecto, y ejemplar, que piensa que para todos debe ser así. Esta es otra semejanza con el amor conyugal, en el que los amantes se admiran mutuamente y no entienden cómo puede ser que los demás no vean la perfección de su pareja como ellos la ven. Por último, en la cuarta elegía, parece admitir y aceptar ante todos que su amigo ha muerto y que ya no hay marcha atrás Entonces le canta para recordarlo y honrarlo, para que no sea como muchos de los muertos que luego de enterrados son olvidados y nunca nadie más vuelve a hablar de ellos. Porque Ignacio no es como los demás, y el yo poético dice que no podrá encontrar otro amigo como él. Entonces es un amor que va más allá de la muerte, como el de los poemas de Quevedo, en el que el amante no cede en su amor luego de que la amada ha muerto.

Muy parecida es la Elegía de Miguel Hernández, dedicada a la muerte de Ramón Sijé. Ellos eran amigos desde la juventud, pero en 1935 se Miguel entró en el círculo de la “poesía sin pureza” de Pablo Neruda, que lo distanció de Ramón. Pero la prematura muerte de éste por septicemia impidió la reconciliación entre ambos y causó una profunda pena en Hernández. Otra vez vemos aquí el fuerte amor que forja una amistad verdadera, que no desaparece con los años, y que causa un gran dolor cuando se ausenta. Al igual que los amantes que pierden a sus amadas por la muerte sin haberles podido decir todo lo que hubieran deseado o por que ella falleció sin haberles correspondido en ningún momento su amor. En este caso Miguel Hernández se lamenta por no haber podido reconciliarse con su viejo amigo, que le fue arrebatado por la muerte antes de tiempo, habiéndole quedado tantas cosas por decirle, tantas charlas pendientes. “No hay extensión más grande que mi herida, / lloro mi desventura y sus conjuntos / y siento más tu muerte que mi vida.” Es extraño que Miguel acuse a la muerte de “enamorada” por llevarse a su amigo antes de tiempo, de esta forma la personifica, adjudicándole una característica humana que es la de amar, como si fuera por eso que no pudo resistir esperar más tiempo y lo despojó a Ramón de su vida a temprana edad: “No perdono a la muerte enamorada, / no perdono a la vida desatenta, / no perdono a la tierra ni a la nada.” Se muestra así enojado con el mundo por la pérdida de su amigo, como si se tratara de un conflicto entre dos amantes de la misma mujer.

Frecuentemente, en la literatura el amor ha sido identificado con la locura, ya que, dependiendo de las circunstancias, llega a perturbar el ánimo y desquiciar la conciencia. Por ejemplo, en el relato de Felisberto Hernández, el protagonista comienza a percibir cosas entrañas en las muñecas que colecciona, lo que podría relacionarse con un estado de locura del personaje, originado por el amor que siente por su mujer y por el miedo a que ella muera y perderla para siempre. Aunque también podría creerse que las muñecas se mueven y realizan ciertas cosas sospechosas porque alguna fuerza sobre natural las mueve. Esta ambigüedad se da debido a la fantasía de la que en general se caracterizan los textos de Felisberto. Esta es una forma diferente de expresar el amor por una persona. Horacio amaba tan profundamente a su esposa que comienza a pensar en el día que la pierda, en que la muerte se la arrebate de sus brazos, y comienza a temer a la soledad. Por esto crea a la muñeca Hortensia, muy parecida a María, su mujer, con cada uno de sus detalles, pero ni siquiera él mismo está seguro d sus pensamientos. Comienza a sentir algo extraño por la muñeca, tal vez era enamoramiento, ya que se parecía tanto a su esposa; tal vez era locura originada por el miedo que le producía la idea de perder a su esposa, que le creó la necesidad de amar a alguien inmortal con las mismas características de María. Ni siquiera él mismo está seguro de esto, y por eso se cuestiona tanto durante la historia. Por otro lado, comienza a encontrar indicios en todas las cosas, todos los sucesos, todos los sonidos, de la muerte de María. Así es que vamos percibiendo a medida que avanza el relato, la locura de Horacio que se acrecienta día a día, por este miedo siniestro de ver a su esposa muerta. Y pareciera que intenta encontrar seguridad al ir perfeccionando a sus muñecas (porque no solo tenia a hortensia) para que se parezcan cada vez más a una mujer real, hasta cree verlas moverse. “Después de mucho pensar resolvió llamar a Facundo y buscar la manera de que, al acercarse a Hortensia, se creyera encontrar en ella, calor humano.” Pero podría decirse que Horacio se extralimitó con las muñecas y llega un momento que parece amarlas de verdad, y desearles como si fueran mujeres vivientes, y se compenetra tanto que al final de la historia pareciera que se ha convertido en un muñeco por su forma de moverse, pero la mujer asegura que se ha vuelto loco. “Ella le dijo llorando que Horacio estaba loco” De esta forma vemos cómo el amor puede llevar a la locura a una persona que ama demasiado a otra y teme perderla ante cualquier cosa. O, visto desde otro lado, podemos ver la locura del amor cuando es tan ridículo, como el amor a una muñeca en este caso.

Por otro lado, también encontramos el amor de María, que en un comienzo encuentra a una amiga en Hortensia, con la que pasa mucho tiempo y le cuenta sus secretos, pero con el paso del tiempo se empieza a sentir traicionada por el acercamiento que percibe de Horacio hacia su compañera. Ella ya había demostrado celos infundados con sus sirvientas y con sus amigas, pero cuando descubrió que Horacio la “engañaba” con hortensia, se puso tan celosa como si se tratara de una mujer real, ya que ella la había adoptado como amiga, o más bien como hija. Esto le dolió tanto que la apuñaló y luego se fue de la casa, pero luego se reconciliaron con Horacio y todo parecía estar bien, pero él seguía sintiendo una atracción por sus muñecas y al final, con sus contradictorios sentimientos, se terminó volviendo loco.

En esta novela, entonces, encontramos el amor traicionado, el amor por una hija y el amor irracional.

La última obra que analizaremos es la de Roberto Fontanarrosa (1944-2007) titulada “El mundo ha vivido equivocado”, en la que podemos observar a dos amigos reunidos, conversando confiadamente de lo que para uno de ellos sería “el día perfecto”. En esta idealización se incluía las condiciones perfectas (tan perfectas que se podría decir que era imposible que sucediera) para conocer una mujer. Podría decirse que esta mujer a la que el narrador conoce en sus ilusiones, corresponde a un esteriotipo moderno de la imagen femenina: ella es rubia, alta, de buen estado físico. “La mina, muy buena, alta rubia, ojos verdes, tipo Jacqueline Bisset.” Uno pensaría que luego del Renacimiento se acabaron los modelos idealizados de la mujer, pero si reflexionamos caemos en la cuenta de los sigue habiendo, es por esto que en el “día perfecto” de este personaje se incluye una mujer con estas características específicas. Y además el hombre no se presenta realmente enamorado, sino que solo espera satisfacer sus deseos en el momento, y luego se olvidará de la chica, por lo que sería un “amor momentáneo”, que no se parece en nada al que se expresa en “Las hortensias” o en “Amor constante más allá de la muerte”. “No una pendeja. Casada. Bien en su matrimonio. Bien. Que sabe lo que está haciendo. La mina quiere pasar bien esa noche, y a otra cosa.” En realidad podría afirmarse que son dos sentimientos totalmente diferentes, ya que no tienen la misma meta ni esperan lo mismo de la otra persona, y lo más primordial es que no ponen en juego la misma carga emocional, porque si en el relato de Hugo el hombre no hubiera obtenido lo que esperaba, probablemente no hubiera sentido el dolor y la desolación que los personajes de las obras de Quevedo o de Garcilaso de la Vega sintieron al perder a su amada, sino que solo hubiera sentido una decepción superficial.

Hemos acabado así con los diez relatos referidos al amor.

Al analizar todos estos relatos vemos que cada autor tiene su propio estilo y su propio punto de vista. En este caso es muy fácil de percibirlo ya que todos tratan un mismo tema, el amor, pero al ser algo tan complejo cada uno encontró una forma distinta de abordarlo. Algunos hablaron del amor no correspondido, otros se dedicaron al amor por los amigos, o al amor traicionado. Pero ninguno lo hizo igual que otro, porque entran en juego las experiencias vividas y los sentimientos de cada uno al escribir sus propias obras, que de alguna forma, aunque sea tan solo en unas pocas líneas, los representan y expresan lo que en algún momento de su vida han vivido y sufrido. Garcilaso de la Vega, por ejemplo, vivió toda su vida enamorado de una mujer casada que no le correspondía su amor, y por eso la mayoría de sus creaciones se dedican al sufrimiento de los amantes que no encuentran consuelo. En cambio, Quevedo, que vivió en otra época trató de una forma más liviana al amor, viendo el lado alegre y romántico, y hasta en algunos momentos, se burló de dicho sentimiento y de los esteotipos creados por la sociedad.

Por eso, en cada una de las obras se muestra una forma de amor distinta, en circunstancias distintas, con distintos tipos de amantes, en diferentes épocas, y con resultados diferentes.

BIBLIOGRAFÍA

• Egloga I, Garcilazo de la Vega:

http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/egloga1.htm

• Federico García Lorca, “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”, Ciudad Seva:

http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/esp/lorca/llanto.htm

• Felisberto Hernández, “Las hortensias”:

http://es.scribd.com/doc/6583107/Felisberto-Hernandez-Las-Hortensias

• Roberto Fontanarrosa, “El mundo ha vivido equivocado”, Revista de letras de la Biblioteca Nacional de la República Argentina:

http://www.bn.gov.ar/abanico/A71003/fontanarrosa.equivocado.html#arriba

• Mitología de Grecia: Apolo y Daphne:

http://www.guiascostarica.com/mitos/grecia58.htm

• Literatura 5º E.S. “Una perspectiva realista-fantástica”, editorial Estrada, 2011.

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