ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Ensayo De La Pobresa


Enviado por   •  20 de Diciembre de 2012  •  3.110 Palabras (13 Páginas)  •  336 Visitas

Página 1 de 13

ENSAYO SOBRE LA POBREZA

A finales de Julio decidí incorporarme a uno de los equipos del FIDEG que iniciaba la encuesta que levantan año con año con financiamiento de la Real Embajada de Noruega. La encuesta tiene el propósito de analizar y divulgar la situación económica y social que enfrentan hombres y mujeres en nuestro país. El equipo de encuestadoras pensó que me incorporé con el propósito de entender un poco más la situación económica que enfrenta la población, en este caso la gente que habita en algunas zonas remotas del centro y norte de Nicaragua. La verdad es que no me incorporé para entender la situación económica, me incorporé para conocer a las personas que la viven. Quería platicar con las personas de estos alrededores, que me contaran de sus vidas, de sus experiencias, básicamente de como se las arreglan para sobrevivir. Pensaba así por que me motivaba la idea de que la única manera de acercarme a la realidad que vive casi toda Nicaragua era acercándome a las personas que la sufren más.

A veces pienso que la lentitud de la respuesta nicaragüense hacia la problemática de la pobreza se debe en parte a una suerte de desinterés por la gente que vive en la pobreza. Estemos o no interesados, la pobreza acá es una realidad. Sin embargo muchos nos hemos en cierto modo distanciado de ella para refugiarnos en nuestras telenovelas, en nuestro chisme político y en nuestra ignorancia. Hoy en día muchos creen que la pobreza es sólo un problema económico y no lo es. La pobreza es un problema mucho más complejo. Basta decir que se trata de la vida de seres humanos para reconocer que estamos hablando de algo delicado, con muchas facetas y consecuentemente múltiples maneras de estudiarlo. Una de esas maneras es la economía. Pero la inseguridad, la vulnerabilidad, la angustia recurrente en la que viven muchos nicaragüenses sugieren que se trata no sólo de un problema económico sino de un problema humano y por consiguiente moral. Por eso sobran las maneras de expresar esta problemática. En mi ensayo prefiero un lenguaje personal e íntimo que rescate el aspecto humano y la inmediatez del problema. He decidido mostrarles las opiniones de algunos que viven en la pobreza y llevarlos por un rato hasta sus casas, a una plática casual acerca de lo que a ellos les importa. Estas son mis fotografías de viaje. Fotografías de personas por que en la encuesta son personas las que están detrás de las cifras y son personas los que hacen las preguntas y quienes las contestan. Lo cierto es que me incorporé por que quería conocerle la cara a la pobreza, ahora me toca presentárselas.

Salimos de Managua a la cuatro de la madrugada y llegamos a San Carlos alrededor de las siete de la noche. En el camino visitamos el primer centro urbano a encuestar, Las Argentinas. Cuando llegamos ya todo el grupo se conocía bastante bien. Ya habíamos hablado de nuestras familias, algunas compartían sus preocupaciones personales. Desde hacía kilómetros el camino había dejado de ser carretera y era más bien una serie de charcos alineados, uno detrás de otro, con ocasionales regiones de concreto o de madera que más bien eran puentes. En Las Argentinas visitamos varios hogares, incluso tome un par de fotografías, todas malas. Finalmente, con Judith, una de las encuestadoras con mayor experiencia, visité una pulpería justo frente al próximo hogar a entrevistar. Era sin duda la pulpería más surtida del lugar, y doña Consuelo, la dueña, muy amable y cariñosa me habló un poco acerca del poblado: “Las Argentinas es un pueblo fantasma porque casi todos se han ido a Costa Rica para probar su suerte encontrando trabajo por esos lados. Los pocos que han quedado viven en la miseria”, me dijo como dando una sentencia. En la pulpería vende muy poco, la mantiene casi como por caridad porque a los habitantes de Las Argentinas se les hace difícil conseguir por otros lados los consumibles que ella vende. Administra la venta y su esposo se encarga del ganado y los cultivos. “En cualquier caso, aunque vendamos poquito, igual, no nos vamos”. A nosotros nos tocó despedirnos y nos dirigimos a la casa de enfrente, el hogar de doña Alba. Alba hablaba con seguridad y bastante elocuencia. Hablaba con nosotros sin dejar de estar pendiente de sus tres hijas menores, por qué tiene seis hijas en total. Nos contó que todos los días, mientras las menores van a la escuela, ella ayuda a su marido a trabajar la “tierrita” que tienen. Esta vez les había ido muy mal por que la plaga de ratones había casi acabado con la cosecha de fríjol. Con ellos también vive un niño de seis años que es hijo sólo de su esposo. El también va a la escuela y por eso sólo ayuda a su papá los sábados y los domingos. Ella también es la responsable de vender la leche de las escasas vaquitas que les pertenecen. En el hogar hay luz eléctrica pero no hay agua potable, eso sin embargo preocupa poco a Alba. “A mi lo que más me preocupa es que no nos dan oportunidades”. Ella quisiera ser costurera si pudiera pero no tiene como. “Otros, como el señor de enfrente (El dueño de la pulpería), si tienen oportunidad” -me dice. “Ese señor vende su leche a ocho córdobas el galón por que tiene vehículo y lleva su leche a vender a San Carlos, a nosotros aquí nos dan apenas cuatro, a veces cinco”. Judith sigue haciendo sus preguntas, y llega finalmente a la sección final: “Usted considera que el hombre es más inteligente que la mujer y que por eso debería de ser el jefe del hogar?”. Ante la pregunta Alba sonríe. Ha llegado su marido y nos saluda sonriente, la cara arrugada por el sol y por sus más de sesenta años de edad. Siempre sonriendo, Alba y César se miran y contestan cada uno a su manera pero con igual elocuencia: “Aquí los dos somos jefes”.

César vestía de botas, ágil, risueño, la mirada franca. La sombra del sombrero en su cara parecía cubrirlo enteramente, y entonces César era una estatua en la noche, la silueta de un héroe que está de pie sobre la tierra que a diario trabaja, de pie y envuelto en penumbras como un fantasma inmensamente cansado. Le dirigí la palabra: -Disculpe la curiosidad, pero su esposa nos contaba que ustedes venden la leche a cuatro, y que el señor de enfrente la vende a ocho. No han pensado platicar con él, talvez pueden venderle la leche de ustedes a seis, y luego el podría venderla a ocho en San Carlos. De esa manera los dos saldrían ganando”. César escucha atento y contesta: “Usted sabe que al que gana mucho casi siempre se le endurece el corazón, además al caballo del amigo no hay que molestarlo mucho por que se puede rendir. Así es la vida por estos lados, fíjese usted que para nosotros la Navidad es una gran aflicción. Por que Navidad significa para nosotros pagar impuestos y sabe usted

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (17.5 Kb)  
Leer 12 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com