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Principe Y Mendigo


Enviado por   •  30 de Agosto de 2011  •  893 Palabras (4 Páginas)  •  2.984 Visitas

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Los Estados Unidos consolidaron la causa de su Independencia aproximadamente allá por 1783, desde entonces y hasta la primera mitad del siglo XIX, la literatura norteamericana pretendió escindir los lazos que la habían hermanado a la de Inglaterra. Pero aunque su temática empezó a ser la del nuevo país en formación, continuó siendo influida por el romanticismo, tendencia entonces imperante en la metrópoli. Sólo después del descubrimiento de oro en California, las obras empiezan a alejarse definitivamente del romanticismo, la literatura se hace realista. A primera vista, podría creerse que "El príncipe y el mendigo" es una novela histórica. Su espacio se sitúa a mediados del siglo XVI, en la corte de Enrique VIII y en las calles de Londres. El propio autor, quien es el narrador en la obra, ha dicho que ésta es "una historia que durante generaciones se ha transmitido oralmente de padres a hijos". Pero no hay tal. Los hechos relatados jamás ocurrieron en Inglaterra, aunque están tratados en forma realista. Cuando empiezan a apartarse del romanticismo, los escritores norteamericanos iniciaron la búsqueda de la identidad de su país. Pronto entendió entonces, que detrás de la epopeya colonizadora había graves problemas sociales y raciales, enormes injusticias, formidables diferencias entre pobres y ricos. Mark Twain ya había plasmado esto, a su manera, en sus dos célebres personajes: Tom Sawyer y Huckleberry Finn. Otros escritores norteamericanos también lo habían hecho. Enriqueta Beecher, con "La cabaña del tío Tom" (1852), había sensibilizado a la opinión pública a favor de los derechos civiles de los negros. Y Henry Thoreau, en su novela "John Brown" (1859), revelaba cómo un esclavo negro proveía de armas a sus congéneres de raza y combatía contra los plantadores de algodón sureños. En "El príncipe y el mendigo" Twain recurriría nuevamente a dos niños para poner de relieve las injusticias sociales y el salvajismo de las leyes impuestas por los poderosos. Justamente, en un mismo día nacen dos niños; uno, el príncipe Eduardo Tudor, el primogénito vehementemente esperado de Enrique VIII; el otro, un niño desventurado que nadie anhelaba: Tom Canty. Justamente este último, inmerso en la más impiadosa pobreza, fantaseó durante años con príncipes, hadas y castillos embrujados. Tanto, que, a pesar de su orfandad , se las componía para jugar a que era un príncipe, convirtiendo a los miembros de su tropa en caballeros y cortesanos. Una eventualidad hace que Eduardo Tudor —quien a su vez fantaseaba con liberarse del protocolo de la corte—se encuentre casualmente con Tom. Ambos niños resuelven, siguiendo los lineamientos de un juego imaginado por ellos, intercambiar sus roles durante todo un día. Pero los hechos se desencadenaron de tal modo que nunca lograron recobrar sus verdaderas identidades. Esta situación llevó a que el príncipe conociera todas

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