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Prueba Querido Fantasma


Enviado por   •  2 de Junio de 2013  •  632 Palabras (3 Páginas)  •  3.895 Visitas

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PRUEBA DE COMPRENSIÓN LECTORA

“Querido Fantasma”.

Nombre: _______________________________________Curso:_____Fecha:___________

Puntaje total:_18 ptos____Puntaje obtenido:___________Nota:__________

 Lee atentamente y luego contesta las preguntas. (18 ptos)

UN DETECTIVE EN EL CLOSET

El fantasma del caserón de Ñuñoa era el secreto de doña Felicia. Lo había visto por primera vez hacía veinte años, cuando estaba colgando el vestido de terciopelo en el closet de su dormitorio. Una mano blanca, algo transparente, emergió de la nada y le ofreció unas bolitas de naftalina. Después apareció un brazo y finalmente la figura de un hombre alto. Tenía patillas canas, bigotes y una pequeña barba; sonreía con timidez y se presentó como Arthur Henry Williams, detective privado. Si doña Felicia perdió el juicio con el susto, jamás se supo, pero lo cierto es que nunca se lo dijo a Leopoldo, su marido. Quizás fue para que no la creyera loca. Al poco tiempo de aparecer el fantasma, Leopoldo murió de un repentino paro cardíaco. Fue una tarde en que iban a ir al teatro y él, contra toda su costumbre, había abierto el closet de Felicia en busca de un paraguas. Arthur Henry Williams juró y rejuró a Felicia que él no había tenido nada que ver en la muerte de su marido y ella le creyó. Y desde entonces el fantasma se transformó en su gran compañía y consuelo: juntos resolvían crucigramas y no se perdían ninguna película policial en la televisión. Luego de enviudar, doña Felicia se dedicó por entero a la afición que jamás pudo desarrollar en vida de Leopoldo sin sentirse culpable: leer novelas de intriga y resolver cuanto misterio se le pusiera por delante. Muy atrás había quedado el tiempo en que Leopoldo se enfurecía cada vez que ella —sumida en lecturas y extraños monólogos— se olvidaba del mundo y, por supuesto, también de planchar sus camisas y zurcir sus calcetines. — ¡Esas novelas de misterio te están convirtiendo en una chiflada, Felicia: ayer te escuché hablar sola en el closet! —Había vociferado Leopoldo una tarde—. Le decías a la ropa que el asesino de la mansión verde era el jardinero. ¡Te prohíbo continuar con esa locura de creerte detective! Ella, mientras su marido estuvo vivo, trató de ser la mejor esposa posible: cocinó para él cientos de galletas, bizcochos y roscas, y disimuló al máximo sus tendencias detectivescas. Pero una vez viuda, ya nada le impidió hacer lo que le venía en ganas. Y la verdad fue que, poco a poco, todos sus vecinos comenzaron a considerarla una excéntrica. ¿Qué otra cosa podían pensar de una anciana que paseaba por el barrio intercambiando opiniones con un compañero invisible o cuchicheándoles disimuladamente a las paredes

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