ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

ROBIN HOOD


Enviado por   •  27 de Enero de 2015  •  1.503 Palabras (7 Páginas)  •  222 Visitas

Página 1 de 7

ROBIN HOOD

La mañana era deliciosa. Dos amigos gozaban de ella paseando por el camino real que atraviesa el bosque de Sherwood. Sus nombres, Robin Hood y Pequeño Juan, despertaban las iras del tirano que gobernaba el país con sólo ser pronunciado delante de él.

En efecto, ambos paseantes tenían su cabeza puesta a precio por el príncipe Juan, que así se llamaba el déspota, a causa de una vieja historia.

Todo empezó con la partida del rey Ricardo, querido y respetado por sus súbditos, a las Cruzadas de Oriente. Su hermano, el príncipe Juan, aprovechó su ausencia para usurpar el trono y establecer una cruel tiranía en el reino.

Contra él se alzaron Robin Hood, Pequeño Juan y otro valientes. Tenían unas pocas armas y la firme decisión de acabar con su poder para siempre.

- Este es un buen sitio – dijo Robin deteniéndose en una revuelta del camino. Planeaba un asalto a la comitiva del príncipe, que pasaría por allí.

- ¿Y qué haremos para quitarle el dinero? – preguntó Pequeño Juan. Aludía a las exorbitantes sumas por el déspota a los aldeanos de Nottingham en concepto de impuestos.

- No te preocupes, algo se nos ocurrirá.

Y llegó el cortejo. El príncipe se aproximó entre redobles de tambor; los dos amigos, disfrazados de gitanas, aguardaban a la vera del camino.

- ¿Conocéis vuestro provenir, oh príncipe? – gritó Robin en el instante oportuno.

- ¡Nosotras lo leemos claramente en las líneas de la mano! – rubricó Pequeño Juan.

- ¡Alto! – ordenó el tirano a sus lacayos, repentinamente interesado.

Robin se introdujo en su litera y le distrajo con artificios mientras se apoderaba de cuantos objetos de valor había allí. Pequeño Juan practicaba un orificio en el arcón que contenía las recaudaciones, y se hacía con el tesoro sin que sus guardianes se diesen cuenta.

Con un agudo silbido, Robin dio a su compadre la orden de retirada, y los dos se esfumaron entre el follaje del bosque. Cuando el príncipe y sus servidores quisieron reaccionar, ya era demasiado tarde. El dinero volvió a los bolsillos de sus dueños. Fray Tuck, unos de los rebeldes, servía de enlace entre Robin y los aldeanos; estaba muy al tanto de lo que sucedía en la Corte.

- Ya falta poco para el concurso de tiro, Robin.

- Lo sé, Fray Tuck, y pienso asistir.

- ¿Sabes también que Marian entregará el premio al vencedor? – dijo el clérigo, con gesto travieso.

- ¿Marian? ¡Oh! – El asombro de Robin no tuvo límites. ¡Qué gran ocasión para ver a su enamorada! ¡Hacía tanto tiempo desde la última vez!

Aun a sabiendas de que el príncipe Juan le preparaba una celada, Robin entró en el castillo de Nottingham – lugar del concurso y residencia del tirano – disfrazado de paje. Dos cosas se proponía: ganar en noble lid y liberar a su amada

Un misterioso duque fue presentado al príncipe Juan. Decía venir de un lejano contado, y obtuvo un asiento en la tribuna principal, justo a su lado. Mal podía suponer el traidor que estaba invitando a Pequeño Juan. Marian, hermosa y triste, ocupaba el asiento a la derecha de su opresor.

El concurso se desarrolló con normalidad, y pronto quedaron en liza los mejores arqueros. La pericia de Robin y del sheriff de Nottingham, recaudador de impuesto del italiano, prevalecía.

El sheriff colocó su última flecha en el centro de la diana. Tal lanzamiento parecía insuperable. Robin, sin embargo, los desbarató, desplazando la flecha del rival con la suya, en un alarde de precisión que entusiasmó a los espectadores. Era el vencedor.

Pero el príncipe Juan había reconocido la maestría de Robin, y no se dejaba engañar por su falso atuendo. En el momento del espaldarazo ritual al triunfador, rasgó con su espalda eldisfraz del proscrito.

- ¡Detened al impostor! – rugió el príncipe. Sus soldados cumplieron la orden al instante.

- ¡Yo te condeno a muerte! ¡Ejecutad aquí mismo la sentencia!

Un poderoso brazo se enroscó en la garganta del príncipe; el filo de un puñal enfriaba su mejilla.

- ¡Manda que suelten a Robin, o morirás antes que él! – le conminó Pequeño Juan.

- ¡Soltadle! – gimió el tirano.

Apenas se vio libre, Robin corrió hacia Marian, tomó una de sus manos, y gritó a Pequeño Juan:

- ¡Vamos de aquí enseguida!

Se organizó un tumulto considerable. Parte del pueblo que asistía al acto a los soldados del príncipe, mientras nuestros héroes corrían hacia una puerta secundaria del castillo.

- ¡Que no escape ninguno con vida! – gritaba el príncipe, fuera de sí.

Al ver cerrada la puerta, los fugitivos treparon a las murallas, abatieron a unos cuantos soldados que les cerraban el paso, tendieron una cuerda hacia

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (9.1 Kb)  
Leer 6 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com