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Vigilar Y Castigar


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2012  •  1.403 Palabras (6 Páginas)  •  660 Visitas

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El cuerpo de los condenados

Como bien dice el título de la primera sección del primer capítulo de VIGILAR Y CASTIGAR. Nacimiento de la prisión, lo que el autor explica es qué cambios se dan con respecto la forma física de los individuos sentenciados en cuanto al castigo que se les da.

En primer lugar, Foucault describe el caso de un hombre acusado de regicidio (pues mató al rey) y parricidio (pues mató al padre de la patria), cuyo castigo fue la tortura. La misma es descripta con escalofriantes detalles, para luego ser contrastada con un reglamento para un reformatorio de París, en el cual las tareas eran estrictamente separadas en tiempo por el ruido de tambores: un suplicio y un empleo del tiempo con una distancia de sólo 75 años.

Es entonces cuando se dan diversas modificaciones. Una de ellas es la desaparición de los suplicios. Aquí se hace referencia a los cambios en los castigos a los cuerpos de los condenados. Se habla de una <<humanización>>: “ha desaparecido el cuerpo como blanco mayor de la represión penal.” Foucault suele comparar el suplicio con un espectáculo. Explica que a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX desaparece “el espectáculo punitivo (…) El castigo ha cesado poco a poco de ser teatro,” y “tenderá, pues, a convertirse en la parte más oculta del proceso penal.”

“Es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar.” Con estas palabras, Foucault pretende presentar al castigo del delincuente como la marca que le deja frente a los demás su propia condena, que al mismo tiempo a la justicia le avergüenza poner. Explica que el principal objetivo del castigo es corregir, reformar <<curar>> y no castigar. Pero que además, “las prácticas punitivas se habían vuelto púdicas.” Se quiere castigar algo que no es el cuerpo mismo, pero utilizándolo como intermediario para privar al individuo de su libertad. “El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos.” He aquí la “utopía del poder judicial: quitar la existencia evitando sentir el daño, privar de todos los derechos sin hacer sufrir, imponer penas liberadas de dolor.”

Pero hacia fines del siglo XVIII un nuevo castigo habría de surgir: “<<a todo condenado a muerte se le cortará la cabeza>>, (…) [siendo este] una muerte igual para todos (…); una sola muerte por condenado (…); el castigo para el condenado únicamente.” “Casi sin tocar el cuerpo, la guillotina suprime la vida, del mismo modo que la prisión quita la libertad, o una multa descuenta bienes.” Y junto a estos cambios en el castigo al cuerpo de los condenados, también hay cambios en cuanto la exposición de los mismos: el condenado no tiene ya que ser visto cuando son conducidos al patíbulo.

Como previamente explica el autor, “desaparece, pues, en los comienzos del siglo XIX, el gran espectáculo de la pena física; se disimula el cuerpo supliciad; se excluye del castigo el aparato teatral del sufrimiento. Se entra en la era de la sobriedad punitiva.” Se considera que entre los años 1830-48 se consiguió dicha desaparición de los suplicios.

Foucault dice que la pena ha dejado definitivamente de estar centrada en el suplicio como técnica de sufrimiento, tomando como objetivo principal la pérdida de un bien o un derecho. Por otro lado, asegura que “un castigo como los trabajos forzados o incluso como la prisión -mera privación de la libertad-, no ha funcionado jamás sin cierto suplemento punitivo que concierne realmente al cuerpo mismo (…): es justo que un condenado sufra físicamente más que los otros hombres.”

Ahora bien, Foucault explica que junto con la forma de castigar, también se ha modificado profundamente el objeto a castigar. “… se siguen juzgando efectivamente objetos jurídicos definidos por el Código, pero se juzga a la vez pasiones, instintos, anomalías, achanques, inadaptaciones, efectos de miedo o de herencia.” Es decir que a la hora de condenar a un individuo se tienen en cuenta distintos factores influyentes. “Son ellas, esas sombras detrás de los elementos de la causa, las efectivamente juzgadas y castigadas.” Es así que los jueces se han puesto a juzgar el <<alma>> de los delincuentes. Y junto a este juicio, han florecido

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