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Musica Entre Jovenes


Enviado por   •  13 de Marzo de 2014  •  1.790 Palabras (8 Páginas)  •  247 Visitas

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1. UN PUNTO DE PARTIDA

«—Yo no sé si alguien podría vivir sin música.

—Yo creo que no.

—Yo creo que a todo el mundo le gusta la música, hay de tantos tipos que uno u otro gustará a alguien.

—Desde que naces.

—A cada uno le gustará un tipo, a lo mejor, pero a todo el mundo le gusta.»

En un breve diálogo como el reflejado en la cita1, muchas de cuyas palabras podrían ser puestas en boca de cualquier chico o chica sin que resultara extraño, encontramos suficientes elementos de interés que justifican el necesario acerca- miento a los lazos que unen, de manera casi inevitable, a los jóvenes y la música. Por un lado, porque se asume que la música es algo consustancial al ser humano, que forma parte de él y le acompaña “desde que nace”, por lo que parece prácticamente imposible que nadie pueda negar su gusto por ella: no puedes negar algo que forma parte de ti. Por otro lado, porque se establece una relación directa entre los muy diversos tipos de música y las distintas personas: por muy diferentes que sean las personas, siempre existirá algún tipo de música que se adapte a cada cual, a sus gustos, a su forma de ser, a sus búsquedas o inquietudes. En definitiva, y haciendo un ejercicio de condensación, podríamos decir que la música forma parte de la persona y, de uno u otro modo, la retrata. Por ello, un retrato de los jóvenes no estará completo si no consideramos entre los elementos a analizar a uno de los que ellos mismos asumen como más cercano: la música. En torno a estas ideas girarán muchos de los asuntos que abordará este trabajo de investigación. Vayamos por partes.

El acto de escuchar música, cualquier tipo de música, es absolutamente personal e intransferible. Independientemente de que lo escuchado sea también escuchado por decenas, centenas, miles o millones de personas más, sólo cada cual experimentará la escucha de la manera en que lo hace. Es así porque, más allá de los ritmos, melodías y mensajes que componen la pieza musical, cada cual establecerá su relación con la música escuchada desde sus propios puntos de partida y condicionantes (sensibilidades, conocimientos, sentimientos, estados de ánimo, capacidades, problemas…), entablando un diálogo con la misma en la que ambas partes contribuyen de igual forma a dotar de significado al conjunto: los sentimientos y sensaciones provocados, los pasajes o personas evocados, no sólo serán absoluta- mente personales e intransferibles, sino que, en muchísimas ocasiones, serán difícilmente verbalizarles. Incluso los elementos concretos señalados (ritmo, melodía, letra), elementos que podrían decirse objetivos (el ritmo es el que es, la melodía es la que es, la letra es la que es), pueden ser sentidos o percibidos de distintas maneras por cada oyente: ni todo el mundo se mueve igual al son de los mismos ritmos, ni a todo el mundo le resuenan igual las mismas melodías, ni todo el mundo interpreta igual las mismas letras.

Lo que la música dice de mí por tener que ver conmigo. Asumir esta idea le confiere especial relevancia a la manifestación de los gustos personales, no sólo en música, sino respecto a cualquier otra cosa. Si los gustos tienen que ver con la manera en que cada cual establece sus vínculos (desde sus propias características, sus propios condicionantes y sus propias expectativas) con las cosas que le rodean, el conocimiento de tales gustos se convertirá en un elemento importante a la hora de acercarse y decodificar algo más a la persona que manifiesta los mismos. Como señala Simon Frith, que ha dedicado gran cantidad de páginas a recalcar la importancia que la manifestación de los gustos y el establecimiento que los juicios de valor tienen a la hora de conocer a la persona que los hace, “asumimos que podemos llegar a conocer a alguien a través de sus gustos (mirando las estanterías de libros y discos de alguien la primera vez que los visitamos, esperando nerviosos por ver qué dice una cita al salir del cine o de un concierto). Los juicios culturales, en otras palabras, no son simplemente subjetivos, son auto reveladores” (Frith, 1996; p. 5)

Su verdadero sentido en el contexto social en el que tienen lugar, a partir de los procesos de interacción que se producen en su seno y teniendo en cuenta los condicionantes sociales de cada uno de los actores que participan de esas interacciones. El interés por una música estará encuadrado en una comunidad de relaciones, que es la que otorga sentido a ese gusto. Como señala Alphons Silbermann, ”el gusto en su aparición, como fenómeno social de actitud, nace por un proceso social, el de la función interaccionar (…) Son fuerzas externas, como los contactos de grupos, por ejemplo, que consolidan la socialización del gusto y conducen a normas de representación socializadas (…) Es un error persistir en una concepción según la cual la música vive en un mundo de lo absoluto, y por ello el gusto musical es independiente de las fuerzas sociales. No; el gusto musical es un fenómeno social, está condicionado socialmente, nace, vive y muere dentro de la vida social a la que pertenece, y no es (…) ni personal, ni particular, ni subjetivo.”

En función de este planteamiento, resulta especialmente interesante el acerca-

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