Reforma Laboral

Desde 1970, México no había llevado a cabo una reforma laboral de tal impacto como la que el 1 de septiembre envío al Congreso el presidente Felipe Calderón.

La reforma laboral de este 2012 tiene como objetivo el aumento de la productividad y competitividad de nuestro país, el incremento del número de empleos, la regulación de instituciones y sindicatos, y sobre todo “brindar mayor equidad, protección y seguridad al trabajador”.

Según representantes de la OCDE en México, de ser aprobada esta reforma se incrementaría 4% el Producto Interno Bruto del país, aspecto que suena alentador para la economía nacional; sin embargo, esto no es más que un indicador pobre si nos comparamos con otras economías del mundo que han dejado a un lado los debates políticos y han incrementado su productividad a través de su mano de obra.

Un buen ejemplo es China, que con una tasa de crecimiento anual promedio de 9.7 %, desde hace 30 años ha incrementado, también, el precio de su mano de obra entre 10 y 15% en los últimos cinco años, pasando de ser un país reconocido por su mano de obra barata a un país que cuenta ya con trabajadores más calificados y que ahora, lejos de ser vistos como un nación dedicada a la maquila, se han convertido en un destino atractivo para la inversión debido, entre otras cosas, a la búsqueda en la innovación de productos que han tenido en los últimos años.

Compararnos con ellos resulta impensable, pues en México ni hemos tenido un incremento en los salarios proporcional al crecimiento global (recordemos que el salario mínimo se ha mantenido estancado desde la década de los 70) que nos exponga al mundo como un país con mano de obra calificada, y tampoco somos un país innovador.

Lo anterior ha sido el resultado, entre muchas otras cosas, de la carencia de una visión económica que vea a su mano de obra como la fuente del crecimiento y estabilidad.

En México, seguimos teniendo una relación obrero-patronal inequitativa, con condiciones laborales deprimentes; la paga de nuestra mano de obra es irrisoria en comparación a las horas laboradas (no por algo en otros países se sorprenden de la cantidad de horas que un mexicano pasa en el trabajo), adicional a que contamos con sindicatos mal organizados y que no benefician a sus agremiados.

Si en nuestro país se entendiera que tener trabajadores calificados es una herramienta fundamental para el crecimiento, el enfoque de la reforma laboral sería muy distinto. Los mexicanos necesitamos más que unas cuantas adecuaciones a la ley actual, es momento de tener cambios certeros que le den un verdadero valor a nuestro trabajo.


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