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Antecedentes De La Entrevista Psicológica


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2011  •  633 Palabras (3 Páginas)  •  2.106 Visitas

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Muerte y proceso de duelo

Domingo De la Cruz

Cuando se nos muere un ser querido, algo muere en nosotros.

La tristeza cubre gran parte de nuestra vida, y a veces, lo cubre todo. No queda espacio vacío. Se clava la mirada en la nada y todo pierde sentido. Se está vivo, pero suspendido en un estado de indescifrable agonía. La angustia penetra profundo y se aloja en el alma. Ningún idioma posee la palabra exacta para expresar como lenguaje, el sentimiento de pérdida. Se ha extinguido la estrella que nos alumbra y quedamos completamente a oscuras. Es el reino de la desesperación. Nada nos calma, nada nos consuela y nada llena el vacío. El dolor se desparrama como ácido ardiendo y quema toda belleza. Es la hora del infierno.

Tal vez, lo anterior, sirva para hacerse una idea de los primeros momentos que vive una persona cuando pasa por la experiencia de sufrir una pérdida importante, como la muerte de un ser querido.

El proceso de duelo tiene varias etapas y la primera es la más angustiosa. Desorganiza todo el esquema emocional y, a veces, desencadena una crisis que puede llevar a la persona al colapso total. El apoyo familiar y de los amigos, son de vital ayuda en estos momentos. Un determinado tiempo después, la persona puede reaccionar mejor y procesar con más claridad los pormenores del suceso. Asimila, reconoce y hace consciente el estado en que se encuentra. La pena y la sensación de abandono no desaparecen, pero se siente mejor. Van pasando las etapas y recuperando la vida. Eso pasa en cada ser humano y cada vez que se vive la experiencia de despedir a nuestros seres queridos cuando realizan el viaje hacia las moradas eternas.

Es muy saludable vivir esta experiencia lo más atentamente posible y, sin rehuir del compromiso con los estados de ánimos, con la tristeza, la angustia, el dolor, la indefensión y todo lo que implica una ruptura con la realidad del mundo que hemos estructurado y que se nos hace sumamente difícil poder aceptar que las cosas no serán como antes. No concebimos vivir en un mundo sin la persona que se ha ido. No aceptamos esa realidad y nos rebelamos, nos enojamos y la frustración se apodera de nosotros, secuestrando toda esperanza y destilando dolor y miedo. Esa partida, nos anuncia nuestra propia muerte. El inconsciente lo sabe, pero queremos ignorar esa realidad. Vivimos el conflicto. Se nos enreda tanto el entendimiento y, podría decirse que avanzamos poco hacia el objetivo de tener una conciencia clara sobre la muerte.

Preferimos vivir atado a la idea de la eternidad deseando vivir para siempre. Cuando se nos frustra ese propósito, la vida cae en “un coma” cada vez que tenemos que vivir ese proceso amargo, que nos confirma que también nosotros algún día moriremos porque no viviremos para siempre. Ese es el drama en que participamos.

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