Autodeterminacion

Históricamente la persona con discapacidad era considerada como enferma, rota o necesitada de arreglo. Después de dos generaciones dónde se ha reconocido a éste individuo cómo sujeto de derechos, las prácticas educativas han ido evolucionando desde un inicio, donde se incorporaba al niño dentro del aula ordinaria sin segregación, a un plan de desarrollo de unas estrategias de apoyo a los estudiantes con discapacidades. No obstante, este proceso de transición no ha parado y, en la actualidad se ha llegado a un enfoque que da lugar a la tercera generación en la cual se da más importancia al qué se enseña junto al dónde se enseña.

Hay que decir que en esta última generación, la visión de discapacidad ha cambiado a niveles más funcionales, es decir, que se da más importancia al aprendizaje de capacidades para desenvolverse en el entorno y buscar soluciones asertivas, basándose en los aspectos fuertes del individuo y reforzando el comportamiento positivo. En consecuencia se han diseñado apoyos específicos con el objetivo de dar exclusivamente las herramientas necesarias para participar con éxito en las actividades comunes y dominar nuevas competencias a nivel personal y de clase. Aun así es necesario que se haga una evaluación continua, sistemática y activa teniendo en cuenta los aspectos cambiantes del contexto social y ambiental para valorar más el proceso que el resultado final y proporcionar destrezas o estrategias para superar las barreras. Estos modelos hacen hincapié en las diferentes formas y posibilidades de presentar la información, ya que existe una flexibilidad en la presentación del contenido, en la representación de éste y en las opciones de respuesta o evaluación. De este modo se consigue mayor acceso a la construcción de conocimiento dentro del currículum sin que haya desajustes visibles entre alumnos con y sin discapacidad. También se considera relevante el uso de las nuevas tecnologías para satisfacer no sólo las capacidades del estudiante, sino también las del contexto educativo promoviendo la inclusión de estudiantes con discapacidad en aulas generales.

En definitiva las prácticas de la tercera generación pretenden favorecer el desarrollo de los alumnos con necesidades especiales dentro de su contexto social natural. Para ello, se presta atención en promover y resaltar la autodeterminación de todos los estudiantes, es decir, valorar los puntos fuertes de todos los alumnos para conseguir metas favorables en el aprendizaje de cada uno, como resolver problemas de manera autónoma, mejorar el autocontrol, plantear metas y tomar decisiones.

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