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La Taberna del Sol


Enviado por   •  9 de Enero de 2013  •  Ensayos  •  814 Palabras (4 Páginas)  •  346 Visitas

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La Taberna del Sol era un lugar para bebedores serios. No tenía decoración elegante, ni había gente guapa sorbiendo extractos de licores. Sol estaba formado por una barra, algunos maltrechos taburetes, un par de camareras desaliñadas, y un tipo maleducado que servía las bebidas. Había un panel de dardos con la cara de Osama bin Laden pegada detrás de la barra, y por un dollar el tiro, podías probar tu suerte; lo recaudado iba a un tarro pintado de rojo, blanco y azul que prometía –aunque dudosamente- estar destinado a la caridad. Pero lo mejor de Sol, para Jazz Callender, era que no era un bar de policías, y no era probable que se encontrara allí con alguien que conociera. Jazz se acercó un taburete de la barra y se puso con sus asuntos, los cuales eran emborracharse hasta que no pudiera recordar donde había estado. Ella captó la mirada del camarero y asintió al lugar vacío enfrente de ella. La conversación consistía en una palabra de ella, un gruñido de él, y el intercambio de dinero. El Sol no era el tipo de lugar donde dejarías una cuenta a deber. Dinero a la vista, una bebida cada vez. Me podría llegar a gustar este sitio, pensó ella. Y sabía que aquello era un tanto triste. Mientras ella inclinaba sus codos sobre la barra y recogía su whisky irlandés, Jazz escaneó a los clientes del bar mediante el espejo. A ella no le preocupaba de hecho quien estuviera allí, pero los viejos hábitos eran difíciles de romper, este más que la mayoría. Las caras aparecían en su memoria, archivadas para más tarde. Un par de camioneros de aspecto antipático con hobbies de culturismo; un tipo gordo con una mala cara que parecía que iba a dar problemas después de tomarse una docena de bebidas. El estaba bebiendo solo. Había dos mujeres con blusas de talle corto y cabello teñido, los años grabados como el ácido en las esquinas de sus ojos y bocas. Jazz todavía era joven—treinta y cuatro era ser joven, ¿no?—pero todavía se sentía infinitamente más mayor que el resto de ellas. Había visto demasiado, había hecho demasiado… ella no iba a atraer mucha atención, incluso de la gente de bajos fondos de aquí. No especialmente tal como iba vestida, llevaba unos vaqueros azules, un amorfo suéter gris con un logo de NYU y zapatos anticuados de policía que habían visto mejores días. Su pelo necesitaba un corte y le seguía

cayendo sobre los ojos. Cuando ella se miró en el espejo vio una anticualla: pálida, con los ojos de un mapache, cabello rubio trigo desordenado como una fregona. Sus ojos todavía parecían verdes y afilados y embrujados. Afilados… eso necesitaba cambiar. Rápidamente. Ella se lanzó de nuevo sobre su primer whisky, agarró el borde de la barra con fuerza para apaciguar el ardor e hizo un silencioso gesto señalando su vaso. El camarero respondió con un silencioso págame primero. Ella deslizó un arrugado billete de cinco, cogió un vaso lleno de olvido y lo vació también. La puerta

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