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El Acompañamiento Terapeutico


Enviado por   •  7 de Mayo de 2014  •  1.809 Palabras (8 Páginas)  •  971 Visitas

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El Acompañamiento Terapéutico:

Un Camino para la Construcción de un Horizonte

Ventana sobre la utopía

Ella está en el horizonte -dice Fernando Birri-. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.

Las palabras andantes – Eduardo Galeano

El presente trabajo ha sido elaborado en un intento de desandar un interrogante en relación al posicionamiento ético que define el desempeño de la función del acompañante terapéutico (A.T.) en el Servicio N° 6 de Resocialización del Hospital Psicoasistencial Interdisciplinario José Tiburcio Borda, a los fines de poder establecer una efectiva articulación entre la subjetividad y los derechos de la ciudadanía.

Ahora bien, ¿qué es el acompañamiento terapéutico?

En términos formales, es un dispositivo que se implementa en el tratamiento terapéutico de un paciente y se introduce en un equipo interdisciplinario. El A.T. realiza su trabajo bajo la determinación de diferentes objetivos, siendo que los mismos se definen al comienzo del trabajo para ser redefinidos a lo largo del tratamiento con el paciente.

Sin embargo, el rol del A.T. va más allá de los objetivos determinados por el equipo profesional. En principio, el acompañamiento terapéutico se solicita en un momento del tratamiento en que el paciente está atravesando un proceso, que en la mayoría de las veces requiere del soporte de un otro. El A.T. establece un lazo con el paciente que le permite trabajar cuestiones de la cotidianeidad que hacen al sufrimiento y a la angustia del sujeto y que, en muchas ocasiones, quedan por fuera del tratamiento. No se trata de intervenir en aquello que llame la atención del acompañante, sino de interrogar al sujeto en el punto en que se supone que algo de su posición subjetiva se pone en juego.

El trabajo del A.T. en el Hospital J. T. Borda se trata, no de otorgarle un sentido a la vida de cada sujeto (puesto que eso supondría que la vida de ese sujeto no tiene sentido) sino de recuperar su historia propia y el sentido de sus vidas. Se trata de romper con ciertos esquemas y prejuicios con los cuales se acerca en una primera instancia a los pacientes del Hospital J. T. Borda. Se trata de ir al encuentro de la subjetividad en juego de cada paciente e intentar trabajar desde dicha posición subjetiva a los fines de deconstruir ciertas representaciones sociales que los estigmatizan, reconstruir la historia de cada uno y su propia identidad y construir, a partir del soporte imaginario que supone el rol del acompañante, un camino hacia la rehabilitación y la resocialización que será diferente para cada sujeto, puesto que cada sujeto es diferente.

En este punto, se trata de potenciar las capacidades de los sujetos, de producir valores sociales añadidos, lo cual tiene que ver también con la posibilidad de intercambio subjetivo, que le permite al sujeto ser reconocido como sujeto social y aun más que ello: ser reconocido sin olvidar las diferencias inherentes a cada identidad, a la vez que supone una igualdad en la restitución de los derechos. La función del A.T. en la resocialización tiene que ver con rehabilitar un lugar en lo social. En este sentido, la resocialización me parece indisociable de la rehabilitación, puesto que se trata de habilitar recursos y vías al sujeto que el mismo encuentra perdidas, a la vez que de ayudarle a habitar sus propios deseos y prioridades. La resocialización supone haber perdido la propia identidad y los derechos de la ciudadanía; en este sentido, el rol del A.T. tiene que ver, no con fortalecer al “paciente psiquiátrico” para que el mismo pueda “adaptarse” a la sociedad sino con poder ir en busca, junto con el sujeto, de aquello que se encuentra perdido y que hace a su propia subjetividad e identidad.

En relación a la deconstrucción de las representaciones sociales y a la construcción de los propios valores, recorto un fragmento del encuentro con un paciente. C. me dice: “Acá estamos todos locos y a los locos se los mata”. Esta frase refleja un modo de subjetivación (puesto que el paciente dice de sí mismo como un loco), subjetivación que está atravesada por múltiples representaciones sociales (que en el Borda están los locos a la vez que ¿a quién le importa si a los locos se los mata?). El trabajo de deconstrucción del A.T. aquí apunta a ayudar al sujeto a cuestionar el modo en que el mismo se apropia de esa dimensión subjetiva que lo objetiviza. Ante la pregunta de “¿y a usted qué le parece?” el paciente contesta “a mí me parece que no hay que matar a nadie”. Este trabajo posibilita que, tiempo después, en consecutivos encuentros, el paciente comience a decir: “Acá hay algunos que están re locos”, a la vez empezó a preguntarse: “¿Yo estoy loco?” y a intentar situar respecto de sí mismo cuestiones que para él no eran “cosas de locos” y cuestiones que sí lo eran.

Por otra parte, en “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Jacques Lacan dirá: “El analista es aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su falta-en-ser que por su ser.” En relación a esto, considero fundamental situar el posicionamiento ético del acompañante respecto de una actitud de solidaridad. La solidaridad se diferencia de la beneficencia en que la primera consiste en un reconocimiento de falta por ambos actores mientras que la segunda es un acto en el que un sujeto se coloca en el lugar de tener (inclusive de más) y le da

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