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Amarás a tu prójimo, como a ti mismo


Enviado por   •  2 de Octubre de 2011  •  Informes  •  964 Palabras (4 Páginas)  •  484 Visitas

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Freud auspicia la formación de una ética dependiente únicamente del consenso de los miembros de la sociedad: la satisfacción de los propios instintos no debería estar limitada por ningún tipo de ley moral, sino sólo por la convicción de la necesidad de reglas que tienen como único objetivo el de evitar conflictos con los otros.

También diría que Freud se ocupa de la solución que la religión imprime a la cultura, solución que parece ganar terreno, ya que se pretende universal. Freud se detiene en una referencia en particular: en el “Amarás a tu prójimo, como a ti mismo”; podríamos deducir entonces que Del mismo modo que el Súper-Yo influenciaría negativamente el desarrollo individual, así la moral y la religión tendrían un efecto negativo sobre toda la sociedad, trayendo como consecuencia una masa escudada en la fe para la subyugación del hombre por el mismo hombre, y por ende, por que no de la sociedad.

El término alemán “Unbehagen”, traducido por malestar, quiere decir propiamente incomodidad, pesadez, desazón. El hombre moderno no se siente cómodo, “a sus anchas”, en el ambiente donde vive, la cultura. Son tantas las restricciones a que le obliga la civilización, que no puede desplegar naturalmente sus tendencias, y, satisfacerlas.

El otro término, “cultura”, tampoco tiene un sentido preciso. Para Freud, cultura no significa ilustración o formación intelectual, sino el conjunto de las normas restrictivas de los impulsos humanos, sexuales o agresivos, exigidas para mantener el orden social. Aunque en el mundo cultural haya un sinfín de valores positivos, como la exaltación de la convivencia con sus múltiples relaciones sociales, o la producción y el goce del arte, sin embargo, estos mismos valores provienen de una sublimación, y en general, de una renuncia a la satisfacción de las pulsiones libidinosas que provocan siempre una indefinida inquietud.

La obra de Freud comienza con ocasión de un comentario, hecho por su amigo Romain Rolland, a su interpretación de la religión, expuesta en El porvenir de una ilusión (1927). Rolland aduce que la religión responde a un sentimiento de comunión indefinida con la naturaleza, que el hombre experimenta algunas veces, algo de tipo místico, que Freud denomina, por su cuenta, “sentimiento oceánico”. La religión intentaría dar una configuración intelectual de tal estado. Freud responde que no ha vivido jamás este sentimiento de inmediata pertenencia al mundo. Reconoce que, para él, la referencia a las cosas ha sido siempre de orden intelectual, inquisitivo, más bien; no se ha “fundido” con las cosas, sino que las ha puesto ante sí, a distancia, como objetos a conocer.

La indistinción a que alude Rollan no es propia del hombre adulto, sino del niño. De ocurrir, hay que interpretarla como una supervivencia de la infancia, nada extraña, porque las fases primitivas de lo psíquico, no se pierden jamás.

Freud concluye ratificando su tesis: la religión procede sólo del desamparo

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