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LOS MISERABLES PUNTO DE VISTA CRIMINOLOGICO


Enviado por   •  29 de Abril de 2012  •  3.635 Palabras (15 Páginas)  •  1.728 Visitas

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INTRODUCCION:

A continuación resumiré brevemente la novela de “Los Miserables”, esta novela es un clásico de Victor Hugo que nos habla de la situación que vivía la sociedad del siglo XIX, sobre todo la clase menos privilegiada.

Posterior hare un análisis de los personajes de esta novela aplicando las teorías de la criminalidad para poder explicar algunas conductas que en esta misma se mencionan con el objetivo de analizar si se comprueban las teorías como son: teoría de la Anomia, Teoría de Labeling Approach o del “etiquetamiento” y el Marxismo. De igual manera es importante identificar el comportamiento de la sociedad, comprender el por qué los individuos se convierten en delincuentes.

NUDO:

1815 fecha en que obtiene su libertad un ex presidiario, su nombre Jean Valjean, uno de los personajes más importantes. El cual procedía de una familia humilde de Brie, No había aprendido a leer en su infancia; y cuando fue hombre, tomó el oficio de su padre, podador en Faverolles. Un hombre de alma afectuosa y carácter pensativo, huérfano a muy corta edad quien vivía con su hermana. Jean acababa de cumplir veinticinco años cuando su hermana enviudo, reemplazando simplemente como un deber al padre de siete niños, manteniendo a costa de un trabajo duro y mal pagado a su hermana y los niños. Nunca se le conoció novia; no había tenido tiempo para enamorarse. Por la noche volvía cansado a la casa y comía su sopa sin decir una palabra. Mientras comía, su hermana a menudo le sacaba de su plato lo mejor de la comida, el pedazo de carne, la lonja de tocino, el cogollo de la col, para dárselo a alguno de sus hijos. El, sin dejar de comer, inclinado sobre la mesa, con la cabeza casi metida en la sopa, con sus largos cabellos esparcidos alrededor del plato, parecía que nada observaba; y la dejaba hacer.

En 1795, en ese invierno crudo se quedó sin trabajo y la miseria en que se hundió esa familia, lo fue oprimiendo poco a poco, entonces, un triste día con desesperación al ver a sus sobrinos con hambre, rompió el cristal de una panadería y robó un pan. Fue acusado ante los tribunales como autor de robo con fractura, de noche y en casa habitada. Tenía en su casa un fusil y era un eximio tirador y aficionado a la caza furtiva y esto lo perjudicó, condenado así a cinco años de presidio.

Un antiguo carcelero de la prisión recordaba perfectamente a ese desgraciado, quien lloraba y sus lagrimas lo ahogaban impidiéndole hablar y en ratos exclamaba: "Yo era podador en Faverolles". Después sollozando y alzando su mano derecha y bajándola gradualmente siete veces, como si tocase sucesivamente siete cabezas a desigual altura, quería indicar que lo que había hecho fue para alimentar a siete criaturas. Fue trasladado a Tolón, donde llegó después de un viaje de veintisiete días, en una carreta y con la cadena al cuello. En Tolón fue vestido con la chaqueta roja; y entonces se borró todo lo que había sido en su vida, hasta su nombre, porque a partir de ese momento ya no fue Jean Valjean, sino el número 24.601. A los cuatro años se evadió y a la segunda noche de su evasión fue capturado, le dieron tres años más; al sexto año hubo una rebelión y logró evadirse, siendo capturado y le agregaron cinco años más; a los diez años nuevamente se fugó y nuevamente fue capturado, dándole tres años más de condena; a los diez y trece años, hizo nuevos intentos de evasión, aumentando tres años cada una de ellas, sumando en total diecinueve años en su condena.

En octubre de 1815 salió en libertad: había entrado al presidio en 1796 por haber roto un vidrio y haber tomado un pan. Para ese entonces Jean estaba tan resentido con la sociedad a quien juzgaba culpable de sus desgracias que la condenó, incluso juzgó a la providencia por hacer esa sociedad y también la condenó.

Había en Tolón una escuela para presidarios, en la cual se enseñaba lo más necesario a los desgraciados que tenían buena voluntad. Jean fue del número de los hombres de buena voluntad. Empezó a ir a la escuela a los cuarenta años, y aprendió a leer, a escribir y a contar. Pensó que fortalecer su inteligencia era fortalecer su odio; porque en ciertos casos la instrucción y la luz pueden servir de auxiliares al mal. Ya fuera de prisión, se encontró solo, sin familia, ni amigos, en un mundo desconocido y cuando se acercó para pedir trabajo, alojamiento, comida; al saber que era ex presidiario nadie le daba absolutamente nada incluso lo corrían o le cerraban con la puerta en la nariz.

Hasta que por fin se encuentra una persona entre tantísimas, que cree en él y lo trata como persona; el Obispo Bienvenido, quien siembra en su interior la semilla del buen comportamiento, haciéndole dudar sobre sus deseos de venganza contra esa sociedad y alentándolo a seguir por el camino del bien. Aquí el Obispo Bienvenido se convierte para las personas que se acercan a él, para los enfermos del hospital y para Jean, en una especie de Institución social que ayuda a aquellos cuya vida familiar los incapacita para tomar parte en la competencia hacia el éxito. Después, Jean Valjean, reincidió en la conducta delictiva, al robar al propio Obispo sus cubiertos de plata y enseguida a Gervasillo una moneda de 40 sueldos; tras esta conducta, se sintió un “miserable” y su conciencia lo hizo recapacitar y se transformó en una persona de excelente comportamiento, el señor Magdalena; con dos fines por cumplir: ocultar su nombre y santificar su vida; huir de los hombres y volver a Dios.

Jean llegó a convertirse en Alcalde del pueblo, pero ahí aparece el señor Javert, Inspector de policía, quién nació en una prisión, hijo de una mujer que leia el futuro en las cartas, cuyo marido estaba también encarcelado. Al crecer pensó que se hallaba fuera de la sociedad y sin esperanzas de entrar en ella nunca. Advirtió que la sociedad mantiene irremisiblemente fuera de sí dos clases de hombres: los que la atacan y los que la guardan; no tenía elección sino entre una de estas dos clases; al mismo tiempo sentía dentro de sí un cierto fondo de rigidez, de respeto a las reglas y de probidad, complicado con un inexplicable odio hacia esa raza de gitanos de que descendía. Entró, pues, en la policía y prosperó. A los cuarenta años era inspector. Tenía la nariz chata con dos profundas ventanas, hacia las cuales se extendían unas enormes patillas. Cuando Javert se reía, lo cual era poco frecuente y muy terrible, sus labios delgados se separaban y dejaban ver no tan sólo los dientes sino también las encías, y alrededor de su nariz se formaba un pliegue abultado y feroz como sobre el hocico

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