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La Comunicación Prelingüística En Sujetos Con síndrome De Down.


Enviado por   •  31 de Enero de 2013  •  1.168 Palabras (5 Páginas)  •  459 Visitas

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Ya desde el primer año, se pueden apreciar los desfases en el lenguaje de los sujetos con síndrome de Down, apareciendo sus primeras palabras más tarde de lo que cabría esperar.

El lenguaje oral es fruto de las interacciones socio afectivas que el niño establece con su entorno. Por eso, si éstas están alteradas por algún factor, incidirá de manera negativa en la posterior adquisición del lenguaje. Debido a la importancia de esto, vamos a desarrollar este punto.

Hay una serie de investigaciones que estudian puntos relacionados con este tema:

• La pasividad. Unas han demostrado que los bebés con síndrome de Down son muy pasivos ante el ambiente que los rodea, convirtiéndose en un pobre interlocutor y apareciendo como menos reactivos y tomando menos iniciativa en la interacción con el adulto. (Fisher, 1987).

• El llanto. También se ha llegado a la conclusión de que el llanto de los bebés con síndrome de Down es más breve y más pobre en elementos vocálicos. (Rondal, 1986; Del Barrio, 1991).

• El contacto ocular, que aparece en el niño normal hacia el primer mes de vida, aumentando hasta los tres, cuatro meses, en el bebé con síndrome de Down aparece hacia las siete, ocho semanas, aumentando su frecuencia hasta los seis, siete meses y, manteniéndose semanas y meses más tarde. (Del Barrio, 1991).

Lenguaje Y Comunicación De Las Personas Con Síndrome De Down

El lenguaje de las personas con síndrome de Down evoluciona de un modo más lento y, en algunos aspectos, de un modo distinto al de otros grupos de personas con y sin retraso mental.

La lentitud en el progreso se manifiesta desde la etapa prelingüística en la que los juegos vocálicos y balbuceos del bebé con síndrome de Down aparecen más tarde que en otros bebés, con algunas matices diferentes.

Las primeras palabras con significado empiezan a emplearlas a una edad promedio de tres años, mientras que el uso de frases suele iniciarse alrededor de los cuatro años.

La ampliación en la longitud de los enunciados lo logran lentamente durante la segunda infancia y comienzo de la adolescencia, empleando frases de seis a ó siete elementos.

El uso pragmático del lenguaje es muy adecuado en las siguientes etapas, siendo el niño capaz de transmitir sus sentimientos y deseos de un modo comprensible.

Es evidente la dificultad específica en relación con el uso correcto de las normas morfo-sintácticas. Habitualmente se expresan en frases cortas, evitando el uso de tiempos verbales complejos y las frases subordinadas.

La baja inteligibilidad del habla es otra de las características propias del lenguaje de las personas con síndrome de Down, aunque por lo general se hacen entender por su interlocutor.

Las causas del retraso, y de las diferencias son varias, por lo que las diversas medidas de intervención son eficaces sólo de un modo parcial..

Los jóvenes que acaban la escolaridad e inician una vida de cierto aislamiento en su hogar, con ausencia de intereses y motivación, muestran regresión en sus habilidades linguísticas. Sin embargo, las personas aficionadas a la lectura, que continúan una vida social y laboral activa y que manejan el ordenador, mantienen, incrementan y mejoran su comunicación verbal.

RETRASO MENTAL

El retraso mental se asocia a un gran número de entidades patológicas que afectan al organismo en sus primeras etapas de crecimiento y desarrollo, las cuales –incluso- parecen ser heterogéneas entre sí. Se les ha clasificado de diversas maneras, las más comunes son dos: A veces se clasifica el retraso mental en términos de la relación temporal entre el factor nocivo y el nacimiento; de esta forma se dividen los casos cuya causa se encuentra antes del nacimiento, durante el parto y después del nacimiento. El otro sistema de clasificación es un poco diferente, el cual clasifica las causas de acuerdo a la existencia de componentes genéticos, desórdenes metabólicos, intoxicaciones, infecciones, problemas en los cromosomas, entre otros.

Esas son las tres pautas diagnósticas para detectar el retraso mental.

Se ha reconocido que existe una gran variabilidad en las aptitudes y comportamientos de las personas con retraso mental. Por consiguiente, se han establecido niveles de retraso generalmente en función del CI. Según el DSM-IV (1995) y el CIE-10 (1992), pueden especificarse cuatro grados de intensidad de retraso mental: leve, moderado, grave y profundo. Veamos a continuación cada uno de éstos.

Retraso mental leve (CI entre 50-69):

Esta categoría constituye la mayoría de los retrasados mentales (aproximadamente el 85%). En el período preescolar adquieren las habilidades sociales y de comunicación y no muestran deterioro en las actividades motoras o el déficit es pequeño (Martin, B. 1985). A menudo no se distinguen de los niños normales sino hasta años después. Su inteligencia subnormal se manifiesta en los años escolares, ya que tienden a retrasarse respecto a su grupo de edad. Si perseveran están en condiciones de aprender los conocimientos académicos, alcanzando en la adolescencia un desarrollo intelectual equivalente al de sexto grado (DSM-IV, 1995). Durante su vida adulta suele aprender los conocimientos vocacionales indispensables para lograr independencia económica.

Retraso mental moderado (CI entre 35-49):

Este grupo constituye alrededor del 10% de los retrasados mentales. Los individuos incluidos en esta categoría presentan una lentitud en el desarrollo de la comprensión y del uso del lenguaje y alcanzan en esta área un dominio limitado. La adquisición de la capacidad de cuidado personal y de las funciones motrices también están retrasadas, de tal manera que algunos de los afectados necesitan una supervisión permanente (CIE-10, 1992). Aprovechan poco la enseñanza escolar, pero si reciben clases especiales pueden aprender lo esencial de escritura, lectura y cálculo; y aprender otras destrezas sociales y ocupacionales (Martín, B. 1985). En la adultez rara vez obtienen independencia total, pero suelen ser capaces de realizar trabajos prácticos sencillos si las tareas son estructuradas y se les supervisa de modo adecuado. La mayoría de ellos alcanza un desarrollo normal de su capacidad social para relacionarse con los demás y para participar en actividades sociales simples (CI-10, 1992). En la mayoría de los que se incluyen en esta categoría puede reconocerse una etiología orgánica.

Retraso mental grave (CI 20-34) :

Este grupo incluye el 3-4% de los individuos con retraso mental. Es muy similar al retraso mental moderado. Hay un desarrollo motor anormal, un nivel mínimo del habla y muy a menudo deformidades físicas. Aprovechan menos la instrucción escolar comparados con los de retraso mental moderado, aunque con el tiempo pueden aprender palabras y frases sencillas, así como hábitos de higiene y arreglo personal. En la edad adulta aprenden a ejecutar tareas ordinarias, pero necesitan completa supervisión y apoyo económico (Martín B, 1985).

Retraso mental profundo (CI inferior a 20)

Este grupo incluye aproximadamente el 1-2% de las personas con retraso mental. La mayoría de los individuos con este diagnóstico presentan una enfermedad neurológica identificada que explica el retraso mental (DSM-IV, 1995). Durante los primeros años de la niñez desarrollan alteraciones del funcionamiento sensoriomotor bastante graves, por lo que su movilidad es muy restringida o totalmente inexistente, no controlan esfínteres y son capaces en el mejor de los casos sólo de formas muy rudimentarias de comunicación no verbal. Requieren de ayuda adulta y supervisión constantes (CIE-10, 1992).

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