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La Recreacion Un Asunto Serio


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2014  •  8.890 Palabras (36 Páginas)  •  196 Visitas

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EDUCANDO DESDE UNA PEDAGOGIA DE LA

TERNURA

Alejandro Cussiánovich Perú – Julio 2005 1

EDUCANDO DESDE UNA PEDAGOGIA DE LA TERNURA

Alejandro Cussiánovich V.

Introducción:

Lo que se ha dado en llamar Pedagogía de la Ternura, no puede ser abordado reductivamente desde las ciencias de la educación. Ella debe ser trabajada desde la transdisciplinariedad que le permita expresar simultáneamente su especificidad múltiple. Es decir, la pedagogía forma parte de la praxis social que intenta ser transformadora no sólo de los modos de vida espiritual en la sociedad, sino de los modos de producción material. Ambas dimensiones constituyen un desafío a releer lo que entendemos por espiritual y lo que conceptuamos como material. Desde el abordaje occidental se pautean una serie de implicancias teóricas y prácticas que difieren de abordajes moldeados en cosmovisiones no occidentales. La temática de este Congreso incorpora aspectos que nos han de permitir enriquecer esta presentación en el arco de cuestiones como ¿qué significa ser niño hoy?, cultura infantil, las otras infancias, infancia y cultura1.

I.- LOS ORÍGENES DE UN DISCURSO EMBRIONAL

Una de las primeras, si no la primera formulación que se hiciera en nuestro medio de lo que se ha dado en llamar la Pedagogía de la Ternura, data de 1990 cuando se nos solicitara hacer una conferencia a docentes llegados a Lima desde las serranías de Cerro de Pasco, la Oroya, Huancayo, Huánuco, etc.(“Apuntes para una Pedagogía de la ternura”, n.14, Agosto, 1990, 24 págs., mimeo) El IPEDEHP( Instituto peruano de educación en DDHH y la Paz) debió

1 (En este sentido, los aportes de Manuel Wallerstein son definitivos, “Conocer el mundo, saber el mundo. El fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI”, S.XXI, 2001, passim)

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invitarlos a trasladarse a la capital, pues hacer cursos con docentes sobre derechos humanos en una de las regiones más golpeadas por el conflicto armado, devenía una temeridad. No se nos ocurrió mejor idea que abordar el tema desde el eje de la ternura, precisamente porque la guerra- y sus atrocidades- no dejaba espacio ni condiciones humanas en la población y en los propios docentes, para la ternura, la confianza, la sensibilidad entusiasta. El mundo colectivo y personal de la afectuosidad de nuestro pueblo, debió traumáticamente replegarse a la interioridad, a la privacidad, a la soledad, al mismo espacio en nuestros corazones en los que desde dos décadas aproximadamente había Empezado a habitar y se asentaba la desconfianza, el miedo, la desesperanza y el dolor sufrientemente revestido de silencio. Todo ello abonaba en la necesidad de endurecerse, de acallar la sensibilidad, de reprimir manifestaciones de ternura fuera del ámbito de lo íntimo personal.

Dos son, entre otras, las características de los orígenes de este discurso en nuestro país: el de la violencia política y armada y el de los maestros y maestras en medio de ella. Sólo en 1994 el psiquiatra colombiano Luis Carlos Restrepo, involucrado en un contexto similar como el de la violencia política en su país y su ciudad Medellín, publicará ese hermoso como esclarecedor libro, “El Derecho a la Ternura”, al que seguirían otros trabajos suyos más sobre el tema.

En nuestro medio debemos destacar cómo en 1995 se colocaron una 35 líneas sobre esta Pedagogía de la Ternura en uno de los módulos para la formación de oficiales de la Policía Nacional del Perú. Al término del curso, por el que pasaron unos siete mil oficiales, la evaluación arrojó como el punto que más interpeló su labor profesional, esas escasas 35 líneas sobre un tema que luego sería requerido por más de 40 veces a ser tratado en las diferentes dependencias policiales del país.

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Podemos afirmar, que en circunstancias en las que nuestros discursos y prácticas de educación popular encontraban serias dificultades para sortear el clima de sospecha de ser discursos subversivos, la educación popular descubre y empieza a desarrollar una veta que se había mantenido como subyacente e implícita en su andamiaje conceptual, en su orientación metodológica y muy particularmente en las relaciones humanas que la

educación popular está llamada a cultivar.

El presente ensayo se propone invitar a los docentes y académicos de la educación, a trabajar esto que en el lenguaje político de los 60 y 70 conocíamos como la subjetividad, como la sensibilidad social, o como inspiradamente la llamaría Tomás Borjes, la solidaridad como la ternura de los pueblos.

Pero debemos señalar que con la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y su voluminoso como interpelador Informe, en el país ha vuelto, lentamente, a surgir la urgencia de repensar el sentido y el significado de la vida. Y con ello se inicia un retorno al valor de la indispensable urgencia de la amorosidad, del afecto, del cultivo de la fineza de espíritu que nos hace sabios, de la necesidad del sentido estético, artístico y poético que imprimen a la función poiética2 de nuestras vidas una tonalidad y colorido que le dan rostro humano y humanizador. Desde entonces, el teatro, el cine, no sólo han reproducido para la memoria el drama de lo vivido, sino cómo desde allí recrear una peruanidad que esté amasada en el respeto de las diferencias, en la participación sin discriminación alguna, pues todos contamos, no sobra nadie en el Perú. Y es que lo vivido no sólo revela lo lejos que estamos de apreciarnos y sentirnos iguales en medio de tanta desigualdad social y de tanta, aunque rica, variedad cultural. Quizá uno de los trabajos más interesantes, en el período posterior al

2 (ver Enrique Dussel, “Filosofía de la producción”,Ed Nueva América,1984, passim)

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conflicto, sea el de la antropóloga y médico, Kimberly Theidon3 y que permite entender lo gravitante de un discurso que tenga en la ternura una matriz epistemológica para nuestra práctica pedagógica y para lo que

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