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Más Allá Del Principio Del Placer, Ensayo


Enviado por   •  26 de Noviembre de 2013  •  1.378 Palabras (6 Páginas)  •  350 Visitas

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“Más allá del principio del placer”

“Si no se puede avanzar volando, bueno es progresar cojeando, pues está escrito que no es pecado el cojear” (Rückert)

He decidido iniciar este ensayo precisamente con el verso que Freud utiliza con tanto acierto para finalizar su “Más allá del principio del placer”, y lo hago muy a consciencia, porque necesito recordarme que a pesar de lo complejos que han sido estos meses de introducción al psicoanálisis, más complicado debió haber sido el camino que este autor tuvo que recorrer para afianzar la defensa de sus ideas, por lo tanto, sin importar cuan dificultosa y lenta resulte mi empresa por esta “metapsicología”, el rumbo seguirá intacto mientras equivocarse no sea un pecado.

En su recorrido nuestro autor desarrolló sucesivamente dos teorías de las pulsiones, de las cuales la primera las divide en pulsiones yoicas y sexuales. Pero irrumpe en 1920 con este nuevo trabajo con el que genera y elabora una segunda teoría que a su vez dividirá en pulsiones de vida y de muerte.

Desde el psicoanálisis podemos entender que la perspectiva de lo “económico” supone que los procesos psíquicos se regulan automáticamente por el “principio del placer”, que busca la descarga de la tensión y acabar con el displacer. Tal principio deriva a su vez del “principio de constancia”, según el cual el psiquismo busca conservar lo más bajo posible el nivel de tensión. Sin embargo, entiendo a través de esta obra que no siempre se cumple esto, ya que muchos procesos psíquicos culminan como displacer y no como placer. Se podría indicar como principal responsable de esta inhibición del principio del placer al principio de realidad, el cuál admite momentáneamente el displacer hasta que finalmente alcanza el placer. También podríamos pensar en otro responsable que sería la “represión”, con la que “reprimimos” el instinto sexual y buscamos una vía que reemplace la descarga y que es sentida por el yo como displacer. Pero tampoco aquí la represión es importante como inhibidor del principio del placer porque no niega su vigencia, ya que aunque entorpecido por la represión, el principio del placer sigue actuando.

Aquí es donde cabe mencionar el ejemplo del “Fort-da”, situación que Freud describe como experiencia personal en la que tuvo que convivir durante algunas semanas bajo el mismo techo, con un infante de año y medio de edad, y sus padres. Durante este tiempo fue testigo de la creación por obra del mismo niño, de su primer juego en el que con un carretel atado a una cuerda tiraba fuera de la cuna diciendo “fort” (fuera), y luego tiraba de la cuerda trayéndolo de nuevo hacia él diciendo “da”(aquí). Freud interpreta esto en un primer momento como una renuncia simbólica al instinto y a su satisfacción, ya que permite sin resistencia alguna que la madre (carretel) se vaya. Sin embargo ante esto Freud queda intrigado y se pregunta cómo puede ser que el niño repita en este juego tal experiencia penosa y manifieste alegría. Eliminamos la explicación de que está contento pues después recuperará el carretel, eliminación fundada en el hecho que el niño muchas veces repite solamente la primera parte del juego con alegría, o sea la parte donde arroja el carretel afuera.

También debemos eliminar la explicación del placer de la venganza hacia la madre como diciéndole “no te necesito” al mismo tiempo que arroja el carretel afuera. La alegría provendría aquí, de hacer sufrir a la madre activamente, lo que él antes experimentó pasivamente.

Este ejemplo del niño, más su experiencia con pacientes neuróticos, lleva a Freud a pensar que existe una “compulsión a la repetición”, o sea una tendencia a repetir como un suceso actual experiencias anteriormente reprimidas. Por ejemplo el neurótico no recuerda, sino que repite a través de la “transferencia”. Esta repetición no resulta placentera, ni siquiera resulta placentero el hecho que se intenta repetir. Según Freud, esto se observa también en las personas que aseguran estar condenadas a fracasar y por eso todo les sale mal.

Basándose en todos estos ejemplos, finalmente Freud llega a pensar que hay algo en la obsesión de repetición que va “más allá del principio

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