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Melanie Klein Ultimos Años


Enviado por   •  14 de Junio de 2012  •  2.098 Palabras (9 Páginas)  •  763 Visitas

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Melanie Klein Ultimos Años

En ese momento de su labor, Klein describe el desarrollo del niño como un esfuerzo de elaboración para salir del conflicto entablado entre las pulsiones de vida y muerte, en el que la pulsión de vida poco a poco se impone a las pulsiones destructivas. En la posición esquizoparanoide, la proyección de la pulsión de muerte da origen al miedo a los perseguidores. El crecimiento y el desarrollo del yo están ligados al funcionamiento de la pulsión de vida. En un desarrollo favorable, cuando predominan las experiencias buenas, es menor la presión para proyectar los impulsos y los objetos malos hacia el exterior; a medida que disminuyen las proyecciones la persecución se debilitan y se inicia un ciclo benigno.

Es posible establecer un contraste entre la organización esquizoparanoide y la depresiva del siguiente modo esquemáfico: en la posición esquizo-paranoide el yo se escinde en sus partes buenas y malas, se fragmenta.En la posición depresiva, en cambio, el yo está integrado y expuesto al conflicto de impulsos contradictorios.

El concepto de las dos posiciones no ha echado por tierra la idea básica de un movimiento de las fuerzas libidinales y destructivas desde la fase oral hacia la genital. Ambas posiciones se arraigan en la fase oral, tal como lo determina la dependencia del bebé, que debe alimentarse del pecho. Las tendencias anales no se muestran muy abruptamente separadas de las orales; la expulsión y la proyección son mecanismos primitivos básicos y la primera puede ser fantaseadaen términos orales (eructar, escupir) o bien en términos uretrales yanales (orinar, ventosear, defecar).

En la posición depresiva, cuando el objeto destruido es asimilado a las heces, una mezcla de tendencias depresivas y maníacas produce una preocupación angustiosa por las heces: algunas veces la necesidad de retenerlas, por miedo deperderlas, o la necesidad opuesta, la de expelerlas.

Se puede resumir la teoría así: en el planteamiento clásico parece que el niño desarrolla cierta clase de relación de objeto porque está fijado en la etapa anal; el criterio kleiniano sería el de que el niño puede fijarse en mecanismos anales porque desarrolla cierto tipo de relación de objeto.

La ansiedad principal en la posición esquizo-paranoide se refiere a la supervivencia del self; o bien se trata del miedo a la acción de la pulsión de muerte en el interior —o sea, a la autodestructividad— o bien del miedo a los perseguidores que destruyen el self y el objeto ideal.

Según el punto de vista de Melanie Klein, el complejo de Edipo comienza a surgir con la posición depresiva, de la que es parte integrante. Los sentimientos de exclusión, de frustración, de celos y de envidia están agravados por las proyecciones de las propias fantasías, primero del bebé y más tarde del niño. Sean cuales sean sus deseos, los atribuye a sus padres, y en la fantasía vive a sus padres como personas que intercambian esas gratificaciones que él desea para sí mismo.

La elaboración del complejo de Edipo implica el debilitamiento de esas escisiones y la retirada de la proyección, con lo que el niño cobra una conciencia creciente de sus propios deseos sexuales y agresivos hacia sus padres. La concienciación de fantasías agresivas relacionadas con las figuras

parentales amadas aporta elementos reparadores, los deseos y fantasías genitales. A los ataques contra los padres sexuales internos siguen los sentimientos de culpa y pérdidas y se llega a un deseo de reparar interna y externamente una pareja sexual buena. Esta reparación interna de la pareja parental proporciona un modelo interno para la genitalidad creadora y procreadora.

ENVIDIA Y GRATITUD

Consideraba que la envidia del pene en las niñas era un fenómeno mucho más complejo que el descrito por Freud y, además, de una naturaleza no primaria. En su artículo «El complejo de Edipo a la luz de las ansiedades tempranas» (1945), establece que, desde su punto de vista, la envidia del pene es una expresión de la bisexualidad de la niña y que existe en forma independiente, tal como lo afirmara Freud. Pero Klein sostiene que esa envidia se ve reforzada por dos fuentes. Una es la envidia que la niña experimenta ante el cuerpo de la madre, que en las etapas tempranas del complejo de Edipo se vivencia como el contenedor del pene del padre y de bebés. Es decir, esa primera envidia relacionada con el pene se conecta con su envidia hacia la madre. La segunda fuente está en el deseo frustrado de la posesión del pene del padre mediante la relación sexual. En el desarrollo del varón, Klein subraya la envidia del cuerpo de la madre como continente del pene y de bebés y considera que esto es un elemento importante en el complejo de Edipo negativo. Sin embargo, en su artículo Klein aísla la envidia como una de las emociones fundamentales y más primitivas. Por primera vez formula su opinión de que la envidia surge en la primera infancia y está dirigida hacía el pecho que nutre, al menos en su forma fundamental primitiva. El amor, el cuidado y el alimento que provienen de la madre estimulan en el bebé dos reacciones opuestas: una de gratificación, que conduce al amor, una forma primitiva de gratitud; la otra de hostilidad y envidia, basada en la comprensión de que la fuente de alimento, amor y bienestar se encuentra fuera de uno mismo. Estos sentimientos no están relacionados con la experiencia de la alimentación física exclusivamente.

Klein establece distinciones cuidadosas entre los conceptos interrelacionados de celos, envidia y voracidad. La envidia es más primitiva que los celos: surge en una relación de objeto parcial y no está conectada con una situación triangular; es puramente destructiva y apunta al objeto de amor y admiración. Los celos constituyen un sentimiento mucho más complicado que pertenece al triángulo edípico; se basan en el amor, y el odio hacia el rival es una consecuencia del amor por el objeto del deseo. Klein cita English Synonyms de Crabb, donde se dice que los celos pueden ser nobles o innobles, pero que la envidia siempre es innoble. La voracidad también ha de ser diferenciada de la envidia; su fin consiste en apoderarse de todas las riquezas del objeto, más allá de la necesidad del sí mismo o de las capacidades o voluntad del objeto. El daño que produce la voracidad es accidental; en cambio, la envidia posee como fin directo el de deteriorar los atributos

del

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