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Mente Brillante


Enviado por   •  27 de Marzo de 2012  •  1.523 Palabras (7 Páginas)  •  1.056 Visitas

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Para empezar, es necesario que exponga que es para mí el humanismo, es el amor hacia nuestros semejantes, el ayudar, el educar, el compartir, en si la práctica de valores conforme un proceso cognoscitivo para convivir y para buscar el paradigma de todo ser humano, “la felicidad”.

Pensar en una sociedad como la nuestra donde lo económico prima sobre lo humano o mejor dicho sobre el sentido humanista que debe primar en la sociedad. Observemos el comportamiento de los hombres entre ellos mismo, por ejemplo el gerente que escoge una mujer sin hijos para el trabajo sobre otra que tiene dos o tres, incluso uno, ¿por qué? Porque es más rentable tener una mujer sin compromisos, que aquella que tendrá que faltar al trabajo por asistir a la entrega de boletines de su hijo, o para asistirlo en alguna enfermedad, muchas veces prefieren a hombres sobre las mujeres porque estos no son susceptibles a quedar embarazados o en caso de estar casados la incapacidad es menor y menos costosa. Sin extenderme más la razón fundamental es que el dinero se pone por delante del hombre, como un complemento fundamenta y necesario en el camino de la vida.

Es claro que desde siempre el mundo siempre se ha visto dividido no solo por límites físicos; también siempre se han creado división entre países desarrollados y países subdesarrollados. Aquellos que osan llamarse desarrollados, lo hacen motivados precisamente por el hecho de haber llegado a niveles, en donde cada uno de sus connacionales viven mucho más que dignamente, con todos los servicios básicos (energía, agua, alcantarillado, teléfono, etc.), con la oportunidad de ser útiles a la sociedad, y con la posibilidad de seguir disfrutando en su vejez de la misma calidad de vida, sin tener la necesidad de seguir laborando. Todo lo contrario sucede en los países subdesarrollados, los cuales, desafortunadamente, concentran la mayoría de la población del planeta. En estas sociedades impera la cultura de la supervivencia, es decir, el vivir el día tras día, sin pensar o visualizar un futuro y trabajar para la consecución de este, sobreviviendo como depredadores de la vida consiguiendo ser solo unos héroes diarios de su hogar.

Nos guste o no, el capitalismo de consumo ha sustituído a la economía de producción y de trabajo y sus valores. Buena parte de los jóvenes que acceden al mundo laboral hoy ya no identifican el trabajo como el espacio principal de realización personal y profesional, sino simplemente como el instrumento que les facilitará el acceso al dinero y, con éste, al consumo.

Para muchos de ellos asociar trabajo con identidad personal y proyecto de vida (aunque sea como posibilidad o como sueño) se ha convertido en algo literalmente im-pensable e in-creible. La relación (o prelación) trabajo-ocio-consumo que habíamos heredado de la sociedad industrial ha saltado por los aires.

Tiene poco sentido que las empresas se lamenten de este cambio, ya que han sido y son ellas las que por diversos medios (publicidad incluida) lo han favorecido. Los valores y actitudes que son buenos para aumentar la cifra de ventas puede ser que sean malos para incrementar la productividad. O como dice nuestro amigo Carlos Obeso, “no hay cerdos gordos que pesen poco”. Y lo mismo podríamos decir del lamento de las entidades financieras ahora que ven aumentar la morosidad.

Quien ha favorecido un modelo de consumo basado en el crédito y el endeudamiento de las familias no puede esperar tener ahora clientes ahorradores y buenos pagadores. Llevamos 30 años educando a la gente en aplazar los pagos y disfrutar hoy, proyectando los costes al futuro (o, peor aún, haciéndoles creer que no hay costes). Y ahora, de golpe y porrazo, con la crisis esperamos que actúen al revés.

La libreta de ahorro correspondía a la sociedad de productores, la tarjeta de crédito corresponde a la sociedad de híper consumo. La vida del crédito basado en la deuda y sin ahorros como una forma de guiar los asuntos de los humanos, tanto en las políticas individuales como en las políticas de estado.

Familias endeudadas, empresas endeudadas, administraciones endeudadas. Todos nos gastamos lo que no tenemos. Hemos pasado de la coacción, la conciencia de límite y el trabajo duro del mundo industrial a la seducción y libre elección del mundo del híper consumo.

Los nuevos reyes de estas sociedades no coercitivas son aquéllos que han aprendido a dominar los mecanismos de estimulación y atracción y que saben suscitar, canalizar o reforzar en nosotros nuevas necesidades y deseos y que nos saben convencer de que ya no hay línea

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