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PEDAGOGIA INSTITUCIONAL


Enviado por   •  8 de Mayo de 2012  •  2.910 Palabras (12 Páginas)  •  2.290 Visitas

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PEDAGOGIA INSTITUCIONAL

 Del escolar al político

 La Psicología de Rogers

 De la teoría a la práctica

 La pedagogía institucional ¿es una buena institución?

LA PEDAGOGIA INSTITUCIONAL

Del escolar al político

Desde 1961, se adscribe al nombre de la pedagogía el epíteto institucional, tal vez por exceso de evidencia: el acto pedagógico es por definición un acto esencial puesto que compromete la vida entera. Su importancia no se justifica sólo por consideraciones superficiales que pueden hacerse sobre los métodos y su eficacia mayor o menor en materia de educación moral o intelectual, sino por un modus vivendi impuesto por la organización social de un país y que, estabilizado por años de vigencia, se convierte en hábito fuertemente arraigado y prácticamente indestructible.

La pedagogía institucional procura reajustar la trama de los lazos que vinculan la escuela con la sociedad y mostrar que la educación y la pedagogía no pueden concebirse independientemente de lo político. La demostración da lugar a abundantes consideraciones:

• Se exponen de manera detallada los vicios sociales que padece el mundo

• Se examina el origen de la escuela y el de la organización social que conocemos,

• Se critica implacablemente el sistema jerárquico y burocrático, para concluir en la necesidad de una urgente revolución que alcanzaría a la escuela tanto como a la sociedad.

Los autores que se agrupan bajo el estandarte de la pedagogía institucional son esencialmente educadores veteranos, hombres de ideales, decepcionados en sus esperanzas: unos habían confiado en la ideología marxista para descubrir finalmente que sus aspiraciones generosas se perdían entre los médanos de la burocracia; otros habían creído contar, por lo contrario, con la doctrina social de la Iglesia católica, pero acabaron sintiéndose a la vez prisioneros de la jerarquía y cómplices de una burguesía hábil en el disimulo de sus apetitos materialistas detrás de máscaras de virtud; otros más, finalmente, empujados por la fuerza de las cosas hacia el funcionamiento en los organismos nacionales de educación, se encontraron a sí mismos al fin como peones anónimos, , siempre instituidos, pero nunca institutores.

La corriente de la sociedad a la escuela y de la escuela a la sociedad es constante y la crítica de una apareja siempre la de la otra, bajo el signo del análisis institucional.

Al introducir distintos fundamentales en el análisis de las estructuras de la sociedad, como la que establece entre la comunidad, unidad orgánica, biológica y afectiva, y la sociedad organizada según conceptos de índole abstracta, y autorizando con ello todas las aventuras intelectuales, la sociología no se limitó a aclarar el funcionamiento de las instituciones sino que obligó al educador a reflexionar sobre la validez de sus actos en relación con esas instituciones. En efecto, mientras las polémicas de principios del siglo giraban en derredor de los términos conciencia individual y conciencia colectiva, y la sociología y la psicología luchaban duramente para asegurarse el monopolio de la mejor explicación de las conductas humanas, una nueva manera de encarar la cuestión consiste ahora en estudiar las relaciones entre el yo, el nosotros, y los demás. Ciertas palabras que gozan de gran preferencia, como encuentro, intercambio, diálogo, comunicación, concertación, dan cuenta de la tendencia; y lo que se ve modificado es el conjunto de la situación sociopedagógica.El estatuto psicológico del individuo, que había podido presentarse como inmutablemente fijado por las nociones de cociente intelectual o de caracterología fatalista, se manifiesta ahora como dependiente de las circunstancias en una importante medida. El encuentro de la sociología y el psicoanálisis merece ser destacado: ambos estudian las relaciones que ligan al hombre con sus diferentes ambientes de vida.

El sociodrama ofrecería a los educadores en principio la posibilidad de conocer mejor a sus alumnos. La puesta en escena que requiere, y que por su aspecto teatral exime al individuo del enfrentamiento directo de la realidad, así como la protección que asegura al yo gracias al enmascaramiento provisorio de la personalidad, crean en efecto las condiciones para un ejercicio de espontaneidad. Liberado de sus inhibiciones por estos subterfugios, el individuo puede entonces abandonarse y decir lo que piensa y siente. Desde este .punto -de vista, la encuesta sociométrica se presenta como de manejo más cómodo; y son ya numerosos los maestros que la emplean en sus clases, a veces desde las preescolares.

La Psicología de Rogers

La pedagogía institucional reclama sobre todo que se conozca bien el estatuto psicosociológico de los alumnos en clase a fin de dirigirlos mejor. Era imposible que no surgiera la idea de una primera utilización de la dinámica de los grupos con fines autoritarios « directivistas. Apresurémonos a decir que semejante interpretación resulta indignante para los liberales; hay dos palabras predilectas que traducen su desprecio a este respecto: «manipulación» y «recuperación». En realidad, lo esencial del debate gira, por lo contrario, en derredor del concepto de « no directividad»; y aquí es donde interviene el psicólogo norteamericano Carl R. Rogers.

Rogers se organiza alrededor de los siguientes puntos centrales: creencia en un núcleo de tendencias homofilicas que existe en cualquier ser humano, pero algunas veces resulta difícil hacer emerger porque la sociedad las ha pervertido en mayor o menor medida, o las ahoga en una escoria «inmoral»; negación de relaciones terapéuticas o educativas útiles cuando se establecen en una situación de verticalidad jerárquica, o un «ser fuerte» pretende ayudar a un «ser débil» permitiéndole beber de su depósito personal de ciencia, experiencia o salud psíquica. En cambio, firme adhesión a la idea de que el hombre puede facilitar a su semejante las necesarias tomas de conciencia por la aceptación incondicional, libre de todo juicio de valor, y la atención benevolente «enfática», es decir, basada en la reciprocidad del acogimiento; creencia, finalmente, en que el ser humano no puede progresar sino partiendo de un umbral en que se sitúe en la autenticidad de su persona respecto de si misma y de su ambiente.

Rogers se presenta, pues, como un psicólogo leal, optimista, generoso, y a la vez extremadamente liberal

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