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Pruebas Psicometricas


Enviado por   •  31 de Julio de 2011  •  5.095 Palabras (21 Páginas)  •  2.433 Visitas

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SEMINARIO

“EL NIÑO EN LOS PROCESOS JUDICIALES”.

PROBLEMÁTICA DE LOS HIJOS DE MUJERES PRIVADAS DE LIBERTAD.

ALUMNA: Carla Di Croce Garay

Nº de Legajo: 97912/1

Año: 2008

"MUJERES Y HOMBRES SON DIFERENTES. TRATAR IGUAL A HOMBRES Y A MUJERES EN ESTA SITUACIÓN NO DA COMO RESULTADO CONDICIONES DE IGUALDAD"

Hombres y mujeres son parecidos en situación de cárcel, sin embargo, se han tomado muy poco en cuenta las necesidades y problemas de las mujeres encarceladas que son diferentes a las de los hombres. Esta omisión probablemente refleja el hecho de que las mujeres son una muy pequeña minoría en la población total de reos: sólo el cuatro por ciento de las cifras mundiales. En todo el mundo, los regímenes de cárcel están casi invariablemente diseñados para una mayoría, es decir, para la población masculina de reos y, por ello, no contempla las necesidades de las mujeres.

Las necesidades físicas, mentales y emocionales de las mujeres reclusas difieren de las de los hombres reclusos. Es probable que la cárcel no ofrezca los cuidados adecuados que se necesitan durante la maternidad y el período prenatal, o un acceso apropiado a productos de higiene femenina. La mujer puede tener necesidades diferentes en relación a ciertos problemas, por ejemplo, de adicción a sustancias, enfermedades psicológicas, manejo del enojo, un pasado con maltrato psicológico, físico o abuso sexual.

En comparación con el resto de la población, las mujeres encarceladas presentan un mayor índice de enfermedades psicológicas y mentales y una mayor probabilidad de haber sido víctimas de abuso físico y sexual; en ellas el riesgo de autolesión y suicidio es mayor. Puede ser que respondan diferente a los regímenes de seguridad y que requieran formas menos severas de restricción física. Los regímenes de seguridad en las cárceles mixtas pueden resultar desproporcionadamente severos para las mujeres, debido a que fueron diseñados para hombres.

La mayoría de las mujeres en la cárcel son madres, además de -muchas veces- ser únicas cuidadoras de sus hijos. Por ello, es especialmente importante que se encuentren formas de ayudarlas a mantener los lazos familiares. También es importante que se tomen en cuenta los derechos de los/as niños/as, hijos/as de madres encarceladas.

Como lo demuestran las investigaciones, en un gran número de mujeres las sentencias con privación de la libertad son poco apropiadas, además de ser poco efectivas en cuanto a reducir los índices de delincuencia o de reincidencia en el delito. La experiencia de la cárcel puede tener efectos dañinos tanto para las madres como para sus hijos/as, además de que puede exacerbar los problemas psicológicos, mentales, o aquellos relacionados con drogadicción o alcoholismo en las mujeres encarceladas.

"LAS CÁRCELES NO FUERON DISEÑADAS PARA LOS CHICOS Y LIMITAN SU DESARROLLO, POR LO TANTO EN UN ENTORNO DE CRIANZA POBRE EN ESTÍMULOS, LOS NIÑOS EN PRISIÓN CON SUS MADRES PUEDEN CALIFICARSE DE NIÑOS EN RIESGO” (Estudio de la Universidad Complutense de Madrid, 1998).

“La mayoría nunca vio la luna. Ni conoce qué es un perro. O una plaza. Tampoco sabe la palabra "afuera" o cómo pincha una barba. Muchos tienen problemas de vista, acostumbrados a ver siempre a distancias cortas. No juegan a la mamá y al papá, sino a las visitas y a la requisa. Porque todo lo que conocen del mundo es la cárcel” (Informe, Diario La Nación). Son chicos y viven detrás de las rejas desde que nacieron o desde que sus madres cayeron presas. Los más grandes tienen casi cuatro años. Cuando llegue su cumpleaños se tendrán que ir con un familiar o a alguna institución para menores.

Seis de cada diez chicos que crecen en las cárceles federales son hijos de mujeres que están detenidas sin tener condena. En las prisiones bonaerenses son nueve de cada diez. La mayoría de las madres están en prisión por delitos no violentos. Tiene diez pabellones en los que se alberga a madres con hijos y embarazadas: seis son pabellones de mujeres procesadas, dos de condenadas y dos con régimen de autodisciplina. Es decir que el 60% de las madres están detenidas sin haber sido juzgadas. Menos del 20% de las internas de la unidad (madres y presas comunes) está en prisión por delitos violentos y el 67% por causas vinculadas con drogas. En las cárceles bonaerenses, el 89% son procesadas y el 11% tiene condena. Al 63,6% se le imputan delitos contra la propiedad y sólo al 29%, contra las personas. . (Datos según la Subsecretaría de Asuntos Penitenciarios de la Nación y por el Comité Provincial contra la Tortura).

La problemática mayor para psicólogos y profesionales de la salud es que estos chicos adoptaron el encierro como única forma de vida.: como ejemplo, juegan a la requisa o la visita y a cualquier hombre que pasa por el penal lo llaman “papá”. Por la noche solamente se siente silencio, no hay llantos ni bochinche. No es un niño normal: es un niño institucionalizado, ya que la vida de los chicos en la cárcel sigue la estricta rutina del sistema penitenciario. No pueden vestir de ciertos colores: nada de azul, de celeste, negro o gris, por el riesgo de que esos colores se confundan con los uniformes de las agentes penitenciarias. No pueden tener espejos ni jugar con sogas, ni siquiera pueden usar un sacapuntas. Y el día se termina a las siete de la tarde, cuando tienen que volver a la celda. Es un entorno monótono desde el punto de vista sensorial: el color, los objetos, los sonidos, los olores...

Así es la vida de los 150 chicos que viven hoy en cárceles federales y de la provincia de Buenos Aires. En la Unidad 31 del Servicio Penitenciario Federal viven casi cien. En 1996, esta cárcel se inauguró para que cada presa tuviera una celda privada para vivir con su hijo. La medida se tomó luego de un motín en la Unidad 3. Se buscó reducir los riesgos que corrían los chicos al vivir en una cárcel con presas comunes y a la vez evitar que se separara a la madre y a su hijo en la primera infancia. Lo mismo ocurre en la cárcel provincial de Los Hornos, donde viven 51 menores de cuatro años y otra decena de chicos se reparten en las prisiones de Bahía Blanca, San Nicolás, Mercedes y Mar del Plata.

El dilema que enfrentan las autoridades es

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