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Reflexion Etica Del Aborto


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2013  •  2.669 Palabras (11 Páginas)  •  370 Visitas

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REFLEXION ETICA DEL ABORTO

El aborto no es una cuestión meramente de creencias sino que se trata de un derramamiento de sangre; no es simplemente sobre puntos de vista sino sobre víctimas. Padre Frank Pavone

Yo podría ser el último paria de mi reino, un leproso abandonado por todos, sin recuerdo y sin esperanza de goce alguno, y aún quisiera vivir. Jacinto Benavente

La peor discapacidad del ser humano y la de mayor trascendencia para su propia vida y la de sus semejantes, no es la física o la mental, sino la que afecta a los principios éticos esenciales. Por desgracia esa tara no aparece en las ecografías ni se detecta a través del diagnóstico prenatal, ya que, con excepción de algunas patologías poco frecuentes, la discapacidad ética (1) suele ser adquirida o inducida, antes que congénita. Afortunadamente para quienes pudieran padecerla en cualquiera de sus modalidades y aunque pudiera ser diagnosticada durante el período de gestación, la generosidad y el buen juicio de quienes no sufren ese tipo de malformación les mantendría alejados de las clínicas abortivas y ello a pesar de ser plenamente conscientes que en el futuro tendrán que padecer, con toda probabilidad, el sufrimiento y la miseria que normalmente generan a su alrededor los discapacitados éticos.

Por el contrario, son muchas las personas que con tan importante limitación o minusvalía, determinan quien vive y quien muere en nuestra sociedad, incluso antes de nacer. En algunos casos el argumento puede ser que el nasciturus presenta alguna malformación física o psíquica, en cuyo caso recurrirán al aborto eugenésico para terminar con esa posibilidad, pero la mayoría de ellos simplemente preferirían no tener que justificar absolutamente nada, más allá de la propia voluntad personal manifestada de forma explícita. Y es que en realidad, lo que se reclama mayoritariamente por quienes defienden el aborto, es el aborto libre (2); es decir, poder interrumpir un embarazo de forma sencilla, con las máximas facilidades y utilizando para ello el amparo de la ley. O dicho con palabras menos tibias, la posibilidad de acabar con la vida de un ser humano en proceso de gestación, sin que ello constituya problema alguno de tipo legal o ético y sin tener que dar mayores explicaciones.

En el caso particular de la discapacidad ética en relación con el problema del aborto inducido (3), ante todo hay que señalar que a nadie se le escapa que tener un hijo implica un importante compromiso, grandes sacrificios, tanto en lo personal como en lo económico y una enorme responsabilidad, condicionantes que normalmente se multiplican bajo determinadas circunstancias y sobre todo en el caso de tener que afrontar un problema de discapacidad física o mental. Por otro lado, tampoco puede obviarse que las ayudas, las coberturas y los esfuerzos de la Administración a los efectos, no son siempre los que deberían; ni siquiera los que podría brindar en caso de una gestión más eficaz y si el establecimiento de prioridades y necesidades se llevara a cabo con mayor coherencia. Por ello, resulta evidente que la opción de traer un ser humano a este mundo es cualquier cosa menos tarea sencilla, como tampoco lo es para las personas sin una minusvalía ética la decisión de poner fin a una vida en gestación, algo que no resulta fácil ni siquiera en el supuesto de los casos más graves, o en aquellos en los que pudiera haber importantes argumentos de peso.

Pero en realidad, eso es sólo una parte de la cuestión, ya que al hablar de discapacitados éticos no me refiero a quien, por una serie de circunstancias trágicas, se ve en la terrible situación de tener que plantearse, muy a su pesar, la interrupción de un embarazo, algo que además lamentará profundamente y probablemente le sumirá en una dolorosa encrucijada ética. Para ese tipo de personas aunque la decisión pueda no ser la acertada, aunque se pueda estar en desacuerdo o incluso abiertamente en contra de la misma, la disyuntiva no habrá sido fácil y le habrá generado un más que serio problema de conciencia, que con toda probabilidad tardará años en desaparecer o incluso con el que deberá cargar de por vida. Todo ello supondría claros indicios de que no estaríamos ante un discapacitado ético, sino ante alguien que, por determinadas circunstancias, normalmente adversas, optó por tener que dejar a un lado la ética, probablemente de manera puntual o circunstancial, seguramente muy a su pesar y quizás incluso por una simple cuestión de supervivencia, algo que también forma parte del comportamiento humano, de nuestra debilidad y de nuestra imperfección y que por lo tanto debería ser, cuando menos, objeto de nuestra comprensión. Quizás por ello, en estos casos sería más apropiado hablar de una disfunción ética condicionada o circunstancial, pero no de una discapacidad ética propiamente dicha, que sería el verdadero objeto de esta reflexión.

Pero incluso aún contando con esa predisposición a la comprensión, que por otro lado debería ser algo común a cualquier ámbito y a todos los seres humanos, el problema del aborto es lo suficientemente significativo y complejo, como para que no resulte sencillo alcanzar un consenso amplio ante esta controvertida cuestión. Ello es debido, entre otras cosas, a la multiplicidad de casos y situaciones diferentes que pueden llegar a darse y que frecuentemente serán complicadas de valorar con objetividad y teniendo en cuenta cada una de esas realidades particulares. Por ello, trazar las fronteras o los plazos que delimitan lo aceptable de lo inaceptable, lo tolerable de lo intolerable o sencillamente entre lo deseable y lo deleznable, no es tarea que pueda resolverse con facilidad, ni probablemente tampoco desde una postura binaria –si / no-, que con seguridad terminaría incurriendo en mayores injusticias que la respectivamente pretendida por cada una de esas dos posibles posturas.

De esta manera, la presente reflexión no estaría basada en enfocar la cuestión del aborto inducido desde una visión dual y en la que prevalecen esas dos posturas absolutas y antagónicas –aborto si / aborto no-, sino en tratar de evitar a toda costa que cualquier posicionamiento ante tan trascendental cuestión se pueda llegar a plantear desde la discapacidad ética; desde la trivialización de la propia vida, desde la más absoluta indiferencia o desde la exención de toda responsabilidad ante la muerte de un ser humano… incluso aunque todavía no hubiera llegado a nacer.

Así, al hablar de discapacitados éticos, en este caso relacionados con el problema del aborto, fundamentalmente quiero referirme a aquellos individuos cuya percepción ética se encuentra limitada o entorpecida a causa de una alteración en sus valores

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