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La Ciencia Sin Religión Está Coja


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2013  •  2.267 Palabras (10 Páginas)  •  589 Visitas

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Einstein y la fe religiosa

“La ciencia sin religión está coja; la religión sin ciencia está ciega” (Albert Einstein)

Albert Einstein nunca fue un científico alejado de la realidad. Fue un hombre comprometido políticamente. Se mostró siempre de modo abierto como un pacifista convencido. Pero su terror al régimen de Hitler pesó mucho sobre él, y escribió una carta al presidente Franklin D. Roosevelt informándole que los primeros descubrimientos de la reacción en cadena de fisión de isótopos de uranio se habían hecho en Alemania, y podrían llevar al desarrollo de una bomba nuclear. Su carta tuvo éxito, y movilizó a los científicos americanos, quienes al cabo de seis años hicieron explotar la primera bomba atómica en Álamo Gordo el 16 de julio de 1945. Para entonces Hitler había sido ya derrotado, y por ello la segunda y la tercera bombas se lanzaron en Japón al mes siguiente, ocasionando la capitulación japonesa y el fin de la II Guerra Mundial.

Al final de su vida, Einstein luchó obstinadamente para que el mundo llegara a un acuerdo para cortar la amenaza de la guerra nuclear. El 11 de Abril de 1955, una semana antes de su muerte, escribió una carta a Bertrand Russell expresando su apoyo a su manifiesto a favor del abandono de las armas nucleares. Pero hay tres aspectos que destacamos aquí en la vida y el pensamiento de Einstein agrupados bajo el epígrafe de Einstein y la religión. En este trabajo, desarrollamos en primer lugar, cómo vivía Einstein su propia experiencia religiosa, y qué papel tuvo en su vida privada. En segundo lugar, cuál es el fundamento filosófico que aporta Einstein a su vivencia religiosa. Y en tercer lugar, cómo plantea las relaciones entre ciencia y religión, entre la Física y la Teología.

La religiosidad de Einstein y el papel de la religión en su vida privada

¿Era Einstein un hombre “religioso” en el sentido de un buen judío creyente?

Más bien, lo que se deduce de los muchos textos autobiográficos, es que Einstein tenía hondos “sentimientos” religiosos relacionados con el sentido de la vida (dimensión filosófica), y con la experiencia honda del misterio del universo (dimensión científico-mística). En un texto que se ha hecho ya clásico, escribe Albert Einstein:

“¿Cuál es el sentido de nuestra vida, cuál es, sobre todo, el sentido de la vida de todos los vivientes? Tener respuesta a esta pregunta se llama ser religioso. Pregunta: ¿tiene sentido plantearse esa cuestión? Respondo: quien sienta su vida y la de los otros como cosa sin sentido es un desdichado, pero hay algo más: apenas merece vivir”.

Y en ese mismo texto, escribe:

“El misterio es lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos. Quien no la conoce, quien no puede admirarse ni maravillarse, está muerto. Sus ojos se han extinguido. Esta experiencia de lo misterioso –aunque mezclada de temor- ha generado también la religión”.

Para entender el papel de la experiencia religiosa en la vida de Einstein hemos de retroceder a junio de 1880, cuando tiene un año de edad. La familia Einstein se traslada de Ulm a Munich. A la edad de seis años, el niño Albert ingresa en la Petersschule, una escuela pública católica de educación primaria, donde recibe instrucción religiosa. Aunque sus padres no eran practicantes, le enseñaron los rudimentos del judaísmo, que se superpuso a la formación católica de la escuela. A los diez años, tuvo una etapa de fervor religioso, que le llevó a la composición de cánticos religiosos. A los doce años, al someter la interpretación literal de la Biblia al análisis científico, entró en una crisis de fe, que le llevó al ateísmo. Sería la posterior lectura de los escritos de filósofos como Spinoza, y, sobre todo, sus propias reflexiones personales lo que le reconciliaría con la creencia en Dios. Como describe en su Autobiografía y en sus escritos de madurez.

Para Albert Einstein – y sin duda, para muchos espíritus que orientan su actividad en el sentido de las ciencias naturales –, “la verdadera religiosidad es saber de esa Existencia impenetrable para nosotros, saber que hay manifestaciones de la Razón más profunda y de la Belleza más resplandeciente, sólo asequibles en su forma más elemental para el intelecto. En ese sentido, y sólo en éste, pertenezco a los hombres profundamente religiosos”.

En su autobiografía, Einstein escribió que “lo esencial en la esencia de un hombre de mi tipo, consiste precisamente en lo que él piensa y cómo piensa, no en lo que hace o sufre”. De acuerdo con sus propias confesiones, la raíz de su religiosidad, tal como él la veía, se basaba tanto en el amor a la naturaleza como en la música: “La experiencia más bella y profunda que puede tener el hombre es el sentido de lo misterioso; (…) el percibir que, tras lo que podemos experimentar, se oculta algo inalcanzable a nuestro espíritu, algo cuya belleza y sublimidad se alcanza sólo indirectamente y a modo de pálido reflejo, es religiosidad. En este sentido, yo soy religioso”.

Este sentimiento religioso cósmico es también “el motivo más fuerte y más noble de la investigación científica. Sólo quienes entienden lo inmensos esfuerzos, y, sobre todo, esa devoción sin la cual sería imposible el trabajo innovador en la ciencia teórica, son capaces de captar la fuerza de la única emoción de la que puede surgir tal empresa, siendo como es algo alejado de las realidades inmediatas de la vida”.

Hay autores que consideran que Einstein era ateo, o que defendía una imagen inadecuada de Dios. Esta es la defensa que él mismo hace:

“No soy ateo, y no pienso que se me pueda llamar panteísta (doctrina del que identifica a Dios con la naturaleza y con el mundo). Estamos en la posición de un niño pequeño entrando en una gigantesca librería llena de libros escritos en muchas lenguas. El niño sabe que alguien debió de haber escrito esos libros. Pero no saber cómo. Tampoco entiende los lenguajes en los que están escritos. El niño sospecha borrosamente que existe un misterioso orden en el acomodo de los libros, pero no sabe cuál es ese orden. Ésta, me parece a mí, que es la actitud hacia Dios, aún del más inteligente ser humano. Contemplamos al universo maravillosamente dispuesto y obedeciendo a ciertas leyes, pero solamente de manera borrosa entendemos esas leyes. Nuestras mentes limitadas perciben una fuerza misteriosa que mueve las constelaciones".

Pero esas ideas religiosas

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