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La Patristica


Enviado por   •  23 de Enero de 2015  •  14.537 Palabras (59 Páginas)  •  515 Visitas

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La Patrística.

Se conoce como Patrística al conjunto de escritos doctrinales de los primeros siglos del cristianismo, cuya intención era definir el dogma, unificar las distintas interpretaciones del cristianismo y promocionar la doctrina cristiana, en la mayoría de los casos exponiéndola en un lenguaje filosófico que la hiciera aceptable para las clases cultas del mundo grecorromano.

Aunque la Iglesia Católica reserva el término “patrística” para aquellos autores cuyas doctrinas son actualmente aceptadas por la Iglesia, a diferencia de otros autores cristianos de la misma época que posteriormente fueron declarados herejes, nosotros utilizaremos aquí el término como denominación del periodo, e incluiremos en él a todos los autores cristianos, ya sean considerados ortodoxos o heterodoxos.

En sentido estricto, la Patrística pertenece al periodo antiguo de la filosofía, ya que se desarrolla entre el siglo I y el V d.c. Pero dado que la filosofía medieval es fundamentalmente filosofía cristiana, y dado que dicha filosofía tiene su base en la obra de los autores de este periodo, sobre todo en la doctrina de S. Agustín, es preferible estudiar la patrística junto a las escuelas filosóficas medievales, ya que forman un conjunto orgánico bien diferenciado tanto de la filosofía grecorromana anterior (de la que sin embargo, como veremos, la patrística toma muchos elementos) como de la filosofía moderna posterior que, a partir del humanismo renacentista, deja de tener por tema central la teología, lo cual constituía una característica clave de la filosofía escolástica medieval.

1. El ascenso del cristianismo

El cristianismo fue inicialmente una secta judía, y como tal reunía la misma serie de influencias que el resto de las sectas judías. Esas influencias provenían de las sucesivas dominaciones a que se había visto sometido el reino de Judá. A comienzos del siglo VI a.c. Judá fue anexionada al imperio babilónico, y buena parte de su población (en especial las clases altas) fueron mesopotámica (relatos bíblicos como la creación de Adán y Eva, el diluvio o la torre de Babel tienen claros antecedentes en esta mitología). En el año 546 a.c. los persas conquistaron Mesopotamia, y permitieron regresar a Jerusalén a los judíos deportados. Judá se integró en el imperio persa, y recibió importantes influencias de la religión oficial persa, el zoroastrismo: la creencia en una batalla escatológica entre el Bien y el Mal, la personificación de este último en la figura del Diablo y la esperanza en un juicio final que supondrá la total victoria del Bien sobre el Mal provienen de la religión mazdeísta (o zoroastrismo). Cuando Alejandro Magno conquistó Persia, el reino de Judá, que pertenecía a este imperio, pasó a formar parte de los reinos helenísticos. En un primer momento el territorio palestino se integró en el reino ptolemaico de Egipto. Muchos judíos emigraron a Alejandría y allí formaron una importante colonia. Estos judíos siguieron practicando su religión, pero culturalmente se helenizaron, hasta el punto de traducir los textos bíblicos al griego en el siglo III a.c. En esa traducción se introdujeron términos como “logos”, “physis”, “arjé”, etc., que provenían de la filosofía griega, e incluso el mismo término que se empleaba para referirse a la divinidad (elohim) fue traducido por “theos”, que no es sino el nombre de Zeus y el que utilizaron los filósofos griegos para referirse a sus concepciones más abstractas sobre la divinidad. La conocida como “Biblia de los Setenta” fue la traducción griega que circuló entre las colonias judías esparcidas por todo el mundo helenístico, y fue también la que emplearon los primeros cristianos fuera de Israel. De este modo, mucho antes de que surgiera el cristianismo ya se estaba produciendo una helenización de la religión judía.

Pero no todas las sectas judías aceptaban la influencia de la cultura griega. A finales del siglo III a.c. Judá pasó a pertenecer al reino helenístico de los seleúcidas. Esta dinastía intentó helenizar a la fuerza a la población judía, y se llegó a imponer el culto a los dioses griegos en el interior del templo de Jerusalén y a prohibir la práctica de la circuncisión. Esto provocó una revuelta nacionalista (narrada en la Biblia en Macabeos I y II) que finalmente logró la independencia del reino en el año 142 a.c. Roma había apoyado esta revuelta para debilitar al reino seleúcida, y reconoció a la dinastía de los Macabeos. Pero la inestabilidad generada en la zona por las continuas luchas internas llevó a Roma a intervenir y convertir el reino de Judá en provincia romana en el año 63 a.c. Los judíos conservaban un rey, sometido a la autoridad de Roma, y sus instituciones religiosas (el Sanedrín).

Cuando surgió el cristianismo existían en Judá varias sectas que, entre otras cosas, se diferenciaban por su aceptación o rechazo de la cultura grecorromana. Los saduceos representaban la línea de pensamiento más conservadora y antihelenística, propia de la clase sacerdotal, y fueron la doctrina más cercana a la monarquía cacabea, aunque también ostentaron el poder en el Sanedrín protegido por los ocupantes romanos. Sólo reconocían los cinco primeros libros de la Biblia (el Pentateuco) y rechazaban la inmortalidad del alma, la resurrección y la existencia de ángeles y demonios, así como la creencia en la venida del Mesías, por considerar que estas creencias eran contaminaciones provenientes de las religiones persa y griega. Los fariseos también colaboraron en la revuelta de los macabeos. Creían en la inmortalidad del alma y en la resurrección, en los ángeles y demonios y en el Mesías, y defendían que la salvación se obtenía por medio del cumplimiento estricto de la Ley (tanto la escrita en la Torá como la de tradición oral). Los esenios es la secta más parecida al cristianismo, hasta el punto que algunos historiadores defienden que tanto Juan Bautista como Jesucristo fueron esenios. Vivían en comunidades practicando una vida muy ascética y célibe (esto último es totalmente ajeno al resto de sectas judías, tanto anteriores como posteriores,

Las religiones mistéricas griegas están basadas todas ellas en un mito de muerte y renacimiento de un dios. Frente a los cultos públicos de las polis griegas, centrados en la religión de los dioses olímpicos, los misterios eran cultos más privados, en los que era necesario iniciarse para participar. Por medio de los rituales, consistentes la mayoría de las veces en la ingestión de una comida o una bebida que representaba al dios, el iniciado se identificaba con este y podía participar en la resurrección. Los cultos de Dionisios (como los famosos misterios de Eleusis, cerca de Atenas)y Adonis eran de

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