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La Sabana De Turin, Implicancias De Su Autenticidad


Enviado por   •  4 de Julio de 2011  •  4.524 Palabras (19 Páginas)  •  693 Visitas

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La Sábana de Turín;

Implicancias de su autenticidad

Ricardo Alonso Zavala Toia

Arequipa, Perú.

zavalaricardo@hotmail.com

La sábana de Turín tiene 4.36 m de largo por 1.1 m de nacho y muestra – con extraordinario detalle - la figura de un hombre crucificado. El Hombre del Sudario lleva barba y bigote, y su cabello —que cae a la altura de los hombros— está peinado con raya en medio. En la tela se perciben manchas de color rojo oscuro, sangre de tipo AB (según últimas investigaciones), que muestran diversas heridas:

- Una gran herida circular en al menos una de sus muñecas (la otra queda oculta por la disposición de las manos), como si hubiera sido perforada.

- Otra herida en el costado, también por perforación.

- Varias heridas más alrededor de la frente.

- Señales que asemejan latigazos en las piernas y el torso.

De su existencia se habla por primera vez en los evangelios canónigos, los mismos que mencionan que un rico personaje llamado José de Arimatea envolvió el cuerpo de Jesús en una sábana (Mateo 27, 59; Marcos 15, 46; Lucas 23, 53; Juan 19:40) antes de enterrarlo en un nuevo sepulcro excavado en la roca.

Cuenta la leyenda que en la época de Jesús, el Rey de Edesa (un estado de Siria) Agbar Ukkama, estaba muy enfermo de artritis y lepra negra. Este Rey tenía un asistente llamado Ananías, que le habló sobre las curaciones milagrosas de Jesús, por lo que fue enviado inmediatamente a buscarlo. Cuando Ananías llegó a Jerusalén, se encontró con Tomás, quien le contó que Jesús había sido crucificado y posteriormente había desaparecido. El mismo Tomás entregó a Ananías la sábana con la que había sido envuelto Jesús luego de ser bajado de la cruz, manifestándole que por lo tanto dicha sábana tenía propiedades milagrosas. Se dice, que en efecto el contacto con la sábana produjo la milagrosa curación del Rey de Edesa.

Posteriormente la famosa sábana parece haber llegado a Constantinopla (ahora Estambul), donde permaneció durante varios siglos hasta que finalmente fue trasladada a Europa.

La historia conocida de la tela ahora guardada en Turín empieza en 1357, cuando la viuda del caballero francés Geoffroy de Charny la expuso en una iglesia en Lirey, Francia, pudiendo a partir de ese momento hacerse un seguimiento histórico de su paradero hasta nuestros días. Como no es el propósito de esta obra hacer un recuento histórico de la Sábana, aquí dejamos el relato.

El 28 de mayo de 1898, cuando recién se había descubierto la fotografía, el fotógrafo italiano Secondo Pia realizó la primera fotografía del sudario, llevándose una sorpresa al examinar el negativo de su obra: en el negativo, la imagen tenía todo el aspecto de un positivo, lo que implica que la imagen marrón amarillenta mostrada en el sudario sería en realidad alguna clase de negativo. Los observadores del negativo fotográfico han notado a menudo un espectacular aumento del relieve y detalle del hombre del sudario, causando un efecto inesperado. El negativo de Pia intensificó el interés por el sudario y renovó los esfuerzos en pos de determinar su origen, desatándose una despiadada guerra entre los que están a favor y en contra de su autenticidad.

Pía fue acusado de retocar las fotografías y tuvo que esperarse otros 33 años para que finalmente en 1931 se pudiera tomar nuevas fotografías de la sábana, las mismas que reivindicaron a Pía, pues resultaron ser idénticas a las tomadas en 1898, corroborando aquello que la sábana en realidad contenía un negativo fotográfico de un hombre que previamente había sido crucificado.

Mientras tanto, en el año 1900 apareció una obra titulada Critical Sources Studies, escrita por un renombrado cura católico quien citando varios documentos del Medioevo llegó a la conclusión de que la sábana en realidad era una farsa pintada por algún artista alrededor del año 1350, tesis que fue inmediatamente refutada por los biólogos Paul Joseph Vignon e Yves Delage, para quienes resultaba imposible que hubiera podido ser pintada por un artista medieval. Para Vignon la figura de la sábana fue producida por contacto directo, pero también se produjo algún tipo de proyección, agregando que los vapores provenientes del cuerpo, esto es el sudor y la fiebre, tenían que haber sido la causa de la formación de la imagen. La tesis de Vignon fue contradicha con el argumento de que los muertos no sudan, lo cual es cierto, pero dicha probabilidad – la presencia del sudor y la fiebre – podrían llevarnos a concluir que el hombre de la sábana no estaba muerto cuando fue envuelto en ella, resultando además lógica esta sintomatología en una persona que sufrió el castigo que Jesús recibió.

En 1931 Giuseppe Enrie tomó nuevas fotografías de la sábana, esta vez utilizando una mejor tecnología comparada a la que tuvo acceso Pía. Con estas nuevas fotografías quedó claro:

1. Que la sábana no fue producida por ningún tipo de pintura.

2. Que el hombre retratado en la sábana estaba completamente desnudo, lo que concuerda con las costumbres romanas de crucifixión y que, por el contrario, habría sido un sacrilegio imperdonable para cualquier artista que hubiera osado pintar a Jesús desnudo en el Medioevo.

3. Que la persona allí retratada fue clavada de pies y manos a la cruz. Si tenemos en cuenta que esta forma de crucifixión recién fue abolida por el Emperador Constantino I, entonces la sábana tenía que provenir de una persona crucificada antes del 337 d.c., lo que también contradice seriamente la teoría de que la sábana fue pintada en el Medioevo.

Con los estudios de Pierre Barbet, se estableció que los clavos de la mano fueron introducidos a través del espacio de Desdot, ubicado en la base de las manos, y que el clavo del pie fue introducido por el segundo metatarso, concluyendo que en ningún caso esta forma de clavado produjo serias lesiones a las venas o huesos del crucificado. Una persona así crucificada podía sostener su cuerpo con los pies, a la vez que se impedía el desgarramiento de las manos y posterior desplome del cuerpo. De esta forma se aseguraba que la persona crucificada pudiera agonizar varios días, produciendo un gran sufrimiento en el crucificado a través de una muerte especialmente lenta, siendo este precisamente el objeto de este cruel castigo.

Mas tarde el Dr. David Willis haciendo un estudio respecto del costado del crucificado, encontró que de esta herida

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