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Las 28 Creencias De Los Adventistas Del Septimo día


Enviado por   •  4 de Marzo de 2015  •  4.418 Palabras (18 Páginas)  •  217 Visitas

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1. Las Santas Escrituras, el Antiguo y el Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios escrita, dada por inspiración divina por intermedio de santos hombres de Dios que hablaron y escribieron al ser movidos por el Espíritu Santo. En esta Palabra, Dios ha transmitido al ser humano el conocimiento necesario para la Salvación. Las Santas Escrituras son la infalible revelación de la voluntad divina. Son la norma para el carácter, la prueba de la experiencia, la revelación autorizada de doctrinas, y el registro confiable de la actuación de Dios en la historia.

2 Pedro 1:20 y 21; 2 Timoteo 3:16 y 17; Salmo 119:105; Proverbios 30:5 y 6; Isaías 8:20; Juan 10:35; Juan 17:17; 1 Tesalonicenses 2:13; Hebreos 4:12.

Hay un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres Personas coeternas. Dios es inmortal, omnipotente, omnisciente, por encima de todo (trascendente), y siempre presente. Es infinito y está más allá de la comprensión humana, aunque es conocido por su revelación de sí mismo. Es eternamente digno de alabanza, adoración y servicio por toda la creación.

Deuteronomio 6:4; Deuteronomio 29:29; Mateo 28:19; 2 Corintios 13:14; Efesios 4:4-6; 1 Pedro 1:2; 1 Timoteo 1:17; Apocalipsis 14:6 y 7.

Dios, el Eterno Padre, es el Creador, el Originador, el Sustentador y el Soberano de toda la creación. Él es justo y santo, misericordioso y clemente, tardo en airarse, y grande en constante amor y fidelidad. Las cualidades y poderes mostrados en el Hijo y en el Espíritu Santo son, también, revelaciones del Padre.

Génesis 1:1; Apocalipsis 4:11; 1 Corintios 15:28; Juan 3:16; 1 Juan 4:8; 1 Timoteo 1:17: Éxodo 34:6 y 7; Juan 14:9.

Dios, el Hijo Eterno, se encarnó en Jesucristo. Por medio de Él todas las cosas fueron creadas, se revela el carácter de Dios, se consuma la salvación de la humanidad y es juzgado el mundo. Verdadero Dios por siempre, también llegó a ser verdaderamente hombre, Jesús el Cristo. Fue concebido por el Espíritu Santo, y nació de la virgen María. Vivió y experimentó la tentación como ser humano, y ejemplificó perfectamente la justicia y el amor de Dios. A través de sus milagros demostró el poder de Dios y fue atestiguado como el Mesías prometido por Dios. Jesús sufrió y murió voluntariamente en la cruz en nuestro lugar por nuestros pecados, fue resucitado de entre los muertos y ascendió para ministrar en el santuario celestial en nuestro favor. Vendrá de nuevo en gloria para la liberación final de Su pueblo y la restauración de todas las cosas.

Juan 1:1-3 y14; Colosenses 1:15-19; Juan 10:30; Juan 14:9; Romanos 5:18; Romanos 6:23; 2 Corintios 5:17-19; Juan 5:22; Lucas 1:35; Filipenses 2:5-11; Hebreos 2:9-18; 1 Corintios 15:3 y 4; Hebreos 4:15; Hebreos 7:25; Hebreos 8:1 y 2; Hebreos 9:28; Juan 14:1-3; 1 Pedro 2:21; Apocalipsis 22:20.

Dios, el Espíritu Santo, desempeñó una parte activa con el Padre y el Hijo en la Creación, encarnación y redención. Inspiró a los escritores de las Escrituras. Llenó la vida de Cristo con poder. Llama y convence a los seres humanos; y a aquellos que le responden, les renueva y transforma a la imagen de Dios. Enviado por el Padre y por el Hijo para permanecer para siempre con sus hijos, concede dones espirituales a la Iglesia, la capacita para dar testimonio de Cristo, y en armonía con las Escrituras, la guía a toda verdad.

Génesis 1:1 y 2; Lucas 1:35; Lucas 4:18; Hechos 10:38; 2 Pedro 1:21; 2 Corintios 3:18; Efesios 4:11 y 12; Hechos 1:8; Juan 14:16-18 y 26; Juan 15:26 y 27; Juan 16:7-13.

Dios es el Creador de todas las cosas, y ha revelado en las Escrituras el auténtico relato de Su actividad creadora. En seis días el Señor hizo “el cielo y la Tierra” y todo lo que tiene vida sobre la Tierra, y descansó el séptimo día de esa primera semana. De este modo estableció el Sábado como un memorial permanente de su trabajo creativo completo. El primer hombre y la primera mujer fueron creados a la imagen de Dios como coronación de la Creación, se les dio dominio sobre el mundo y se les dio la responsabilidad de cuidarlo. Cuando el mundo fue terminado, era “muy bueno”, anunciando así la gloria de Dios.

Génesis 1 y 2; Éxodo 20:8-11; Salmo 19:1-6; Salmo 33:6 y 9; Salmo 104; Hebreos 11:3; Juan 1:1-3; Colosenses 1:16 y 17.

El hombre y la mujer fueron formados a imagen de Dios con individualidad, con el poder y la libertad de pensar y actuar. Aunque fueron creados como seres libres, cada uno es una unidad indivisible de cuerpo, mente y espíritu, dependientes de Dios para la vida, el aliento y todo lo demás. Cuando nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, negaron su dependencia de Él y cayeron de su elevada posición bajo Dios. La imagen de Dios en ellos fue desfigurada, pasando a estar sujetos a la muerte. Sus descendientes comparten esa naturaleza caída y sus consecuencias. Nacen con las debilidades y tendencias al mal. Pero Dios en Cristo reconcilió consigo al mundo y a través de su Santo Espíritu restaura en los mortales penitentes la imagen de su Hacedor. Creados para la gloria de Dios, son llamados a amarle y amarse los unos a los otros, y cuidar del medio ambiente.

Génesis 1:26-28; Génesis 2:7; Salmo 8:4-8; Hechos 17:24-28; Génesis 3; Salmo 51:5; Romanos 5:12-17; 2 Corintios 5:19 y 20; Salmo 51:10; 1 Juan 4:7-8, 11, 20; Génesis 2:15.

Toda la humanidad está involucrada en un gran conflicto entre Cristo y Satanás, en cuanto al carácter de Dios, su Ley y su soberanía sobre el Universo. Ese conflicto se originó en el Cielo, cuando un ser creado, dotado de libertad de elección, por exaltación propia se convirtió en Satanás, el adversario de Dios, y guió a la rebelión a una parte de los ángeles. Él introdujo el espíritu de rebelión en este mundo cunado indujo a Adán y Eva a pecar. El pecado de la humanidad distorsionó la imagen de Dios en el ser humano, el desorden en el mundo creado y su eventual devastación en el momento del diluvio mundial. Observado por toda la Creación, este mundo se convirtió en el escenario del conflicto universal, del cual será finalmente reivindicado el Dios de amor. Para asistir a su pueblo en esta controversia, Cristo envía su Santo Espíritu y ángeles leales para guiar, proteger, y sostenerlos en el camino de la Salvación.

Apocalipsis 12:4-9; Isaías 14:12-14; Ezequiel 28:12-18; Génesis 3; Romanos 1:19-32; Romanos 5:19-21; Romanos 8:19-22; Génesis 6-8; 2 Pedro 3:6; 1 Corintios 4:9; Hebreos 1:14.

En la vida de Cristo, de perfecta obediencia a la voluntad de Dios, en su sufrimiento,

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