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Alamacenamiento En La Nube


Enviado por   •  4 de Marzo de 2014  •  580 Palabras (3 Páginas)  •  241 Visitas

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Jim Prince estaba impaciente por ingresar al Regimiento del Norte de Staffordshire. Muchacho alto y robusto, de 18 años, a quien encantaba jugar fútbol, consideraba la guerra como otro deporte. Pero el primer día que pasó en las trincheras de la primera línea del frente, en Ypres, Bélgica, el año de 1914, alargó el brazo para dar un trozo de pan a otro soldado que, al levantarse para tomarlo, alzó la cabeza por encima del parapeto. La bala de un tirador alemán mató al soldado inglés instantáneamente. Prince supo entonces que la guerra no era como el fútbol. Era una carnicería.

Unos 250,000 soldados aliados y alemanes resultaron muertos o heridos aquel otoño en la Batalla de Ypres, que duró un mes. “Nunca se había derramado tanta sangre en tan pequeña área”, escribió desde el frente un observador. Después de aquello la Primera Guerra Mundial se estancó. Los contrincantes se ocultaban en heladas trincheras anegadas, que se extendían desde el canal de la Mancha hasta la frontera suiza.

En Ypres, la Noche de Navidad, hubo luna llena. La tierra helada refulgía con blancuzco resplandor. Graham Williams, de 21 años, de la Brigada de fusileros de Londres, atisbó las líneas alemanas por encima del parapeto. Normalmente, a aquella hora, en aquel sector importante del frente, la Tierra de Nadie se llenaba de figuras sombrías que corrían, unos en labor de reconocimiento, otros tratando de recuperar a sus heridos y a sus muertos. Esporádicamente, los llanos y feos sembradíos de nabos de Flandes eran iluminados por luces de Bengala. Aquella noche, en cambio, una omninosa calma parecía flotar en el aire diáfano. Recuerda Williams: “fue como si un telón estuviera a punto de levantarse ante un milagro”.

Williams advirtió una luz en el este, encima de las trincheras alemanas, demasiado baja para ser una estrella. Le sorprendió que nadie disparara contra ella. Vio entonces otra luz. Y luego otra. De pronto, hubo luces a lo largo de las trincheras enemigas, hasta donde se alcanzaba a ver. “¡Dios mío! ¡Los alemanes tienen árboles de Navidad!”, gritó Williams al hombre que tenía más cerca. Entonces, de una trinchera alemana, a no más de 50 metros, el coro de voces de barítono más hermosas que Williams hubiera oído jamás empezó a entonar “Noche de Paz, Noche de Amor”. Al terminar el villancico, todo el regimiento de Williams vitoreó a los alemanes y cantó a coro “La Primera Navidad”. Aquella mutua serenata duró una hora, interrumpida a ratos por gritos de “¡Ven a vernos, Tommy!” y “¡No, Jerry, tú ven aquí!”. Pero ningún bando se movió.

En el sector del frente en el que estaba Jim Prince, luego de la serenata un alemán empezó a avanzar hacia las trincheras británicas, seguido por media docena de otros alemanes, todos desarmados, con las manos en los bolsillos.

Por un momento pareció que iban a rendirse; pero los ingleses también empezaron a

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