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El Racionismo


Enviado por   •  20 de Septiembre de 2014  •  2.420 Palabras (10 Páginas)  •  329 Visitas

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De una manera esencial, el raciocinio se divide en dos especies: la deducción y la inducción. El raciocinio deductivo es el que procede de lo universal a lo particular, es decir, aquel cuyo consiguiente se fundamenta en una verdad más amplia que la que él mismo enuncia y bajo la cual esta se contiene. La inducción o raciocinio inductivo procede, en cambio, de lo particular a lo universal, ascendiendo, por tanto, desde un antecedente integrado por casos concretos hasta un consiguiente expresivo de una ley general. Cada una de estas formas del raciocinio tiene sus condiciones específicas, que habrá que examinar por separado.

Para el raciocinio deductivo se reserva usualmente la denominación de "silogismo", término que ARISTÓTELES emplea para significar la operación mental en la que, puestas algunas cosas, algo distinto de ellas se sigue necesariamente, por el mero hecho de ponerlas[4]; fórmula que igualmente conviene a la deducción y a la inducción, puesto que no expresa otra cosa que la estructura general del raciocinio en cuanto que este se constituye como una necesaria conexión entre dos partes distintas, que son el antecedente y el consiguiente. De hecho, sin embargo, se denomina silogismo sólo a la deducción o raciocinio deductivo.

Como estructura lógica, el silogismo procede de lo universal a lo particular, en el sentido de que el antecedente contiene la razón general de lo que en el consiguiente se expresa de un modo específico o determinado, pero esto no significa que la conclusión no pueda ser una proposición universal. En el silogismo "ningún animal es piedra; todo hombre es animal; por consiguiente, ningún hombre es piedra", la conclusión es una verdad universal fundada en otra que Genéricamente expresa lo que en aquella se dice de un modo específico (puesto que el animal contiene bajo sí al hombre, lo que se niega de aquel se niega cae este).

El silogismo es, pues, un raciocinio en cuyo antecedente se establece la prueba universal del consiguiente. En la medida en que es una prueba, el silogismo ha de proporcionar la evidencia mediata o indirecta de la verdad de la conclusión (no la inmediata Y directa, pues esta surge de la recíproca comparación de los dos términos -predicado v sujeto- constitutivos de la verdad que es por sí misma evidente). Y siendo verdadera una proposición en tanto que realmente se identifican sus términos, toda prueba indirecta o mediata consistirá en la mostración de que los términos del consiguiente convienen con un tercero o "medio", ya que, identificándose con este, deberán ser también idénticos entre sí (de lo contrario, tina y la misma cosa -el término que hace de medio en la comparación- sería idéntica a dos cosas distintas, o lo que es igual, no sería una y la misma cosa).

La identidad real de los dos términos del consiguiente se patentiza de una manera empírica en los casos concretos en que ambos coinciden en un mismo individuo singular. La proposición "el hombre es un ser viviente" queda concretamente verificada en Pedro, Juan, Antonio, etc., cada uno de los cuales es, a la vez, un ser viviente y un hombre. Tal verificación se hace posible porque los términos de esa proposición se identifican realmente con un tercero, que es, en cada caso, un individuo concreto. Pero se trata sólo de una verificación parcial. Cada uno de estos individuos es ciertamente un hombre, pero no el hombre. La prueba universal de la proposición "el hombre es un ser viviente" requiere que su sujeto y su predicado se identifiquen universalmente, lo cual sólo es posible si ambos se identifican con un tercero que sea universal.

E igualmente, para probar de un modo universal que dos conceptos discrepan, es preciso mostrar que no coinciden ambos con un mismo tercero universal, sino que uno de ellos se identifica con él, diversificándose, por el contrario, el otro. De ahí que, en general, el silogismo deba ser entendido como un raciocinio en cuyo antecedente dos conceptos son comparados con un tercero para probar su mutua conveniencia o discrepancia. Esta definición pone de manifiesto los elementos lógicos del silogismo. En el antecedente, dos proposiciones expresan la respectiva conveniencia o discrepancia de cada uno de los conceptos con el tercero, que hace de medio de comparación. A estas proposiciones se las llama "premisas", dándose el nombre de "conclusión" a la que expresa o formula el consiguiente. Premisas v conclusión constituyen la "materia inmediata" del silogismo, aquello de lo que este directamente consta, siendo, a su vez, los mismos conceptos que en ellas se articulan la "materia remota" del silogismo. A esta doble materia se opone la "forma", que es la conexión que enlaza y unifica al consiguiente con el antecedente.

La materia v la forma del silogismo son, en cuanto tales, simples propiedades lógicas. Ni las verdades que enuncian las premisas, ni la que expresa la conclusión, son, en sí mismas, partes de un silogismo. El servir de premisas o el hacer de conclusión son oficios puramente lógicos, que desempeñan en el seno del raciocinio deductivo. De ahí que una misma verdad pueda ser, a la vez, premisa de un silogismo y conclusión de otro. Y lo mismo acontece con la materia remota. "Hombre" no es, de suyo término medio de ningún silogismo; pero en el que se dice que "Pedro es un ser viviente, porque todo hombre es un ser viviente y Pedro es hombre", queda afectado de esa propiedad lógica, la cual, como no es nada que en sí mismo tenga, le falta, en cambio, en este otro silogismo: "todo animal es un ser viviente; el hombre es un animal; por consiguiente, el hombre es un ser viviente". Y por lo que hace a la forma del silogismo, es claro que lo que enlaza propiedades lógicas no puede ser una entidad o propiedad real (una cosa es el acto de raciocinar y otra la conexión interna de su contenido lógico).

Si se compara la conclusión con las premisas, fácilmente se advierte que se componen de los mismos términos, excepto uno, que es el término medio. Este aparece sólo en el antecedente, por ser aquello con lo que los extremos de la conclusión son comparados para patentizar su mutua conveniencia o discrepancia. Ira de estar, pues, en el antecedente, va que sin él no habría prueba: mas no ha de entrar en el consiguiente, porque este es, por esencia, lo que se trata de probar. Y si, a su vez, se comparan entre sí las premisas, se observará que, aunque toda proposición tiene un sujeto y un predicado,

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