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Abogado: Cómo Tener Seguridad En La Sala Y Convencer Al Juez.


Enviado por   •  28 de Febrero de 2014  •  3.109 Palabras (13 Páginas)  •  405 Visitas

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Abogado: Cómo tener seguridad en la Sala y convencer al Juez.

Una correcta preparación del alegato, conseguir un óptimo equilibrio entre los nervios y la parte de tensión que necesitaremos para tener los suficientes reflejos en sala, junto con el conocimiento y práctica de las mejores técnicas para memorizar las principales líneas de argumentación, permitirán exponer y refutar de forma más eficaz los argumentos alegados en sala.

Por Julio García Ramírez.

1. INTRODUCCIÓN.

Una correcta preparación del alegato, conseguir un óptimo equilibrio entre los nervios y la parte de tensión que necesitaremos para tener los suficientes reflejos en sala, junto con el conocimiento y práctica de las mejores técnicas para memorizar las principales líneas de argumentación, permitirán exponer y refutar de forma más eficaz los argumentos alegados en sala, constituyendo los pilares en los que se asienta la sensación de seguridad que todo abogado ansía tener en el desarrollo de la vista, para así, facilitar y ayudar a que , un trabajo de preparación extraordinario, se refleje de igual manera en juicio.

2. LA PREPARACION DEL ALEGATO.

a) El contrato privado con las musas.

La mayoría de los abogados, entre los que por supuesto me incluyo, creíamos que nada más colegiarnos, nos convertiríamos en letrados con plena capacidad de obrar y actuar ante los distintos foros en los que fuéramos a intervenir. Dicha capacidad de obrar implicaría también la adquisición, mediante el acto de incorporación en el colegio profesional, de una serie de habilidades como: la oratoria en sala y la capacidad de comunicar el resultado de nuestro estudio y reflexión a nuestro cliente con la habilidad necesaria para que comprendiera y, sobre todo, respetará nuestro trabajo en su exclusivo beneficio.

Sin darnos cuenta, además del documento de incorporación al colegio profesional firmamos un documento anejo al mismo con las musas, que son aquellas que en un momento determinado nos inspiran y provocan que junto con nuestro estudio y reflexión surjan las mejores ideas para ganar o negociar un asunto explotando, al máximo nuestra creatividad a la hora de centrar y plantear el encargo profesional de nuestro cliente.

En base a dicho contrato los abogados tenemos la creencia de que en el momento que queramos, se nos ocurrirán las mejores ideas que nos permitan abordar la demanda, la contestación o las alegaciones del juicio, detectando con claridad el centro del procedimiento y teniendo la habilidad de centrar la prueba en el punto verdaderamente controvertido del pleito. Por ejemplo, si decidimos (como por desgracia suele ser bastante común) contestar a una demanda el último día del plazo señalado, confiamos en que en dicho día se nos ocurrirá y saldrá de nosotros lo mejor de nuestro repertorio jurídico para ganar el asunto. O si esperamos al último día para preparar el juicio, confiamos en que a la hora de preparar el alegato y a la hora de preparar el interrogatorio a la parte contraria, la nuestra, los testigos y peritos, tendremos la habilidad necesaria para preparar las mejores preguntas que acrediten los hechos alegados en nuestros escritos.

Por tanto, todo lo anterior ocurrirá solo por el mero hecho de desearlo. Pero a todos nosotros se nos olvidó un gran detalle a la hora de firmar dicho contrato con las musas: se nos olvido leer la letra pequeña, (ya se sabe en casa del herrero...) y para los que no se la han leído a día de hoy me permito humildemente transcribirla a continuación:

Disposición transitoria primera: Por el mero hecho de que el abogado firmante demande nuestros servicios no estaremos obligadas a acudir en su ayuda. Únicamente acudiremos cuando lo consideremos pertinente y según el mayor o menor trabajo que tengamos. O lo que es lo mismo, que tal y como escribió Baltasar Gracián en su libro Oráculo manual y arte de la prudencia, es una suerte acertar mientras se piensa, por ello, el esperar al último día para preparar un juicio complicado, esperando que a lo largo del mismo se nos ocurran las mejores ideas para ganar el asunto puede constituir una gran imprudencia ya que , si tenemos suerte, las musas vendrán en nuestra ayuda e iluminarán nuestro trabajo, ayudándonos a ser creativos, pero si no la tenemos, las mejores ideas no aparecerán para presidir una parte importante de nuestro trabajo, ocurriendo de igual forma ,si esperamos al ultimo día para contestar una demanda.

El derecho se aprende estudiando... pero se ejerce pensando. Y si la diligencia hace con rapidez lo que la inteligencia ha pensado con calma, es claro que deberemos preparar los alegatos y cualquier escrito de importancia con los suficientes días de antelación como para que tengamos más probabilidades de que nos surjan las mejores ideas para, en consecuencia, plasmar o refutar los mejores argumentos y que nos permitan tener mayores posibilidades de ganar el procedimiento.

b) La refutación de los argumentos de la parte contraria.

La mayor parte de los abogados intuimos la mayoría de los argumentos que la parte o partes contrarias van a defender en sala, en base a ello, preparamos nuestro alegato y a nuestros clientes para evitar una falta de congruencia con lo que hemos manifestado en nuestros escritos al juzgado.

Pero, la verdad es que en la mayor parte de los casos, nos centramos demasiado en qué y cómo vamos a exponer nuestros argumentos y no le dedicamos el tiempo que se debería destinar a preparar la refutación de los argumentos del contrario.

Existen muchos compañeros que defienden la dificultad de preparar con antelación un juicio en su mayor totalidad en base a que no se sabe con anterioridad cuales van a ser los argumentos y técnicas probatorias del compañero, por lo que existe una función de capacidad de improvisación que es inherente a los juicios. Es cierto, pero sólo en parte. A lo largo de nuestro ejercicio profesional hemos de reconocer que pocas veces nos han sorprendido los argumentos básicos del compañero o la prueba propuesta y practicada en nuestra contra. Dicha experiencia, en dicho sentido avala la siguiente conclusión: si dedicáramos más tiempo que el que normalmente dedicamos a intuir, y preparar la refutación de los argumentos de la parte contraria, nuestra intervención en sala estaría presidida por un 90% de preparación de todas las circunstancias que inciden el desarrollo de la vista y un 10% de improvisación, y el último porcentaje ya es de por sí elevado.

Por ello, debemos de tener en cuenta que nuestra capacidad de reflejos en

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