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Análisis Del Ideario Bolivariano


Enviado por   •  9 de Mayo de 2014  •  2.020 Palabras (9 Páginas)  •  327 Visitas

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ANÁLISIS DEL IDEARIO BOLIVARIANO

Simón Bolívar, llamado “el más grande hombre americano”, era hijo del coronel de las Milicias de Blancos Voluntarios de los valles de Aragua, Juan Vicente Bolívar y Ponte, y de María de La Concepción de Palacios y Sojo. Don Juan se había casado ya entrado en años, a los 47 años de edad, en tanto que Doña María apenas contaba con 15 años en ese momento. De esta unión nacieron dos hembras y dos varones: María Antonia, Juana, Juan Vicente y Simón; además de María del Carmen que murió a pocas horas de nacida. Los Bolívar-Palacios, familia arraigada desde hacía varias generaciones al suelo americano, pertenecían a la encumbrada y poderosa clase social de los “mantuanos”, que dentro de la provincia tenían la primacía en todo, excepto el pleno poder político. Sus antepasados se cuentan entre los primeros en llegar a este país, trasladando el bagaje cultural europeo e intentando reproducirlo.

Simón Bolívar, nació en Caracas el 24 de julio de 1783, en el seno de una acomodada familia vasca. Ésta ciudad, 33 años después, en 1810, se convertirá en la matriz del movimiento independentista hispanoamericano. Como su madre no podía amamantarlo, tuvo por nodriza una vital y robusta esclava de la familia, la negra Hipólita, llamada con cariño la Negra Matea. Ésta no sólo calmó con sus senos el apetito del niño, sino que se ocupó de él, ya más crecido; sobre todo después de la muerte del coronel Bolívar, el 19 de enero de 1786, cuando Simón tenía apenas dos años y medio.

Bolívar guardó siempre en su pecho un sentimiento de afecto, gratitud y respeto hacia la esclava, que en su tierna infancia le sirvió de guía, y cumplió para con él las funciones de un padre, después de haber sido su nodriza. Su amor por esta mujer, se puede considerar como el cimiento de su lucha por lograr la libertad de los esclavos. En ese sentido, es conocida su acción de libertad, cuando contando con 9 años abrió las jaulas de los pájaros de su casa porque consideró que no tenían por qué estar encerrados.

Podemos decir, que Simón Bolívar fue un niño común y corriente, que jugaba con los de su edad los juegos infantiles: el patito mantequillero, el gárgaro malojo, la gallinita ciega, el escondite y escuchaba las leyendas del Tirano Aguirre, los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo, de labios de su mamá o de la negra Matea. Su madre muere cuando el contaba con 9 años.

Aquel mismo muchacho que sintió en su alma el frío y el vacío de la orfandad – aunque no el abandono, ni las privaciones – fue el mismo que 30 años después dictaría un decreto en Chuquisaca en 1825, para proteger a la infancia desvalida: “... una gran parte de los males de que adolece la sociedad, proviene del abandono en que se crían muchos individuos por haber perdido en su infancia el apoyo de sus padres”.

En la víspera de sus doce años, en un arranque de impetuosa rebeldía, el pequeño se fugó de la casa de su tío Carlos Palacios, que tenía la tutela y se fue en busca del calor hogareño en casa de su hermana María Antonia y su esposo. Tras un sonado juicio ante la Real Audiencia, con miles de incidencias propias del carácter que más tarde le haría Libertador, el Alto Tribunal resolvió que el menor debía de internarse en casa de Don Simón Rodríguez, maestro de la Escuela Pública de las Primeras Letras.

Simón Bolívar había aprendido a leer, escribir y contar con varios preceptores anteriores a Simón Rodríguez. Es entonces, hacia 1793, cuando este educador venezolano, hombre de originales y progresistas ideas pedagógicas y sociales, admirador ferviente de Rousseau. A partir de esta fecha comenzó una nueva vida, muy solitaria para el muchacho gracias al estado natural en que lo colocó su nuevo maestro y amigo. Simón Rodríguez fue su principal maestro, invitándole a sus métodos pedagógicos donde el joven tenía que sacar sus propias conclusiones, establecer las relaciones causa-efecto de los fenómenos y las fuerzas naturales.

Poco a poco cultivaba en su mente un mundo de ideas y sentimientos nuevos. Le fue presentando de forma simple los principios ilustrados; le habló de la democracia, del liberalismo, del radicalismo, a la vez que le incitaba a desarrollar su gusto por la naturaleza. Hace aparecer ante sus ojos la historia de la humanidad, con el fin de despertar en Bolívar las ansias de independizar el Continente Americano. Durante aquellos cuatro años de los que nos faltan datos precisos, el joven aprendió a dudar de todo lo que le habían enseñado y a aspirar todas las ideas que se esparcían entonces por el mundo.

Mucho tiempo después, Bolívar le escribió a Simón Rodríguez: “No he podido jamás borrar, siquiera una coma de las grandes sentencias que usted me ha regalado, siempre presentes a mis ojos intelectuales, las he seguido como guías infatigables” y diría de él “...él es un maestro que enseña divirtiendo, y un amanuense que da preceptos a su dictante...”. Entre profesor y alumno nació una unión muy fuerte, ya que es la alianza entre la teoría de Rodríguez y la práctica de Bolívar. La razón crítica, humana, no la eterna, ni la trascendental ni la dogmática, es el punto de partida y de reflexión para Bolívar.

Un día, de forma inesperada, se produce un levantamiento en la vecina Nueva Granada hacia donde se dirige su maestro. Éste piensa que en Venezuela también se debería de producir un levantamiento a favor de la independencia, pero su intento de insurrección fue un fracaso. Simón Rodríguez logró escapar y se marcha de Venezuela para Europa en 1797; él era “más un reformador social que un agitador político”. Y Simón Bolívar, con la pérdida de su amigo, pasó los años siguientes estudiando con Andrés Bello quien lo introdujo en el campo de la Literatura. Además de los dos maestros citados, éste joven recibió también lecciones (quizás con igual o menor influencia en su formación espiritual) de: el Padre Andújar, Guillermo Pelgrón, J. A. Negrete, Carrasco y Vides.

Decidido

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