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Analogias


Enviado por   •  31 de Enero de 2013  •  1.572 Palabras (7 Páginas)  •  443 Visitas

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Monseñor Leónidas Proaño

(EVARED) - “Soy hijo de familia pobre... Nací el 29 de enero de 1910, en San Antonio de Ibarra... Supe, como todos los pobres, lo que es padecer de necesidad y de hambre. ¡La pobreza!... es también un don”. Dice en su autobiografía monseñor Leónidas Eduardo Proaño Villalba.

Sus padres Agustín Proaño Recalde y Zoila Villalba Ponce, fueron campesinos pobres dedicados a tejer sombreros de paja para educar a su único hijo, ya que sus tres hermanos habían muerto tempranamente.

“Tendría 10 u 11 años de edad, empecé a ayudar a mi padre en el trabajo más duro y peligroso que era macetear los sombreros. Duro, porque se rompían las manos, mientras no se formaran callos”.

El 1 de octubre de 1930 ingresa al Seminario Mayor San José de Quito para estudiar Filosofía y Teología y el 4 de junio de 1936, es ordenado sacerdote.

Aprendió de sus padres el amor a los pobres. “Ese amor y respeto a los pobres, particularmente a los indígenas, llegó a formar parte de mi propia existencia. Por esto, he dicho más tarde que no he querido nunca ser traidor a los pobres, pues nací en un hogar pobre y aprendí en ese mismo hogar a amar a los pobres…”

El 26 de mayo de 1954 se consagró Obispo de la diócesis de Bolívar (provincia de Chimborazo y Bolívar), designación hecha por el Papa Pío XII.

Al llegar a Riobamba, avizoró los graves problemas de los campesinos chimborasenses; pues, Mons. Proaño, el Obispo del Indio, su hermano y amigo se entregó por entero a estudiar sus problemas y buscar soluciones adecuadas.

En 1956, siete años antes de que se promulgara la primera ley de Reforma Agraria, Monseñor Leónidas Proaño, al constatar, por un lado, que la Diócesis que dirigía era propietaria de extensas propiedades, y por otro, la situación en la que sobrevivían los indígenas por el despojo de sus tierras, proyecta la entrega de haciendas de la iglesia a los indígenas.

“No se trata de dar una cuadrita a cada individuo. Quiero que la parcelación se efectúe entre cooperativas para que sea de provecho”. De esta manera la iglesia de Riobamba se anticipó al Estado.

En esta diócesis trabajó incansablemente, con decisión y dinamismo, durante 31 años, separándose de la misma por límite de edad (75 años), luego de dejar en el corazón de los campesinos y sus hermanos que lo comprendieron y admiraron, huellas imborrables de una obra redentora, a luz del Evangelio.

“…cuanto he vivido y he aprendido no ha sido extraído de las aulas universitarias de mi país o de algún otro país del mundo, sino de la cantera del pueblo, porque mi Universidad ha sido el pueblo y mis mejores maestros han sido los pobres en general y particularmente los indígenas del Ecuador y de América Latina, considerados en Puebla como “los más pobres entre los pobres”.

Después de muchos años de silencio el indio volvió a hablar en Chimborazo. La Palabra de Dios ayudó al indio a hablar, a pronunciar su auténtica palabra... “Y el Verbo se hizo hombre” y el no-hombre, el estropajo vil y despreciable, se puso en pie y gritó sobre la alta montaña: aquí estoy, aquí existo, estoy vivo, soy hombre.., soy...

Leonidas E. Proaño, Obispo de los Indios, título que primero le fuera proferido como insulto, se convirtió en discípulo del indio, empezó descubriendo en sus andrajos la dignidad del hijo de Dios y puso sus oídos atentos al mínimo balbuceo de sus labios.

Reconoció que la Buena Nueva debe ser anunciada a los pobres y a esa tarea consagró sus esfuerzos.

Como discípulo del indio: observó con devoción sus ritos y costumbres, no condenó sus creencias; defendió tenazmente sus derechos; pacientemente descubrió la Semilla del Verbo en su forma de vida y la propuso como alternativa a nuestra sociedad capitalista, individualista, conflictiva.

La Conferencia Episcopal Ecuatoriana, en mérito al trabajo sacrificado en bien del indio y el marginado, lo designó en 1985, Presidente del Departamento de Pastoral Indígena del Ecuador.

"Me han dicho que soy un Obispo "Rojo", comunista. Yo me confieso cristiano. Un sacerdote, un obispo que se ha esforzado por ser cristiano. Y por lo tanto, no debo tener miedo a las calumnias, las amenazas, ni la muerte. Si trabajar cristianamente por la paz, la justicia y los derechos humanos de los más pobres es ser "rojo", ojalá que todos nos volviéramos siquiera "colorados", dijo durante un homenaje otorgado por el Obispo de la Diócesis de Ibarra, Mons. Luis Oswaldo Pérez Calderón.

“Se trata de buscar la verdad, para que brille, por encima de todo y de todos. Debemos decir la verdad. Debemos hacer la verdad. La verdad se dice con la palabra.

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