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Antón Pannekoek


Enviado por   •  20 de Octubre de 2013  •  1.892 Palabras (8 Páginas)  •  242 Visitas

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Antón Pannekoek

La clase trabajadora teniendo un dominio espiritual de superioridad necesaria para poder enfrentarse con el capitalismo, rompiendo sus leyes y cambatiendo con la burguesía para que el proletariado sea visto como algo importante. Asi no habrá capitalistas y todo será por igualdad.

La revolución por la cual la clase trabajadora ganará el dominio y la libertad no

es un solo evento de duración limitada. Es un proceso de organización, de autoeducación, en el cual los trabajadores desarrollan en forma gradual, a veces en ascenso progresivo y otras por pasos y saltos, la fuerza necesaria para vencer a la burguesía, destruir al capitalismo y construir su sistema de producción colectiva. Este proceso llenará una época de la historia de desconocida longitud, en cuyos inicios nos encontramos ahora.

Los osados dan el ejemplo y los tímidos descubren con sorpresa de qué hechos heroicos son capaces. En ellos despierta entonces la confianza en sí mismos, que se van desarrollando porque de ellas dependen sus posibilidades de vida y felicidad. Y en seguida, por instinto y por experiencia, comprenden que sólo la colaboración y la unión pueden robustecerlos como masa. Cuando perciben luego qué fuerzas existen en ellos mismos, cuando sienten la felicidad de este despertar del orgullo nacido del respeto de sí y de la abnegada hermandad, cuando anticipan un futuro de victoria, cuando ven surgir ante ellos la imagen de la nueva sociedad que ayudan a construir, el entusiasmo y el ardor van adquiriendo un poder irresistible. Entonces la clase trabajadora comienza a estar madura para la revolución. Entonces el capitalismo comienza a estar maduro para el colapso.

Así va surgiendo una nueva humanidad. Los historiadores se asombran a menudo cuando observan los rápidos cambios que ocurren en el carácter del pueblo en época de revolución. Parece un milagro; pero simplemente muestra cuántos rasgos residen ocultos en las masas, reprimidos porque no servían de nada. Ahora irrumpen, quizá sólo temporariamente; pero si su utilidad es duradera, se transforman en cualidades dominantes que transforman al hombre adaptándolo a las nuevas circunstancias y requerimientos.

En las revoluciones de la clase media el egoísmo y la ambición de las personalidades fuertes desempeñan un importante rol; por regla general, se sacrifica a los idealistas y los personajes deleznables llegan a la riqueza y al poder. En la burguesía todo el mundo debe tratar de elevarse pisoteando a los otros. Tenemos aquí la diferencia fundamental entre las anteriores revoluciones de la clase media y la revolución de los obreros que ahora se aproxima. Para los trabajadores el fuerte sentimiento comunitario que nace de su lucha por el poder y la libertad es, al mismo tiempo, la base de su nueva sociedad. Las virtudes de la solidaridad y la abnegación, el impulso hacia la acción común en firme unidad, generados en la lucha social, son los fundamentos del nuevo sistema económico de trabajo común y se perpetuarán e intensificarán mediante su práctica. La lucha configurará a la nueva humanidad, necesitada del nuevo sistema de trabajo. El fuerte individualismo del hombre encontrará una manera mejor de afirmarse que en el anhelo de poder personal sobre otros. Al aplicar su plena fuerza a la liberación de la clase, se desplegará más plenamente y en forma más noble que en la prosecución de fines personales.

El sentimiento comunitario y la organización no bastan para derrotar al capitalismo. El dominio espiritual de la burguesía, al mantener sometida a la clase trabajadora, tiene la misma importancia que su poder físico. La ignorancia es un impedimento para la libertad. Los viejos pensamientos y tradiciones presionan fuertemente los cerebros, aunque éstos estén ya tocados por las nuevas ideas. Entonces los fines se ven en su forma más limitada, se aceptan consignas rimbombantes sin ningún espíritu crítico, la ilusión de un éxito fácil y las medidas tibias y las falsas promesas orientan hacia un camino errado.

Las acciones irrumpen espontáneamente, impuestas por el capitalismo a los trabajadores que no desearían realizadas. No son tanto resultado como punto de partida del desarrollo espiritual de éstos. Una vez que los trabajadores emprenden la lucha deben seguir atacando y defendiéndose, empleando todas sus fuerzas al máximo. Se borra entonces la indiferencia, que era sólo una forma de resistencia ante requerimientos que se sentían incapaces de satisfacer. Comienza un período de intenso esfuerzo mental. Al enfrentarse a las poderosas fuerzas del capitalismo, los trabajadores ven que sólo mediante sus máximos esfuerzos, desarrollando todas sus potencias, pueden tener esperanza de triunfar.

El poder de la clase capitalista consiste ante todo en la posesión del capital. Es dueña de todas las fábricas, las máquinas, las minas, dueña de todo el aparato productivo de la sociedad, de modo que la sociedad depende de esa clase para trabajar y vivir. Con su poder monetario puede comprar no sólo servidores para su atención personal; cuando está amenazada puede comprar un número ilimitado de jóvenes vigorosos que defiendan su dominio, organizarIos en grupos de combate bien armados y darles una posición social. Puede comprar, asegurándoles posiciones destacadas y buenos salarios, artistas, escritores e intelectuales, no sólo para entretener y servir a los señores, sino también para alabarIos y glorificar su dominio, y para defender, con la astucia y la erudición, su dominio contra las críticas.

Sin embargo, el más sólido factor de poder de la clase capitalista es su organización política, el poder estatal. Sólo mediante una firme organización puede una minoría gobernar a una mayoría. La unidad y continuidad de plan y voluntad en el gobierno central, la disciplina de la burocracia de funcionarios que se difunde por la sociedad como el sistema nervioso recorre el cuerpo, y está animada y dirigida por un espíritu común, la disposición, además,

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