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Antropología Filosófica


Enviado por   •  17 de Enero de 2013  •  2.183 Palabras (9 Páginas)  •  494 Visitas

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La antropología filosófica investiga al hombre desde una perspectiva totalizadora. Todo lo humano le interesa, pero precisamente en cuanto trasluce la consistencia interna, la universalidad, la substantividad íntima y última de ser del hombre.

La antropología filosófica mira al ser del hombre, a la realidad humana; las ciencias positivas, en cambio, están esencialmente ligadas al fenómeno humano y a las regularidades perceptibles en sus diversas manifestaciones particulares.

La antropología filosófica no es única. Y tampoco lo es la concepción acerca de la existencia humana. En este sentido se afirma que ninguna propuesta antropológica es neutral ideológicamente. El conocimiento del hombre no deja de tener consecuencias para el ser del hombre.

Quizá una de las cuestiones más transcendentales en la vida humana sea explicar el origen del hombre y su condición de persona en el mundo. Y como tal, por importante que es para la existencia del mismo, resulte demasiado compleja de explicar con simples palabras.

Por eso es fundamental tener en cuenta que a lo largo de toda la historia de la humanidad, el hombre siempre se ha preguntado acerca de su esencia, de su misión en la tierra y consecuentemente, han surgido respuestas diversas sobre estos temas.

Se puede decir en primer término que la referencia al alma permitió distinguir al hombre y a los animales del resto de las especies, considerando que los filósofos de la antiguedad consideraban que los animales también tiene alma.

Sócrates pensaba que el ser humano era un compuesto entre cuerpo y alma. El alma permitía desarrollar nuestro comportamiento y distinguir el bien del mal. Sólo se alcanzaría la felicidad en base a la práctica de la virtud (“término medio entre dos estremos viciosos” según Aristóteles), de manera que una persona ignorante estaba condenada a ser desgraciada. En este punto es importante detenernos y analizar el hecho de que Sócrates equipara a la felicidad con la sabiduría, porque considera que una persona sabia es capaz de obrar correctamente, de imponerse al mal, y por lo tanto, de alcanzar el goce perfecto. Sin embargo, el alma del ser humano (que Aristóteles la definiría como “determinada realización y comprensión de aquello que posee la posibilidad de ser realizado”), no sólo tiene la función de distinguir el bien del mal, sino que también alberga sentimientos que a veces son difíciles de determinar si son buenos o malos. El ser humano es un ser pensante que en su condición de persona desarrolla una infinidad de procesos, no sólo externos, sino también mentales, que lo coartan o no en su accionar cotidiano.

Otra característica que a lo largo de la historia permitió diferenciar al hombre, ya incluso de los animales además de cualquier otra especie, es su capacidad de raciocinio.

La adquisición de la potencia simbólica por parte del hombre transforma totalmente su existencia . Gracias a ella el hombre supera el orden natural, y comparado con los animales vive en una nueva dimensión de realidad, más amplia. Debido a que todo le es presente mediado a través de símbolos, el hombre “no vive solamente en un puro universo físico sino en un universo simbólico”, del cual el lenguaje, el mito, la ciencia o el arte “forman los diversos hilos que tejen la red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana” (Cassirer, 1944, 29; 47). La mediación universal del símbolo permite a Cassirer afirmar que “el hombre no puede enfrentarse ya con la realidad de un modo inmediato”, pues “se ha envuelto en formas linguísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, en tal forma que no puede ver o conocer nada sino a través de la interposición de este medio artificial” (Cassirer, 1944, 29s; 47s). Pero este hombre rodeado de formas simbólico/culturales que no son sino productos humanos, “en lugar de tratar con las cosas mismas, en cierto sentido, conversa constantemente consigo mismo” (Cassirer, 1944, 30; 48). Las formas simbólicas son creaciones del sujeto espiritual, de modo que Cassirer las comprende esencialmente como posibilidades del ser humano. El mito o el lenguaje p. E. No son experiencias del ser sino del hombre. Por eso podrá afirmar que en ellas se conoce a sí mismo, porque sólo hay hombre –espirítu- en ellas.

La filosofía de las formas simbólicas de Cassirer en clave metafísico-humanista, y rechazando radicalmente el planteamiento ‘ontológico’ heideggeriano, sostiene que ‘nos movemos en un plano donde principalmente hay hombres, cosas humanas’, no el ser. Las consecuencias antropológicas de esta posición son evidentes. La definición del ser humano como animal racional no es sufifiente porque la razón no es el principio esencial del hombre, la raíz originaria que explica el resto de actividades humanas. Por ejemplo una religión elaborada a base de pura razón proporcionaría la ‘forma’ de la vida religiosa efectiva. Es necesario completada con un lenguaje emotivo e imaginativo/poético. La racionalidad no deja de ser una forma de un principio más radical, de manera que al dfinir al hombre como animal racional hemos tomado una parte por el todo esencial del ser humano. La razón no puede abarcar la totalidad de las formas culturales elaboradas por el hombre. Ya que todas esas formas son de naturaleza simbólica, Cassirer propone sustituir aquella definición clásica por esta otra: el hombre es animal simbólico (animal symbolicum) (Cassirer, 1944, 31; 49).

Pero no sólo el hombre es animal simbólico. También se conoce a través de los símbolos.

Dentro de la tendencia idealista hegeliana, pero partiendo directamente de Vico, según él mismo confiesa, Cassirer considera que la verdadera meta de nuestro saber es la autoconciencia, no el conocimiento de la naturaleza (Cassirer, 1942a, 370, 19). Cassirer cree de acuerdo con Kant y con la tendencia humanista que define esencialmente su pensamiento, que todas las preguntas se resumen en la pregunta por el hombre, de manera que la filosofía de las formas simbólicas acaba siendo finalmente una antropología. Pero esa autoconciencia no es inmediata sino que, debido a la naturaleza simbólica del hombre, se produce mediante el rodeo por las formas simbólicas: el hombre sólo se conoce en sus obras. El hombre –el espíritu- se despliega en la cultura, y en ella se conoce. La filosofía de la cultura en que consiste el pensar de Cassirer es un ensayo sobre el hombre, una antropología. A su vez, la antropología, al menos en su origen resulta ser estudio de la cultura, pues el único medio que posee el hombre para comprenderse es el análisis de la estructura de sus propias obras (García Amilburu, 1998,232) (1).

El símbolo pues es una producción del

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