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Enviado por   •  22 de Septiembre de 2013  •  2.366 Palabras (10 Páginas)  •  240 Visitas

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n el caso de José Carlos Mariátegui, el indigenismo se planteó como un requisito para poder llevar a cabo la revolución en el país y la instauración del socialismo. Pero a diferencia de González Prada su crítica a los problemas nacionales, además de ser más equilibrada, estuvo acompañada de una propuesta de cambio y a diferencia de los indigenistas sostuvo que existían elementos occidentales en la cultura peruana que tenían ya un carácter permanente.[7] Pero era necesario plantear un modelo revolucionario de transformación de la realidad, un modelo que debía encontrarse en el marxismo. Por lo tanto según Mariátegui, para aprehender correctamente el ser del Perú era preciso aplicar el método marxista que consideraba que la base de todos los problemas del país se encontraban en el factor económico. “En este sentido los 7 ensayos son siete intentos de aplicación del método marxista a fin de captar adecuadamente el ser esencial no aparencial del Perú. El método marxista le daría realismo al análisis de la realidad peruana”.[8] La interpretación de la realidad nacional estuvo al servicio de una ideología y una militancia política y Mariátegui se convirtió en el referente principal de todos los líderes de la izquierda marxista peruana. Los seguidores de Mariátegui en el Perú, entre los cuáles se encuentran notables historiadores, sociólogos e inclusive teólogos, aportaron importantes elementos para la comprensión de la historia peruana, especialmente desde la perspectiva económica y social. Sin embargo, muchos de sus estudios buscaron entender el devenir histórico del país básicamente desde las categorías del conflicto social y la lucha de clases. Desde esta perspectiva la historia peruana habría estado caracterizada fundamentalmente por ser un proceso de opresión donde existirían las condiciones necesarias para impulsar una revolución que a la larga llevaría al establecimiento de la utopía socialista. Esta posición no estuvo exenta de cierto sectarismo ya que los enfoques históricos que se salían de esta línea eran calificados como encubridores de los problemas subyacentes de la sociedad y de estar servicio del sistema de dominación vigente. Muchas de estas premisas fueron duramente cuestionadas después de la caída del comunismo en Europa Oriental y la Unión Soviética pero también a partir de la experiencia de la violencia durante de los años de guerra antiterrorista en el Perú donde claramente se evidenciaron los desgarradores extremos en las que estas posiciones podían desembocar. Esto llevó a que la izquierda marxista agotara su discurso o que tuviera que replantearlo radicalmente.

En ese contexto el debate intelectual en torno al Perú y la identidad peruana pareció empobrecerse. Así, algunos autores desde la óptica liberal[9] y pragmática plantearon una crítica a la interpretación marxista pero no pretendieron dar una visión global de la realidad. La idea de nación y mucho más aún la del nacionalismo eran consideradas como obstáculos para la democracia y el desarrollo de los pueblos.[10] En realidad la sociedad estaría formada por individuos que interactúan y compiten en el mercado buscando “maximizar” sus beneficios. El Estado a lo largo de la historia habría sido uno de los culpables de entorpecer el natural desarrollo económico de la sociedad debido a que constantemente buscó entrometerse en las decisiones libres de los individuos, intervino torpemente en la economía a través de regulaciones de precios, confiscaciones y políticas redistributivas que desincentivaron la iniciativa privada. Mas que buscar un ideal nacional sería necesario construir una sociedad donde se instauraran instituciones democráticas y donde los principios de libertad individual y de protección a la propiedad privada fueran las normas constitutivas del sistema. En esta línea, lo saludable sería desarticular los “grandes relatos” sobre la nación y las utopías ideológicas que los sustentaban. Se planteaba así un ideal cosmopolita y una fórmula de progreso universal en donde las identidades y costumbres locales acabarían siendo sólo un rasgo pintoresco, aunque legítimo, de los pueblos. Algunos de los aportes importantes de esta visión han sido la afirmación, insuficiente pero presente, de algunos valores universales frente a aproximaciones petrificadas en cerrados localismos chauvinistas, la crítica a las ideologías totalitarias y los nacionalismos radicales, y la defensa de las instituciones democráticas. Asimismo, la experiencia histórica ha mostrado que la libertad económica ha tendido a ser mucho más eficiente en el proceso de producción de riqueza y en la generación de un mayor bienestar material de la población que los estatismos colectivistas. Sin embargo, este modelo, al igual que el del siglo XIX, al no estar afincado en la historia, al no considerar como central la dimensión cultural e institucional tiende a convertirse en una fórmula aplicada en el vacío. No se entiende el papel ni la fuerza de las identidades locales ni de los ideales colectivos, o mejor dicho sólo los entiende desde una perspectiva negativa. De otro lado, la exaltación del individuo autónomo ha tendido a relativizar, muchas veces con ligereza, ó a reducir al ámbito de la iniciativa privada, principios básicos como los de justicia social y solidaridad. Esto ha llevado a que se convaliden legalmente o se pasen por alto situaciones de explotación objetiva producidas por una irrestricta aplicación de la ley del mercado. Al mismo tiempo al ser un modelo esencialmente secular ha considerado la dimensión espiritual y religiosa del ser humano como un fenómeno que debería confinarse al ámbito estrictamente privado y amputarse casi completamente de la vida pública.[11]

III

Dentro del debate intelectual sobre la realidad peruana el pensamiento de Víctor Andrés Belaunde ocupó y sigue ocupando un lugar importante a pesar de haber pasado más de cuarenta años de su muerte.[12] Escribió 25 libros y más de 500 artículos lo cual fue una muestra de su fecunda actividad intelectual y sus variados intereses académicos. Como se ha afirmado al principio de este artículo uno de los elementos permanentes en el derrotero intelectual de Belaunde fue su preocupación por el tema de la identidad peruana y los problemas nacionales. Algunas de sus obras más tempranas revelan este interés como fueron su tesis doctoral El Perú Antiguo y los Modernos Sociólogos (1908),[13] sus Ensayos de Psicología Nacional (1912) y su famoso discurso titulado La Crisis Presente (1914) donde hizo un extenso análisis de los principales problemas nacionales, incluyendo la debilidad de las instituciones políticas, la decadencia moral de las clases dirigentes, la ausencia de ideales colectivos y la exclusión efectiva de la población

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