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LA LITERATURA SE PASA AL CÓMIC


Enviado por   •  29 de Marzo de 2012  •  Informes  •  991 Palabras (4 Páginas)  •  654 Visitas

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LA LITERATURA SE PASA AL CÓMIC

La literatura es el espejo en el que se mira el cómic, a veces para adaptarla, a veces para inspirarse en ella. Un diálogo entre iguales que centra las últimas novedades

SANTIAGO GARCÍA / MADRID

La relación entre la literatura y el cómic se remonta a los mismos orígenes del arte de las viñetas, cuando el anciano Goethe elogió las histoires en estampes del ginebrino Rodolphe Töpffer, uno de los padres de la historieta.

Desde entonces, han sido muchos los escritores y artistas que se han interesado por los tebeos: James Joyce, John Steinbeck, Picasso o John Updike constituyen una noble tradición de admiradores. Esa admiración se convierte en fervor en las últimas hornadas de literatos. Jonathan Lethem escribe tebeos de superhéroes, Michael Chabon basa su obra cumbre en la Edad de Oro del cómic americano, y Junot Díaz y Rick Moody inician sus novelas maestras citando a los Cuatro Fantásticos. En España, Agustín Fernández Mallo remata Nocilla Lab con un cómic de Pere Joan.

Que las fronteras entre los dos campos narrativos sean más porosas que nunca parece algo lógico en una época en la que asistimos al auge de la novela gráfica. Por supuesto, la novela gráfica no es precisamente «novela en imágenes». Se trata tan sólo de un nombre convencional para designar tanto una tendencia como un formato del arte del cómic, pero revela en su denominación aspiraciones próximas a las de la literatura y el arte cultos. Aunque el cómic juvenil tradicional siempre había realizado adaptaciones de clásicos literarios, las relaciones que se establecen entre el imaginario escrito y el dibujado en el cómic adulto contemporáneo son más complejas. Identificamos al menos cuatro corrientes en los itinerarios que comunican a la historieta con la literatura en la actualidad.

Adaptaciones «transparentes»

Son obras en las que la novela de partida sirve como material narrativo que sustenta el argumento y el drama de la novela gráfica o el cómic de destino. Podríamos considerarla la continuación más directa de la tradición popular de los clásicos ilustrados. Es la tendencia más común, donde se encuentra la reciente Farenheit 451, de Tim Hamilton, que recoge la herencia de las adaptaciones de Ray Brabdury realizadas por la legendaria EC Comics en los años 50. Son muchos los títulos que se han vertido así a la historieta: La metamorfosis y América, de Kafka; El principito, de Saint-Exupéry; Nightmare Alley, de William Lindsay Gresham; Alatriste, de Pérez-Reverte. Nada es sagrado, ni siquiera En busca del tiempo perdido, de Proust o, ya en la apoteosis de lo literal, el Génesis que ha dibujado Robert Crumb.

En esta tendencia hallamos también una de las más ricas vías de comunicación entre letras y viñetas, la del género negro. El maestro francés Jacques Tardi ha trasladado a la bande dessinée con gran acierto textos de Malet y Manchette; el norteamericano Darwyn Cooke se ha encomendado a Donald Westlake, y el noruego Jason nos ha traído una muestra

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