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Consejos Para Padres


Enviado por   •  26 de Marzo de 2014  •  2.017 Palabras (9 Páginas)  •  214 Visitas

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Consejos Para Los Padres

Sobre Los Hijos

Madre: Acaricie a sus hijos.

Padre: Abrácelos firmemente.

Permitan que ellos sepan que los aman por la mañana, al mediodía, y por la noche.

Ponga sus brazos alrededor de ellos, sosténgalos cerca suyo, sienta el latir de sus corazones, la vida nueva que usted formó.

Ruede por el suelo con ellos, bromee, ría y juegue, escuche lo que tienen que decirle, ellos tienen mucho para contarle.

Tome tiempo para conocerlos, vea el color en sus ojos. Aprecie a esa persona tan profunda dentro de sus pequeñas mentiras.

Permita que corran sus dedos por sus cabellos, doble su cabeza, llene sus corazones con palabras de alabanza, haga de su hogar su lugar favorito.

Abrácelos estrechamente en el sofá y mire un programa de televisión, cante con ellos o comparta la lectura de un libro y ayúdelos a crecer en su mundo.

Tome un tiempo para caminar en el parque, sosténgase de la mano, huela las flores, alimente los patos, construya castillos en la arena.

Madre: Acaricie a sus hijos.

Padre: Abrácelos firmemente.

Muéstreles que ellos son un regalo,

ámelos para que se sientan bien.

El amor es para el niño lo que el

sol para las flores. No le basta pan:

necesita caricias para ser bueno

y para ser fuerte.

Cada día los hijos se van más tarde del hogar, es más hay treintones, que aún dependen de sus padres. Eso se llama ser MANTENIDO.

Parece que las madres estamos fallando en el proceso de separación, individualidad y ayuda a los hijos a crear su propia independencia. Eso se llama.. COMPLEJO DE GALLINA.

Es curioso, lo que pasa es que las madres principalmente confundimos lo que es el amor y nos dedicamos a hacer felices a nuestros hijos, a cumplirles sus caprichos, a resolverles la vida y no pensamos que el resultado es la infelicidad, ya que nuestros hijos nunca aprenderán a ganarse la vida y a ser autosuficientes. Eso se llama hacerlos, DEPENDIENTES E INÚTILES.

En aras de una felicidad mal entendida queremos llenarlos de cosas materiales, les damos la mejor fiesta de cumpleaños, la mejor ropa, los tenis más caros, la mejor escuela, dinero para las discotecas, un carro si es posible, y constantes gratificaciones que no se ganan, que no se merecen y lo más grave que no te agradecen. Eso se llama ALCAHUETERÍA.

Te sacrificas en todos los sentidos para que tus hijos tengan lo mejor y nunca les quedas bien y lo que recibes por parte de ellos es: exigencia, egoísmo y en muchos casos descalificación y malos tratos. Les has dado tanto, que se creen merecedores de todo. No te piden . . . te exigen.

Les hemos dado tanta atención que se sienten el centro del universo, cargados de egoísmo creen que el mundo debe de girar a su alrededor y que lo único valioso, e importante y primordial son ellos.

No les hacemos conciencia de su papel como miembros de una familia, si yo como madre cumplo con el compromiso de cubrir sus necesidades personales, de salud y escolares: . . . Ellos tienen que cumplir con el compromiso de sacar buenas calificaciones y colaborar en el hogar.

¿Qué está pasando con las nuevas generaciones? Si miramos un poco hacia atrás y revisamos los años lejanos o cercanos a nuestra juventud, todo era muy diferente.

No tenías teléfono celular, y no te pasaba nada. Te conformabas con la ropa que tus papás te podía comprar y no por eso te sentías diferente ni descalificada por no usar la marca X o Z.

Si te llamaban la atención, te negaban un permiso o te daban un coscorrón, no amenazabas a tu mamá con denunciarla a los Derechos Humanos y mucho menos le mencionabas la lista de los Derechos de los niños y de los adolescentes.

Si te ibas a una tardeada, fiesta o pachanga, te comprometías a regresar a una hora determinada, que tenías que cumplir pese a quien le pese; de lo contrario no había permiso para la siguiente. Y eso no era motivo para emitir gritos, zapatazos y azotones de puerta, o tener durante una semana. . . . . . . . . . sonrisas fingidas y jetas "naturales".

En ese tiempo existía un valor muy importante que nos enseñaron desde pequeños, se llamaba RESPETO.

Ahora no se conoce, no existe, no sabemos en qué lugar estará o detrás de que mueble lo escondimos los padres, para que nuestros hijos no lo encuentren y mucho menos lo practiquen.

En aquellos tiempos de familias grandes, la mamá no tenía mucho tiempo para sentarse con nosotros para hacer la tarea. Y no era común reprobar materias y mucho menos perder el año. Había valores que eran preponderantes: uno era el orden, el otro la disciplina y otro, la obediencia.

Hoy en día, la mamá tiene que hacer la tarea escolar, comprar la monografía y lo único que le falta es ir a presentar el examen en el salón de clase. Limpiarle los zapatos, zambullirse entre los sillones buscando el cuaderno, el lápiz, o el sacapuntas y buscar en el basurero la circular que al día siguiente tiene que presentar firmada en la dirección.

Y todo este circo para que el niño no haga berrinche y no sufra una deshidratación a causa de sus lágrimas y lo más triste, para mantener la paz social en el hogar, donde la solvencia y la autoridad de la madre hace mucho tiempo no existen.

Y que decimos de lo cotidiano en el hogar, donde para evitar conflictos y discusiones, como ya no funciona aquel estribillo de: Jorgito a la una, Jorgito a las 2, Jorgito a las dos y cuarto como si fuéramos reloj. O el clásico 'voy a contar hasta diez' va una, van dos.. Nos convertimos en la sirvienta, recogedora de chinches, lava platos, tiende camas, eso sí, con la boca callada para no caer "gordas" con tanta habladera y no le permitimos

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