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Coplas A La Muerte De Su Padre - Jorge Manrique


Enviado por   •  17 de Abril de 2014  •  1.285 Palabras (6 Páginas)  •  370 Visitas

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Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se passa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el plazer,

cómo después, de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parescer,

cualquiera tiempo passado

fue mejor.

Y pues vemos lo presente

cómo en un punto s'es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por passado.

No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera,

más que duró lo que vio,

porque todo ha de passar

por tal manera.

Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;

allí los ríos caudales,

allí los otros, medianos

y más chicos,

allegados son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.

Dexo las invocaciones

de los famosos poetas

y oradores;

no curo de sus ficciones,

que traen yerbas secretas

sus sabores.

A Aquél solo me encomiendo,

Aquél solo invoco yo,

de verdad,

que en este mundo viviendo

el mundo no conosció

su deidad.

Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.

Partimos cuando nascemos,

andamos mientra vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenescemos;

assí que, cuando morimos,

descansamos.

Este mundo bueno fue

si bien usáremos dél

como debemos,

porque, según nuestra fe,

es para ganar aquél

que atendemos.

Y aun el hijo de Dios,

para sobirnos al cielo,

descendió

a nascer acá entre nos

y vivir en este suelo

do murió.

Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que, en este mundo traidor,

aun primero que muramos,

las perdemos:

dellas deshaze la edad,

dellas casos desastrados

que acaescen,

dellas, por su calidad,

en los más altos estados

desfallescen.

Dezidme, la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

la color y la blancura

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?

Las mañas y ligereza

y la fuerça corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega al arrabal

de senectud.

Pues la sangre de los godos,

el linaje y la nobleza

tan crescida,

¡por cuántas vías y modos

se sume su gran alteza

en esta vida!:

Unos, por poco valer,

por cuan baxos y abatidos

que los tienen;

otros que, por no tener,

con oficios no debidos

se mantienen.

Los estados y riqueza

que nos dexan a deshora

¿quién lo duda?

No les pidamos firmeza,

pues que son de una señora

que se muda;

que bienes son de Fortuna

que revuelve con su rueda

presurosa,

la cual no puede ser una,

ni estar estable ni queda

en una cosa.

Pero

...

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