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Cuento "Leopoldo El Ruiseñor Orgulloso"


Enviado por   •  29 de Marzo de 2015  •  544 Palabras (3 Páginas)  •  152 Visitas

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Leopoldo el ruiseñor orgulloso

Leopoldo era un ruiseñor muy hermoso, ustedes saben, era de esos pajaritos cuyo canto que dulcifica todo. Él era el que más destacaba del jardín, por sobre Tadeo, el gorrión, Marimbo, el zorzal, y Lucy, la golondrina, quienes encontraban a Leopoldo muy presumido, pero a la vez reconocían que su canto alegraba mucho el jardín.

Hasta las abejas trabajaban más animosas cuando escuchaban a Leopoldo. El panal arriba del aromo, se estremecía con el cantor, y se llegaba a obtener una miel muy sabrosa.

Camelia, era una abejita obrera, le gustaba trabajar escuchando a Leopoldo, sin embargo, pensaba igual que los otros pájaros: “Leopoldo es un creído”, “Ese pájaro no saluda a nadie.

Y tenía razón, Leopoldo se creía superior a todos y no saludaba a nadie en el jardín. Se levantaba temprano, comía algunas semillas en el desayuno. Volaba sobre algunas flores y árboles, y en todo es recorrido ni siquiera un “Buenos Días” por cortesía pronunciaba, nada, ningún saludo.

Cierta mañana, Leopoldo se levantó como todos los días, después de desayunar se posó sobre la rama de un manzano para empezar a cantar. Grande fue la sorpresa de todos en el jardín, al ver que Leopoldo no podía cantar, su voz , su trinar ya no se escuchaba.

El ruiseñor estaba desesperado, se escondió debajo de un espino y no quiso salir más. Como era muy orgulloso, no quiso pedir ayuda a nadie ni contar su problema.

Tadeo, el gorrión, Marimbo, el zorzal, y Lucy, la golondrina, decidieron ayudar a Leopoldo. Aunque no les agradaba, reconocían que su canto era muy importante para la alegría del jardín.

Fueron a ver a Camelia, la abejita más cooperadora del panal:

¡Camelia necesitamos de tu miel! – llamaron los pájaros a la abeja- “Sólo ese dulce milagro puede curar la voz de Leopoldo.

Así fue como Camelia llevó un poco de miel en una cáscara de nuez, para sanar a Leopoldo.

“¡Ese ruiseñor orgullos aceptará nuestra miel!”- pensó Camelia- pero a la vez su corazón le decía que estaba en lo correcto al ayudar al ruiseñor.

Leopoldo observó desde su escondite como se acercaban Tadeo, el gorrión, Marimbo, el zorzal, y Lucy, la golondrina, junto con la abejita Camelia:

“¡Leopoldo traemos una medicina para curar tu voz!”, le dijieron todos al mismo tiempo que Camelia le mostraba la miel.

“¡Largo de aquí! No necesito de su ayuda”- les dijo Leopoldo enojado, apenas salía su voz.

“No seas orgulloso Leopoldo”- dijo Camelia llamándole la atención.

“¡Queremos volver

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