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Cuentos De Ciencia Ficcion


Enviado por   •  4 de Febrero de 2013  •  1.856 Palabras (8 Páginas)  •  696 Visitas

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Hoy nos lanzaron a aquel azul planeta, Dios, cuanto miedo tengo, veo por mi visor que la artillería enemiga está destruyendo a muchos amigos míos. Mis sensores indican que debo poner los frenos. Al fin llegué, establezco comunicación con mi sección solo me quedan cincuenta y tres hombres de los ochenta que conformaban mi sección.

Pongo en marcha a mi sección, debemos tomar esa extraña construcción que domina todo ese extraño valle, mi traje de combate evita mi cansancio, pese a pesar media tonelada su sistema anti gravitacional lo hace ligero como cualquier vestimenta. La sección del mayor Gonzales están avanzando sobre la colina, los Druggs los están exterminando. Ese zoquete está llevando a la muerte a sus hombres con un ataque frontal. Ordeno al capitán Trevor avanzar sobre un peñasco que le dará cierta cobertura, Dioses, veo como pierde tres hombres, el rayo los partió en dos, nuestra coraza no nos protege y solo nos sirve el armamento de un lanzagranadas y una ametralladora de 20 milímetros de mil rondas. Sin esperar mis órdenes, el mayor se lanza adelante con sus hombres sobre el muro de esa especie de fortaleza, llega allí solo con doce hombres y deja atrás tendidos a quince. Bien, ahora me toca a mí, debo dar ejemplo. Ordeno a gritos a Trevor que perfore la pared de la fortaleza. Dos potentes explosiones abren un boquete en ella, entro con mis hombres. Avanzamos en medio de estallidos, gritos, maldiciones y llantos de dolor. Caigo sobre el suelo, miro y con sobresalto veo las vísceras de varios de mis muchachos. Llamo a gritos al sargento Furriel y ordeno que emplee el lanzallamas. Volteo a mi derecha justo para ver como se vaporiza Gonzales. Entramos al fin a la central de mando de los Druggs. Estos no dan ni piden tregua. Total, nuestras ordenes son no tomar prisioneros, necesitamos su planeta o desaparecemos como raza. Al fin, la victoria es nuestra, la fortaleza a sido tomada, yo perdí cincuenta y tres hombres , el finado Gonzales perdió cuarenta y tres. Si no lo hubiesen matado lo habría asesinado yo, su ruindad por obtener un ascenso había dejado al descubierto a mis hombre por lo que había perdido a más de la mitad de mi sección. Está guerra lleva durando más de quince años y todavía tiene para largo. Sé que no llegaré a ver la victoria final y solo pienso que los Druggs morirán defendiendo su planeta de nosotros los Invasores. Sí me preguntan del porqué peleo, la respuesta es cara, si no lo hago, si no ganamos, desaparecerá la raza humana, lo hago por mis hijos. La tierra agoniza, por ello no importa si perdemos cinco o diez millones de soldados, nuestra supervivencia depende del exterminio de los Druggs

2.- Roservind era un robot autómata y trabajador en las minas de Yanacocha. A sus 160 años de edad, el aun estaba en servicio efectivo. Nunca descansaba salvo los días en que tenía que recargase de energía o en los mantenimientos de maquinas autómatas.

Este robot servía en un época después de la “Gran Revolución Robótica” (fue de mucho mayor impacto que la Revolución Industrial) y poco después de la R.R.I. (Reforma Robótica Industrial) en las que millones y millones de robots fueron destruidos en todo el planeta por manos humanas. Aunque estas maquinas con inteligencia artificial eran muy avanzadas, nunca significaron un peligro para la humanidad. Ya que su inteligencia nunca llegaría a ser comparada con la de un humano. Nunca tendrían la ambición y maldad para matar seres vivos. O tener lo que los humanos tienen en especial… esa cosa llamada, alma.

Roservind tenía una estructura morfológica de un humano. Cubierto de metal resistente a la corrosión, su rostro no reflejaba emoción alguna. Este servía como multiusos en la industria, ya que en toda un planta industrial solo podría haber como máximo 3 robots según la ley 5 de la R.R.I. Su principal labor era de personal de limpieza, medico, contabilizador e instalador de dinamitas; aparte de otros trabajos más. Diariamente era víctima de humillaciones por parte de los trabajadores. Le escupían, pintaban, meaban en su cuerpo metálico y este no entendía la burla de los que se reían de él.

Un día Roservind estuvo trabajando a 4000 metros bajo tierra con más de 100 mineros. Fue entonces cuando sucedió el siniestro: hubo un derrumbe que cubrió de rocas y tierra a todas las entradas de la minas. Tardarían más de 8 meses en rescatarlos, si estuviesen con vida.

Después de 4 meses los trabajadores empezaban a morir uno en uno por hambre y sed. Incluso la ayuda médica del robot no fue suficiente para los desgraciados. Tan solo quedaban unos 10 de los 100 que había. El robot no podía hacer nada y tan solo se dedicaba a observar la agonía de los restantes. Aunque no tenía emociones, podía pensar. Y recordó los viejos tiempos que tenía un su base de datos de memoria, en que servía a una familia como mayordomo. Familia que lo vendió a un chatarrero, pero… él nunca sintió disgusto alguno. Nunca comprendía por qué las personas lloraban, reían… Eran tan impredecibles. Vio al último minero vivo al borde de la muerte agarrando una cruz y otra una foto de su familia, este lloraba y poco después, murió.

El robot quedo totalmente solo con los cadáveres. Y por primera vez se pregunto que le hacía diferente a los humanos. Porque ellos van al cielo y los robots… no. Los animales no van al cielo —se decía así mismo— ¿Por qué los humanos? ¿Yo podría ir al cielo? De esa manera el robot se formulaba muchas preguntas. En una de esas, recordaba cuando hubo una huelga de trabajadores de la mina. Estos reclamaban sus derechos, tenían metas en la vida. Recordaba los grandes triunfos en la historia de la humanidad; lograron sus metas… sus sueños.

Varios días después las luces dentro de la mina se apagaron y el robot quedo en total oscuridad… y se pregunto: ¿Cuál es mi meta en mí existencia? Prendió la luz de su casco y empezó a leer una biblia que lo tomo de un cadáver.

Pasaron más de nueve meses, y llego el rescate… solo sacaron al robot.

Una vez fuera. Todos miraban con odio a este. Sin motivo alguno un supervisor le dijo al robot:

— ¡Tu… Vuelve a tu

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